Juan Marsé gana el Premio de la Crítica
'En la estación perpetua', de Antonio Cabrera, obtiene el galardón de poesía
Juan Marsé (Barcelona, 1933) no ocultaba ayer su satisfacción: dos excelentes novelas con siete años de diferencia y las dos se llevan el Premio de la Crítica. Primero, El embrujo de Shanghai; ayer, Rabos de lagartija, que publicó en la primavera de 2000, aunque no baja ni un momento la guardia de su sano escepticismo. 'Quizá me hubiera gustado más que me los hubieran dado por Últimas tardes con Teresa o Por si te dicen que caí, pero eran otros tiempos y los críticos tienen sus opiniones y sus criterios. En cualquier caso, estoy muy agradecido'.
Uno de los mejores narradores españoles contemporáneos, siempre política y maravillosamente incorrecto, independiente de todos y hasta de sí mismo, Marsé no ha recibido nunca uno de los premios institucionales, ni el Nacional de literatura, ni el de las Letras, ni el Cervantes. 'Ha ocurrido en muchas ocasiones en que la novela que gana el de la Crítica obtiene luego el Nacional de literatura, pero a mí no me ocurrió con El embrujo de Shanghai, ni creo que vaya a ocurrir con ésta'. Pasa bastante del tema. 'No voy a estar esperando a que me toque la lotería, claro que a nadie le amarga un dulce'.
Rabos de lagartija, que transcurre en la Barcelona de 1945, en el verano de la bomba atómica, es una historia triste de héroes derrotados. Quizá una de las más complicadas de este narrador. 'No tiene la complejidad tan acusada de Si te dicen que caí, en la que se desarrollan muchas más historias a la vez. Creo que es bastante clásica, aunque en ella juegan mucho la imaginación y lo surreal. Desde el punto de vista estrictamente técnico, algo que a mí no me preocupa nada, no es tan complicada como Si te dicen...'.
Rabos de lagartija es quizá la más desesperanzada de sus historias. 'Era una época en que la esperanza estaba acogotada, pero había el afán y la lucha por la supervivencia. El hecho de que la novela esté contada por alguien que va a nacer ya indica esperanza. Aunque Víctor habla de la soledad de su madre, de su padre perseguido, de su hermano David, de 14 años, que mediante una mentira alcanza la verdad. Es la historia de dos muchachos que se debaten entre el mundo de los sueños y el mundo real. En toda lucha hay esperanza y todos ellos lucharon contra un entorno feroz'.
Juan Marsé había planteado la novela en tres partes: la que ocurría en 1945; la segunda, 20 años después, y la tercera, otros 20 después. Debía haber llegado hasta la década de los ochenta, pero la primera parte le creció tanto que se quedó en ella. ¿Piensa escribir las otras dos algún día? 'Están en carpetas en un cajón, pero no sé si las escribiré. En estos momentos tengo entre manos dos proyectos que no son éstos; no sé aún por cuál de ellos me inclinaré'.
Marsé lleva con regocijada resignación que su eterno enemigo, Baltasar Porcel, haya ganado el Premio de la Crítica en catalán por El corazón del jabalí. 'Fíjate lo que me pasó el otro día. Llegué tarde al Premio de La Sonrisa Vertical, del que soy jurado, porque había ido al podólogo. Tenía el dedo gordo del pie hecho polvo y me preguntaron qué me había pasado. Dije que se me había caído en el pie el tomo cuarto de las obras completas de Porcel. Fue un dolor más intelectual que físico. Fue toda una premonición'.
El jurado, que se reunió ayer en el hostal San Marcos de la capital leonesa, está presidido por el crítico literario de EL PAÍS Miguel García Posada y está integrado, entre otros, por Santos Alonso, Ángel Basanta, José Luis Martín Nogales, Ana Rodríguez, Mauro Armiño y José María Pizuelo.
El jurado de este prestigioso premio literario, que carece de dotación económica, destacó el 'personal modelo narrativo, la novedosa estructura y el preciso lenguaje' de la novela Rabos de lagartija. La obra de Marsé, que se alzó con el premio por unanimidad, compitió con La caída de Madrid, de Rafael Chirbes, y La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa.
La Asociación Española de Críticos Literarios destacó también la calidad de En la estación perpetua, del profesor de Filosofía gaditano Antonio Cabrera, obra descrita por el jurado como una 'búsqueda del latido humano bajo la máscara de las palabras en la que la mirada se opone al pensamiento'. El resto de autores premiados en esta edición del año 2000 fueron Jaume Pont, por Libro de la frontera (poesía catalana); en gallego, Suso de Toro, por la novela No vuelvas, una obra basada en los misterios de la memoria, y Gonzalo Navaza, por Libra (poesía). También resultaron galardonados, en la modalidad de literatura en euskera, Ramón Saizarbitoria, por el libro de relatos Gorde nazazu lurpean (Exhumaciones), y Miren Agur Meabe, por el poemario Azalaren kodea (El código de la piel).
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