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El diálogo con su hermano pintor inspira a Ángeles Saura su primera novela

La atribución de un cuadro del Museo del Prado, el retrato de Felipe II tenido desde antiguo como de Sanchéz Coello, a una oscura pintora de corte italiana, y el comentario suscitado por el pintor Antonio Saura (que a la sazón había usado esa obra como referencia de una de sus más célebres series) son los puntos de partida de La duda, la primera novela de Ángeles Saura (Madrid, 1947), que publica Círculo de Lectores.

El retrato de Felipe II de Sánchez Coello no era de él. Lo había pintado, al parecer y según descubre recientemente una investigadora milanesa, Sofonisba Anguisciola, de la que se sabe que había estado pintando en la corte de Felipe II. El hallazgo, en su momento, arrancó a Antonio Saura un comentario lleno de ironía: 'Es increíble, un cuadro que parecía tan masculino y tan español, resulta que es de una mujer y, además, italiana. ¿No es fantástico?'. Ángeles, la hermana menor del pintor, paseaba entonces con él por las salas del Prado, algo que hacían habitualmente. Poco tiempo después, Antonio Saura moría, y el dolor del hermano muerto se convierte en la espita de la aparentemente tardía carrera literaria de Ángeles; ella dialogó con su hermano pintor hasta poco antes de morir, de lo divino, de lo humano, de pintura y de actualidad. 'En el libro nunca hay palabras suyas, pero sí una corriente subterránea. Nuestras conversaciones, sus ideas de lucha contra la banalidad y lo artificial, contra el barullo de lo mundano'.

El azar

Así, en esas conversaciones, cuajó el argumento que Ángeles Saura ya tenía planteado de manera algo diferente en una narración más breve y precedente, El desengaño. Ángeles comenta acerca de su escritura: 'Nunca he tenido claro qué hacer. Siempre escribía para mí, pequeños textos que al releerlos los encontraba horribles y los destruía'.

Medio en broma medio en serio, Antonio le decía que no quería que el personaje que había creado Ángeles para protagonista y antihéroe de su narración se le pareciera. Se trata de un teórico de arte que se empeña toda su vida en la reivindicación de un bodegonista, Meltrán (inspirado claramente en Sánchez Cotán, a quien Antonio Saura admiraba). Casi al final de la vida del estudioso de ficción, el azar pone en sus manos un documento encontrado casualmente por una investigadora joven y ajena: su bodegón más preciado es de una mujer. Y de ahí la duda, un accidente que desmonta el castillo de naipes en que se confunden su más íntima construcción estética y moral.

El crítico Francisco Calvo Serraller dijo en la presentación del libro sobre Ángeles Saura: 'Explicando el arte, y magníficamente, se explica a sí misma. Así, el libro se lee con apasionamiento, de corrido. La intriga está magníficamente construida'.

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