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Pánico entre los ganaderos españoles por la amenaza de la fiebre aftosa

'No levantamos cabeza desde las 'vacas locas' y viene otro paño. Es la ruina', se lamenta un ganadero

El pánico ha vuelto a apoderarse del sector cárnico español sin que apenas le haya dado tiempo a recuperarse de la reciente crisis de las vacas locas y de la peste porcina, que hace cinco años vapuleó al sector. La única medida para evitar que la fiebre aftosa llegue a España depende del control de los movimientos de los animales. Los ganaderos siguen con estupor, y no sin cierto recelo, las noticias que anuncian un foco tras otro en el Reino Unido y Francia.

'No hemos levantado cabeza y ya nos llega otro palo. Pendemos de un hilo', se lamenta Ángel Rodríguez, un veterinario de 41 años que lleva 20 de ganadero y que es propietario de siete granjas de producción de cerdos en Talavera. Los próximos días despejarán la duda que mantiene en vilo a más de 300.000 explotaciones en España.

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'En el momento en que los análisis confirman la enfermedad de un animal se precintan todas las granjas a tres kilómetros a la redonda y se sacrifica a todos los animales. Una ruina absoluta', resume Rodríguez. 'Es una enfermedad que supone la parálisis inmediata de todo el sector', añade.

El último foco de aftosa registrado en España se produjo en Talavera de la Reina (Toledo). Era el año 1986. Ahora los animales en riesgo son unas 60 millones de cabezas de vacuno, porcino, ovino, caprino y caza mayor, con un valor cercano a 1,5 billones de pesetas, que representan el 34% de la producción final agraria.

La enfermedad de la aftosa no entraña ningún problema para la salud de las personas. Pero la hipótesis de tener que sacrificar la cabaña afectada para evitar la expansión de la plaga constituye un elemento de enorme preocupación en el mundo ganadero y en la Administración.

Al contrario de lo que sucedió con la crisis de las vacas locas y tras la histeria generada, ahora los ganaderos huyen de la prensa como de la peste. 'Cualquier publicidad irá en su contra. No quieren ni veros', dice una veterinaria de la zona de Talavera. Ángel Rodríguez, que ha accedido a que le acompañemos en su coche a una de sus explotaciones, asegura que 'cuando un país reconoce un foco es que está hasta arriba, porque la consecuencia siguiente es que se hunde la industria cárnica. Se trata de una cuestión puramente comercial. Cuando se detecta un animal enfermo en algún país, automáticamente todos los demás cierran las fronteras a su carne', comenta camino de la granja.

El impacto de una crisis de esas características en los precios podría ser espectacular para un IPC como el español, ya castigado por la subida del porcino y la carne de pollo.

Las miles de explotaciones españolas, con unos 25 millones de cabezas de ovino y caprino y unos 30 millones de animales de porcino, se hallan en guardia ante la posibilidad de que el virus de la fiebre aftosa ya se haya instalado en España. En el caso de Ángel Rodríguez están en juego cerca de 2.500 cerdas reproductoras, que producen anualmente unos 50.000 cerdos. Ahora sólo piensa en los 400 millones de pesetas que le suponen sus exportaciones a Portugal (el 30% de su producción) y en los 250 millones que tiene invertidos en sus explotaciones.

No obstante, y a diferencia de la encefalopatía espongiforme bovina (la enfermedad de las vacas locas), la fiebre aftosa es una plaga de la que se sabe su origen y la vacuna para combatirla. Se trata de un virus exótico originario de Asia que pasó posteriormente a Suráfrica. Técnicos españoles estiman que su paso al Reino Unido se ha producido desde África, donde el último caso se registró en el año 2000.

La inquietud de los ganaderos les ha llevado a extremar las medidas de seguridad. Desde el 8 de marzo -cuando se detectó el primer foco en Francia-, sólo se puede mover ganado con autorización oficial de una granja a otra o de una granja a un matadero. 'Lo más que podemos hacer es evitar la propagación del virus por contacto (ropas, vehículos, etcétera), pero es casi imposible controlar la transmisión por el aire. Si hace calor y poco viento estaremos salvados. Pero si no...', dice resignado mientras señala una naves de la granja que ya se ven a lo lejos.

Es mediodía y hemos llegado a la explotación, en Santa Olalla (Toledo, a unos 26 kilómetros de Talavera). Los campos sembrados de trigo y cebada (componentes de los piensos de los animales) se pierden en el horizonte. A la entrada de la granja de Ángel, una fosa de unos tres metros de ancho y medio metro de profundidad llena de agua con desinfectante baña las ruedas del coche y una estructura riega por aspersión el vehículo.

'Hace una semana que hemos restringido las visitas. Incluso el veterinario viene sólo una vez a la semana para evitar cualquier riesgo', explica.

En una caseta próxima nos embutimos en ropas desinfectadas de los pies a la cabeza: gorro, pantalones, batas y fundas para los zapatos. El encargado de la explotación deja sus tareas para acompañarnos en el recorrido por los comederos, los paritorios y la zona de los destetados. 'Las madres paren a las 16 semanas camadas de 8 o 13 cochinillos. Cuando éstos pesan 20 kilos, van a los cebaderos, y cuando llegan a 100, con cinco meses, al matadero', dice el encargado.

El virus de la aftosa, que tiene un proceso de incubación de siete días, afecta directamente al engorde de los animales porque provoca fiebre, falta de apetito e inapetencia en los animales, además de llagas en la boca y en las patas. En el caso de los cerdos, cuesta un mes más que estén listos para el sacrificio. 'Sufren una pérdida de peso y luego hay que recuperarlo', explica Ángel Rodríguez. Además, en las cerdas reproductoras provoca los partos, así como la retirada de leche, lo que afecta negativamente a la cría de los lechones.

Aparentemente, podría parecer que no es demasiado trastorno, pero en un sector en el que todo está calculado y cada paso tiene fecha y hora, incluso los partos de los animales, supone una ruptura total de la cadena, con sus correspondientes consecuencias: masificación de las granjas y de los mataderos, bajadas de precios, descontrol de la compraventa... No es una rebelión en la granja, pero sí un nuevo caos.

Contra la gripe aftosa, la salida más cómoda y rápida sería la vacunación de la cabaña. De esta forma se evitaría el riesgo de contraer la enfermedad. Sin embargo, desde la perspectiva económica de los mercados, no es la solución idónea, sobre todo cuando hay un importante mercado exterior que se puede perder y que sería muy difícil recuperar. 'Al vacunar, el comprador de la carne no sabe si los anticuerpos de la enfermedad son señal de infección o son de la propia vacunación', señala Rodríguez.

Por eso, cuando se produce la vacunación de la cabaña en un determinado país, en este caso en la UE, se elimina el riesgo de la enfermedad, pero se cierran automáticamente las fronteras hacia los principales mercados compradores de carnes o animales vivos. Hay una serie de países, como Japón, Canadá o Estados Unidos, que ya han cerrado las fronteras como medida precautoria para evitar la entrada de la enfermedad, y las mantendrían así caso de que hubiera una vacunación durante un periodo de dos años. Por ahora, Estados Unidos mantiene abierta la frontera para la importación de jamón curado en virtud del acuerdo que se firmó en su día entre ambos países tras un largo proceso investigador.

España, según los datos manejados por el Ministerio de Agricultura, realizó en el último año unas exportaciones totales de carnes frescas, refrigeradas y congeladas por valor de 170.000 millones de pesetas, de los que 53.000 correspondían a bovino, y 96.000, al porcino.

En principio, el sector está de acuerdo en no vacunar a la cabaña para no cerrar las fronteras para el futuro. En medios de la Administración se comparte la posición del sector productor. En el caso de que se registrara un caso, se aboga por una vacunación solamente para erradicar la enfermedad. Si se produjera un foco en España, al igual que se hizo hace dos años para erradicar la peste porcina clásica, los servicios de Sanidad Animal apuestan por poner en marcha un sistema de anillos de seguridad de varios kilómetros en torno a las granjas afectadas.

En la fiebre aftosa, la Unión Europea contempla la posibilidad de llegar a una financiación comunitaria de hasta el 100% del baremo de indemnizaciones por animal que haya fijado cada Estado miembro. En este momento, dada la mala situación financiera comunitaria por la enfermedad de las vacas locas, ese porcentaje se podría reducir, aumentando la aportación de cada país.

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