_
_
_
_

Kostunica y Djindjic se lanzan a una carrera por el poder

El presidente yugoslavo y el primer ministro serbio se enfrentan en una guerra dialéctica

Entre Djindjic y Kostunica la lucha por el poder está abierta. Vale todo: desde la postura ante la colaboración con el Tribunal Penal Internacional de La Haya para los crímenes de guerra en la antigua Yugoslavia al desenlace de las elecciones legislativas del próximo 22 de abril en Montenegro, que pueden inclinar la balanza hacia la independencia y significar el fin de la actual Yugoslavia. El encarcelamiento de Milosevic ha sido el catalizador en esta lucha al enfrentar a la policía serbia de Djindjic con el Ejército yugoslavo que obedece a Kostunica.

No se mencionan en sus declaraciones, pero los dardos que se lanzan van cargados de veneno. El día en que la policía serbia intentó por primera vez la detención de Milosevic, Kostunica estaba de viaje en Ginebra y después declaró que no fue informado de forma oficial hasta 12 horas después del fracaso del operativo. Djindjic puso cara de inocente y declaró: 'Yo no sé nada. Estaba en casa viendo Gladiator con mi hijo'.

Más información
Los amigos del preso Milosevic
'Medidas severas' contra los ultranacionalistas croatas
La estrecha victoria de los independentistas amenaza el referéndum por la secesión

Viejos rivales

Los encargados de lanzar el ataque contra el Ejército, y por elevación contra Kostunica, fueron los peones de Djindjic. El ministro del Interior de Serbia, Dusan Mihajlovic, acusó a los militares de dar las llaves de la residencia de Milosevic a su guardia personal y no a la policía. El negociador de la DOS en la rendición de Milosevic, el jefe del grupo parlamentario Cedomir Jovanovic, corroboró el papel representado por los militares en la operación. Djindjic se limitó a declarar que corresponde al presidente decidir sobre la suerte del jefe del Estado mayor del Ejército, el general Nebojsa Pavkovic, al que Kostunica sostiene contra viento y marea.

Kostunica no tuvo el menor reparo en ridiculizar a la policía serbia y defender al Ejército yugoslavo. Según él, 'la situación en la entrada era terrible. Afuera estaban aquellos raros policías en vaqueros, con las medias que les tapaban la cara. Parecía como si estuvieran rodando una película, y dentro estaban los seguidores de Milosevic, parapolicía, armas... Temía que se produjera un enfrentamiento si las puertas se abrían. Por eso, buscando el camino menos arriesgado, vacilé en retirar a esos dos o tres militares, y creo que esa vacilación quizás impidió el conflicto'.

La hostilidad entre Kostunica y Djindjic viene de lejos, desde los días en que se creó el Partido Democrático (DS), en cuya fundación participaron los dos. Después Kostunica se marchó para fundar un Partido Democrático de Serbia (DSS). El DSS estaba destinado a ser un grupúsculo en la sopa de letras de la oposición a Milosevic de no haber mediado la irresistible ascesión de Kostunica hasta convertirse en el rostro que derrotó al déspota en las elecciones presidenciales del 24 de septiembre. Kostunica debe sin duda ese triunfo a la habilidad de Djindjic para organizar y mantener unida la DOS y ceder la candidatura, aunque fuese a regañadientes, a un hombre con posibilidades de derrotar a Milosevic por su imagen de demócrata, honesto y su ideología de patriota serbio. El electorado percibe todavía a Djindjic como un político oportunista y camaleónico, dañado por la propaganda del régimen de Milosevic, que lo acusó de traición y de huir de Serbia a Montenegro cuando caían las bombas de la OTAN. Djindjic declaró después a este periódico que se fue tras haber recibido avisos de sus contactos en los servicios secretos de que se planeaba su asesinato.

La operación de ganar las elecciones resultó un éxito y también la rebelión popular para confirmar en las calles lo conseguido en las urnas. El pragmático Djindjic está ahora convencido de que Kostunica se ha convertido en una rémora para todo el proceso. Bajo cuerda, Djindjic lo compara con Mijaíl Gorbachov, que posibilitó el cambio y luego fracasó en Rusia. El legalismo, nacionalismo y la dureza ideológica de Kostunica resultan un obstáculo para negociar con la comunidad internacional, de cuya ayuda económica depende la arrasada economía de Yugoslavia. A Djindjic, que en su día no tuvo empacho en acercarse a Pale durante el cerco a Sarajevo y comerse un buey asado con el siniestro Radovan Karadzic, no le temblaría ahora el pulso en entregar a Milosevic a La Haya para recibir los dineros de occidente. Kostunica se aferra a una interpretación legalista y restrictiva de la constitución de Yugoslavia, que prohíbe la extradición de sus ciudadanos a otros Estados, y acusa al Tribunal de La Haya, de practicar una justicia 'selectiva' contra los serbios.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_