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Reportaje:

¿Quién asesina a quién en Argelia?

Dos militares argelinos ofrecen versiones contrapuestas sobre el papel del Ejército en las matanzas

El uno está avergozado por las matanzas de civiles perpetradas por militares argelinos que se hacen pasar por terroristas. El otro reivindica el papel del Ejército protegiendo a una población indefensa frente a la barbarie integrista. Los dos, el ex coronel Alí Baali, y el ex comandante Yasmina Khadra, se enfrentan sobre la responsabilidad de los 200.000 muertos que se ha cobrado la guerra civil larvada que vive Argelia desde que en diciembre de 1991 la cúpula militar interrumpió un proceso electoral que hubiese dado la victoria a los islamistas.

Un libro ha echado leña al fuego de esta polémica. En La guerra sucia (editorial francesa La Découverte), de Habib Suaïdia, de 31 años, un subteniente del Ejército argelino que durante 18 meses participó en la lucha contra los islamistas, formula una espeluznante denuncia.

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'Estábamos en plena locura', escribe Suaïdia desde su exilio francés. 'Frente a nosotros, los terroristas se hacían pasar por fuerzas de seguridad, y en nuestras filas, algunos militares se disfrazaban de islamistas para llevar a cabo operaciones terroristas que serían atribuidas a estos últimos. (...) He visto a compañeros quemar vivo a un niño de 15 años. He visto a coroneles asesinar a sangre fría a meros sospechosos. He visto a oficiales torturar hasta la muerte. He visto demasiadas cosas'.

Alí Baali, de 43 años, fue formado en las academias de Checoslovaquia y de la URSS, y en Argelia estaba adscrito a la Secretaría General del Ministerio de Defensa, encargado de disimular las bajas militares en la guerra civil que libran con los integristas. Fue uno de los más jóvenes coroneles del Ejército antes de romper en 1998 con la institución, escaparse a Suráfrica y, de ahí, a España. No se deja fotografiar.

Aunque contiene algunas imprecisiones, el libro de Suaïdia 'dice buena parte de lo que había que decir', sostiene Baali en una conversación con EL PAÍS. El coronel lleva años denunciando 'la instrumentalización del islamismo, por los generales argelinos, para torpedear el proceso democrático y para atemorizar a la población'. Suaïdia confirma sus tesis.

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Mohamed Mulessehul, de 46 años, entró en la institución castrense con nueve años, cuando su padre le mandó a la escuela de cadetes de El Mechuar. Como comadante dirigió una unidad de reconocimiento y llegó el primero al escenario de muchas matanzas. Durante sus ratos libres escribía novelas publicadas bajo el seudónimo de Yasmina Khadra, hasta que hace seis meses colgó el uniforme y, tras pasar por México, se ha instalado en Francia para continuar su carrera literaria.

Suaïdia, asegura Mulessehul en una entrevista con este periódico, 'pasó cuatro años en una cárcel argelina' antes de huir a Francia. 'Las prisiones de mi país son inhumanas. No me extraña que tenga deseos de venganza. Pero si no ha contado la verdad sobre su propio itinerario, por qué creerse todo lo demás que cuenta. Sospecho que el libro le sirve de terapia para alguien que, como él, ha pasado por experiencias terribles'.

'Estoy avergonzado', confiesa el coronel Baali. 'He asistido a sesiones de tortura. Con mi silencio he aprobado matanzas del Ejército. Me considero cómplice de crímenes contra la humanidad. Estoy dispuesto a brindar mi testimonio a tribunales internacionales que investiguen lo sucedido. Estoy dispuesto a ser juzgado por mi complicidad'.

'El Ejército argelino no está formado por asesinos', responde el comandante Mulessehul, quien dedicó su primer libro, Morituri, 'al soldado y a la pasma de mi país'. 'He llegado muchas veces el primero al lugar del crimen para averiguar de dónde venía el grupo terrorista, por dónde había huido y nunca ningun testigo surperviviente ha acusado a los militares. He visto, eso sí, a mis hombres enloquecer ante los horrores que descubrían. Algunos están todavía en hospitales psiquiátricos'.

'Si Argelia aguanta aún de pie es, creánme, gracias al Ejército', insiste Mulessehul. 'He abandonado una carrera militar para apostar por otra literaria. ¿Creen que voy a comprometer mi vocación de escritor para defender ahora desde Francia a una banda de asesinos? Lo hago porque se lo merecen, y hacerlo tiene para mí un precio que me cobran los intelectuales europeos dándome la espalda por no alinearme con su bando'.

'Los islamistas matan, por supuesto, pero también lo hacen las unidades especiales del Ejército, a veces directamente y otras con el disfraz de los barbudos, como en Serkaji o en Beruaguia', prosigue el coronel Baali. ¿Por que? 'Antes, para tratar de enfrentar al brazo armado del Frente Islámico de Salvación con los ultras de los Grupos Islámicos Armados; para enemistar a los islamistas con la población que les apoyaba. Ahora, ante el enorme descontento social, para que los argelinos opten por la seguridad y renuncien a protestar'.

'Ha habido excesos, no lo niego', responde el comandante Mulessenhul. 'Nuestro Ejército mastodóntico estaba preparado para defender las fronteras, no para una guerra de guerrillas. En los inicios reaccionó a veces de forma lamentable. Pero las instrucciones no venían de arriba. Los mandos intermedios que cometieron abusos han sido castigados'.

'A los asesinados a sangre fría se añaden los desaparecidos', denuncia el coronel Baali. Amnistía Internacional los evalúa en 4.000. 'Se ordenó a los directores de cárceles que negasen a madres y esposas que detrás de los barrotes estaba su marido. Hubo ejecuciones sumarias, y el bosque de Bainem o el cuartel de Benisus son lugares que encierran fosas comunes'.

Raptos de mujeres

'Los secuestros son, ante todo, obra de los islamistas', se indigna el comandante Mulessehul. '¿A cuántas mujeres no han raptado para arrastrarlas al maquis? El Ejército también se ha llevado a punta de pistola a islamistas, pero era para forzarles a revelar sus escondites de armas, sus guaridas en la montaña'.

Desde finales de año la violencia, que el Gobierno argelino llegó a calificar de residual, se recrudece. ¿Por que? 'Porque el presidente Buteflika puso en marcha una política de mano tendida a los islamistas moderados y quiso además incrementar su autonomía frente a ese gobierno en la sombra que son los generales', contesta Alí Baali. 'No han alentado la insurrección islamista. Sólo han aligerado la represión para que Buteflika se dé cuenta de que su suerte está en sus manos'.

'El desánimo cunde entre la tropa', responde Mohamed Mulessehul. 'Se siente abandonada por la clase política argelina y calumniada desde el extranjero. Las noticias procedentes de Francia circulan. Se habla del libro de Suaïdia, de los manifiestos de intelectuales que piden la creación de una comisión de investigación, etcétera. No hay nada que esconder -excepto, acaso, las fortunas de algunos generales-, pero un orgullo patriótico desorbitado impide aceptar que se investigue nuestra guerra'.

Pasividad en Bentalha

Antes de la denuncia del subteniente Habib Suaïdia, otro testimonio, el de Nesrulah Yous, un empresario de la construcción, plasmado en el libro ¿Quién mató en Bentalha? (La Découverte) acusa al Ejército de pasividad durante la carnicería que, en 1997, causó más de 400 muertos en ese pequeño pueblo. Para Alí Baali, la impasibilidad tiene, en ese y otros casos, una explicación. 'He visto con mis propios ojos una orden del Estado Mayor prohibiendo a determinadas unidades del Ejército intervenir en determinadas horas y zonas'. Mohamed Mulenssehul no conoce lo que sucedió en Bentalha pero, a juzgar por otros ejemplos que ha vivido de cerca, sí cree poder explicarlo. 'Lo importante era impedir la entrada de los terroristas en el pueblo. Una vez que estaban dentro, de noche y sin luz, no había nada que hacer hasta que amaneciese. Entrar no hubiese salvado a los civiles y, en cambio, era una muerte segura para muchos soldados inexpertos en la lucha callejera'. 'No me vale esta respuesta', explica Alí Baali. '¿Y los helicopteros con proyectores para iluminar el pueblo?'.

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