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Alan García acusa al anterior Gobierno de haber engañado al mundo con las cifras de crecimiento

Ha hecho un notable ejercicio de moderación. No es el joven de 35 años que llegó en 1985 a la presidencia de Perú ante la euforia de los desposeídos y acabó desprestigiado y con un país maltrecho. Pero Alan García Pérez, de 51 años, candidato de nuevo a presidente por el Apra, sigue convencido de que su país no está en condiciones de afrontar el pago de la deuda externa, uno de los asuntos por los que fue satanizado a lo largo de su mandato.

Hoy plantea 'una reducción concertada de 400 millones de dólares anuales en el pago de la deuda', y apela a la ayuda internacional, según explicó ayer en una reunión con la prensa extranjera. 'Los actuales compromisos de pago de Perú superan los 2.000 millones de dólares anuales para los próximos 16 años, sólo en deuda pública. Fujimori engañó al mundo al decir que el país podía pagar 2.000 millones de dólares anuales (unos 72.000 millones de pesetas) porque producía 70.000 del PIB, cuando la verdad, como ha descubierto el actual Gobierno, es que produce 55.000 millones de dólares o menos'. Y añade: 'Durante estos años, organismos internacionales y las cancillerías europeas fueron engañadas vilmente por Montesinos y Fujimori con cifras de crecimiento que eran absolutamente falsas. Estaban convencidos del supuesto milagro productivo peruano, pensaban que Perú crecía a estándares chinos, del 10% y 12% anual'.

Sostiene que 'si en 1985, países deudores importantes se hubieran sumado a la iniciativa peruana de limitar el pago de la deuda a un porcentaje de las exportaciones, las condiciones del crédito mundial respecto a América Latina habrían cambiado y nos habríamos ahorrado 16 años de descapitalización y empobrecimiento. Los tiempos han cambiado y en este momento estamos en el sálvese quien pueda, y cada país negocia separadamente. El concepto de América Latina integrada para cuestiones políticas ha desaparecido'.

Se esfuerza por tranquilizar a los inversores extranjeros ante un eventual triunfo de su candidatura. 'Nosotros saludamos el libre mercado, la inversión extranjera, respetamos las condiciones en que ha sido pactada la inversión extranjera, pero que a diferencia del Gobierno de Fujimori, que en el terreno económico también fue una dictadura, pensamos que el Gobierno tiene que llenar los vacíos del libre mercado, mediante el crédito agrario o debe corregir los abusos que se dan en las tarifas de los servicios privatizados'.

Está de acuerdo con el proceso de investigación para desmantelar la red de corrupción tejida por Montesinos. 'Creo que la comisión parlamentaria ha hecho un buen trabajo y que el procurador José Ugaz también, y no veo razón para cambiarlo. Una democracia como la que me propongo fortalecer, con absoluta libertad de prensa y total independencia del poder judicial es la mejor garantía de que la investigación continuará. Y si en los próximos meses se van descubriendo nuevas ramificaciones o complicidades con esta conspiración de Montesinos y Fujimori, sus partícipes tendrán que pagar las consecuencias penales'.

Ante la acusación de que el Apra apoyó a Fujimori en la segunda vuelta de las elecciones de 1990, contesta: 'El Apra no le dio apoyo a Fujimori. Fue el electorado el que votó en un 67% a Fujimori'.

'El responsable verdadero del surgimiento y triunfo del señor Montesinos fue el candidato de la derecha, que hizo propuestas tan estridentes y amenazantes que generó pánico en la población, orientando sus votos a una candidatura desconocida, que lo unico que prometía era no hacer nada de lo amenazado por la derecha, y que terminó haciéndolo pero dictatorialmente'.

'Mi principal crítica a Fujimori en el plano económico es haber ignorado las capacidades de orientación del Gobierno respecto de la economía y haber dejado que lo fundamental de la inversión se canalizara casi exclusivamente a nivel bancario o de la gran minería del oro, donde cada puesto de trabajo cuesta entre 267.000 y 300.000 dólares, a diferencia de los sectores industriales, agrícolas o de construcción, donde cada puesto de trabajo vale 50 veces menos'.

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