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Veinticinco años buscando la verdad

Tres mujeres hablan sobre las secuelas del golpe militar ocurrido hace 25 años en Argentina. Pertenecen a tres generaciones: abuelas, madres e hijos de desaparecidos, que se organizaron para reclamar verdad y justicia, y para que la gente no olvide. Los generales las despreciaban llamándolas las locas de Plaza de Mayo. Su voz incomoda al poder, que preferiría pasar página. Pero ahí siguen, como símbolo contra la impunidad.

"Los familiares somos un producto de la dictadura, por la depredación de la familia, por los hijos arrancados, llevados a la muerte y a la desaparición, o los bebés nacidos en cautiverio... Eso llevó a que mujeres heridas salieran a luchar". Alba Lanzilloto, de 73 años, de la Abuelas de Plaza de Mayo, cuenta que las primeras abuelas a las que "les iban desapareciendo sus hijos con algún nieto en los brazos empezaron a buscar solas, y solas llegaron a la Plaza de Mayo, donde ya se estaban reuniendo los familiares. Empezaron a encontrarse y a hacer trámites, se supone que para buscar a los chicos. Se fueron encontrando con otras mujeres que andaban en la misma búsqueda y así se juntaron las 12 primeras abuelas. Salían a la calle y daban la cara, aprendieron a actuar en la clandestinidad citándose con papelitos".

En octubre de 1977, un año y medio después del golpe, se fundó la primera organización, que llamaron Abuelas Argentinas con nietitos desaparecidos. Después, "como se juntaban con toda la gente que iba a la plaza, empezaron a llamarlas Abuelas de Plaza de Mayo".

Nair Amuedo, de 69 años, pertenece a la agrupación Madres de Plaza de Mayo, línea fundadora. "Cuando nos quitaron a nuestros hijos, esposos o lo que fuere, teníamos que acudir al Ministerio de Interior", recuerda. "Ahí nos hablábamos bajito, qué haces, a quién te llevaron... Allí me enteré de que la Liga por los Derechos Humanos se ocupaba de los hábeas corpus". Y agrega: "En el mismo edificio de la Liga empezó la organización de familiares de detenidos desaparecidos por razones políticas, y, entonces, empecé a militar ahí, hasta que un día me dijeron: andá a la plaza los jueves, que se reúnen las madres. Fui con mucho temor y vi en ese grupo de madres que caminaba que ahí había abuelas". Se corrió la voz y cada vez había más gente, la mayoría mujeres. "Los hombres corrían peligro".

Nair perdió a su hija Patricia, madre de dos hijos de dos años y de 45 días. Los militares allanaron la vivienda, mataron al yerno y se llevaron a la joven, aún en paradero desconocido. Las criaturas se salvaron porque estaban en casa de unos vecinos. "Todas las que sabíamos que nuestros hijos estaban comprometidos en la lucha social, vivíamos esperando que pasara algo, porque la represión era terrible".

Lucha por la justicia

"En la comisaría me dijeron: fue un operativo de las fuerzas conjuntas y tiene que ir al Ministerio del Interior. Me hicieron pasar a mí sola a un lugar y me preguntaban que quién era y cómo se llamaba él, mi yerno. Después fui a la Liga, y a familiares y después me convertí en Madre de la Plaza de Mayo. Y seguimos en la lucha esperando la justicia. Tengo fe, porque han pasado muchas cosas estos últimos años, los españoles nos han ayudado muchísimo, cómo han probado el genocidio, cómo han probado todo, y creo que aunque nosotros no estemos, ahora están los hijos y están todos los que están luchando por el derecho a la verdad".

Nair se convirtió en la madre de sus nietos -"ellos me dicen mamá"-. "Mi nieta tiene ya 25 años, porque tenía 45 días cuando se llevaron a su madre, y mi nieto cumple 27 años en abril. Mi nieta ya es madre, lo que quiere decir que mis hijos serían abuelos. Para mi fue hermoso cuando nació mi bisnieta. Pero ver la foto de sus abuelos, mis hijos, fue muy doloroso". Alba Lanzilloto apunta: "El dolor de la abuela es ese dolor de recuperar al nieto, porque tiene la certeza o la prueba fehaciente de que los padres no están: al mismo tiempo que tiene una gran alegría tiene la certeza del dolor".

Marta Dillon, de 34 años, tenía 10 cuando desapareció su madre. "Se la llevaron el 28 de octubre de 1976 junto con su compañero". Estaba en casa y quería despedirse de la madre. "No me dejaron... Nos apuntaban a los niños para amedrentar a las madres. Escuché cómo las interrogaban; las interrogaban y les decían... yo te regalaría una rosa. Imaginate que te está piropeando quien acaba de disparar contra tu compañero".

En abril de 1995, un grupo de hijos de desaparecidos fundó la organización HIJOS (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), que hoy tiene delegaciones por todo el mundo. Sus acciones más conocidas son los escraches, que tratan de hacer la vida imposible a los represores que viven camuflados en la sociedad argentina amparados en la impunidad. "Para mí, HIJOS tuvo el poder reconstruir los lazos que habían sido rotos", explica Marta Dillon.

"Yo tenía clara conciencia de que si mi mamá estuviera viva en algún lado ella se habría comunicado conmigo. De eso no dudé nunca salvo en las fantasías. Cuando vino la OEA ya tuve conciencia, y en 1978, con el Mundial de fútbol, por esa época me encontré en el colegio de monjas con una compañera que tenía a su hermana desaparecida y entonces fue muy fuerte porque era como corroborar la desaparición. Y no me había pasado a mi sola".

"Tengo algo que contar"

Marta Dillon habla del silencio, la sospecha y la culpa de creer que no hizo lo suficiente. Recuerda cuando la Conadep ( Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) pedía a la gente que tuviera casos de desaparecidos que fuera a declarar. "Yo tenía 17 años, pero no fui. No pude. Fue horrible, después asistí al juicio a las Juntas y todo el tiempo pensaba: yo tengo algo que contar. Tal vez por eso me hice periodista, porque tengo algo que contar".

Cuando se habla de los desaparecidos y de las violaciones de derechos humanos durante la dictadura siempre asoman las voces que piden pasar página y mirar hacia el futuro. Lanzilloto responde: "Mucha gente ha ido cambiando su manera de pensar y mucha gente se ha dado cuenta de una cosa que era simple. A la pregunta de ¿qué harías si te robaran o te desapareciera un hijo?, todos contestamos: 'Lo buscaría hasta el último día de mi vida'. La gente ha ido tomando conciencia de que lo que estamos haciendo con nuestros nietos es normal en una madre o en una abuela".

Lanzilloto subraya que gracias al trabajo de Abuelas se han encontrado a muchos chicos, hoy jóvenes, que fueron robados por los represores que trataron de suplantar su verdadera identidad. "Hemos ido demostrando que lo que decíamos era verdad y que la lucha tiene un sentido. La lucha de todas nosotras tiene un sentido, que es la búsqueda de justicia".¿Hasta cuándo seguirá la lucha de estas mujeres, de generaciones distintas? "Hasta que encontremos a todos nuestros chicos", dice sin titubear la abuela. "Las nuevas generaciones quieren saber. Nosotras en Abuelas tenemos permanentemente a chicos de las escuelas primarias que preguntan, que quieren les contemos la historia... Y además aquello por lo que nosotras estamos luchando no son crímenes del pasado, son crímenes de lesa humanidad y todos ellos son delitos continuados que se están cometiendo en este momento ... no estamos luchando por algo que pasó en 1976 sino por algo que se está cometiendo ahora, porque mientras los hijos estén desaparecidos y los nietos robados y no los tengamos y no sepan quiénes son, se está cometiendo el delito".

Nair Amuedo concluye: "Nosotras, las madres, decimos que mientras podamos caminar seguiremos en la Plaza de Mayo. Y confiamos en los hijos y en toda la sociedad para que siga la ronda. Yo ya no estoy en la Plaza por mi hija, sino por los 30.000 desaparecidos. Ya no luchamos por los nietos de cada una, sino por los chicos que no se animan a saber la verdad. Dios dirá qué puede pasar".

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