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Todos al detector de mentiras

El FBI somete a la 'máquina de la verdad' a 500 agentes tras la detención del 'topo' de los rusos Robert Hanssen

Enric González

Los mecanismos del espionaje y el contraespionaje se habían relajado mucho en los últimos tiempos. Mientras Robert Hanssen, un veterano agente del FBI, trabajaba para Moscú, agentes de la CIA invitaban a sus compañeros de trabajo a visitar el túnel ultrasecreto que habían excavado bajo la Embajada rusa en Washington. El descubrimiento del caso Hanssen, hace unas semanas, ha devuelto la tensión al oficio. El FBI ha decidido someter a 500 de sus agentes al detector de mentiras, y las pruebas, que durarán dos meses, empiezan hoy mismo.

'Tras la detención de Hanssen iniciamos una revisión a fondo de nuestras normas internas de seguridad, y éste es el primer paso para mejorarlas', explicó John Collingwood, portavoz del FBI. 'Las pruebas no se realizan porque tengamos indicios de la existencia de otros agentes dobles en nuestras filas', precisó.

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La detención de Hanssen y las reuniones sociales en el túnel de la Embajada pusieron al descubierto el escaso control de EE UU sobre sus propios espías, justo cuando llegaba a la Casa Blanca un presidente como George W. Bush, mucho menos confortable que Bill Clinton frente a Rusia y China y formado, a la sombra de su padre, en los usos de la guerra fría. Las expulsiones recíprocas de diplomáticos entre Washington y Moscú, anunciadas la semana pasada, indican que Bush no quiere complacencia en materia de espionaje.

El fiscal general, John Ashcroft, ya había anunciado el 1 de marzo que las pruebas del detector de mentiras volverían a ser frecuentes 'para las personas implicadas en tareas de contraespionaje', aunque Louis Freeh, el director del FBI, dudaba de su eficacia. El propio Ashcroft admitió que la llamada máquina de la verdad no es del todo fiable y que, como promedio, arroja un 15% de falsos positivos. Hay también falsos negativos, como el de Aldrich Ames, un agente de la CIA que en 1987 se sometió al detector con un resultado intachable, pese a que trabajaba para la Unión Soviética. Tardaron siete años más en descubrirle.

Hasta ahora, sólo los aspirantes a ingresar en el FBI eran sometidos a la prueba, para detectar posibles toxicomanías y otras circunstancias privadas desaconsejables para un espía. Robert Hanssen, que espiaba para Moscú desde 1985, llevaba 25 años de carrera profesional sin haber pasado nunca por el detector de mentiras.

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Louis Freeh ha aceptado las recomendaciones de William Webster, el ex director del FBI que investiga los fallos de seguridad que permitieron a Hanssen pasar desapercibido. Webster aconseja, además del detector de mentiras, que los sistemas informáticos sean sometidos a auditorías sistemáticas para averiguar quién accede a informaciones reservadas, y por qué. Hanssen se había colado más de una vez en el santuario informático de los secretos, pero había explicado que lo hacía para demostrar que el sistema era vulnerable y que debía ser mejorado. Sus jefes le creyeron e incluso le felicitaron.

Los 500 miembros del FBI que empezarán a pasar esta semana por el detector son los que disponen de mayor acceso al material altamente sensible, como los 150 agentes de alto rango que dirigen el cuartel general de Washington y los jefes de las divisiones regionales, anunció el sábado Paul Bresson, uno de los portavoces de la organización. Bresson precisó que en las pruebas no habría preguntas sobre uso de drogas, hábitos sexuales o situación financiera personal.

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