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Tribuna
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Feminismo en Europa y 8 de marzo. ¿Y las demás?

En el mundo desarrollado, el constante y paulatino éxito del movimiento de emancipación de las mujeres es un hecho incontestable. Las tesis más importantes del feminismo han sido incorporadas al acervo legislativo de las sociedades desarrolladas y, afortunadamente, son defendidas por los núcleos progresistas de los países en vías de desarrollo. El cambio social se va produciendo, con sus costes, pero con escasas posibilidades de vuelta atrás siempre que perviva el Estado de derecho y se mantengan los sistemas políticos democráticos.

No obstante, en el mundo globalizado coexisten muchos otros mundos, pequeños o grandes, cada vez más alejados de las sociedades prósperas y desarrolladas del planeta. No nos referimos sólo a los países o regiones más pobres, sino también al llamado 'Cuarto Mundo', ese que convive a algunas manzanas de nuestras ricas ciudades.

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Sin duda, el reto del feminismo del siglo XXI ha de ser que los beneficios de la globalización alcancen a todos esos mundos. Por desgracia, de momento, estamos lejos de ese objetivo. Tal y como demuestra el informe Estado de la población mundial 2000, del Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP), la desigualdad de género, la discriminación y la violencia son, en la mayoría de las sociedades, la norma, y no la excepción. Todo ello no sólo supone una grave conculcación de los derechos de las mujeres, sino que también implica un considerable obstáculo para el desarrollo en todos los países.

Los pequeños y grandes mundos que sufren y padecen opresión, hambre, miseria y una casi total ausencia de perspectivas están habitados, fundamentalmente, por mujeres y por sus hijas e hijos. Dos tercios de los 300 millones de niños que carecen de acceso a la educación son niñas y dos tercios de los 880 millones de adultos analfabetos son mujeres. Una de cada tres mujeres padece algún tipo de maltrato o abuso, y de ellas, una cuarta parte lo sufre durante el embarazo.

Según los organismos internacionales, al año se producen alrededor de 50 millones de abortos, de los cuales 20 millones se practican en condiciones inseguras. Por otra parte, el número de abortos selectivos inducidos por las autoridades y los entornos de determinados países es muy elevado. Más estremecedoras son las cifras de infanticidios o los abandonos en función del sexo, que provocan millones de muertes de niñas en todo el mundo. Además, 130 millones de mujeres y niñas en diversos países han sufrido mutilaciones sexuales, y en África, el número de mujeres seropositivas supera en dos millones al de hombres.

La contundencia y crueldad de los datos es aplastante: 2.000.000 de niñas son introducidas cada año en el comercio sexual y 4.000.000 de mujeres y niñas son vendidas o compradas con uno de estos tres destinos: matrimonio, prostitución o esclavitud. A estas últimas las encontraremos en nuestros países, lugares donde también la pobreza extrema es especialmente acentuada en aquellos grupos de mujeres que sufren una múltiple discriminación. Además de mujeres son emigrantes, pertenecen a alguna minoría étnica o carecen de los recursos económicos, formativos y sociales necesarios para acceder a un empleo remunerado. La situación se agrava cuando atienden solas a sus hijas e hijos. El hecho de formar parte de una familia monomarental, junto a la desigualdad, ha hecho que la pobreza tenga rostro femenino.

Por eso, el feminismo no ha muerto -como algunos pretenden y proclaman-, el feminismo no ha alcanzado, ni siquiera en el mejor de los mundos, todos sus objetivos. Pero el feminismo, el movimiento de mujeres y las personas sensibles a la desigualdad de género tenemos ahora una tarea prioritaria: trabajar decididamente a favor de 'las demás'. En ese sentido, el movimiento de mujeres en Europa está incorporando a su tarea la reivindicación de los derechos de las mujeres inmigrantes, las solicitantes de asilo y las mujeres víctimas de la trata con fines de explotación sexual. Un ejemplo del camino emprendido es la campaña a favor de las mujeres solicitantes de asilo que lanzó el pasado 6 de diciembre el Lobby Europeo de Mujeres, en colaboración con la Fundación Henrich Böll, ilustrada con el eslogan La persecución también tiene género. En su mensaje, dirigido a los responsables políticos de la UE, el Lobby solicita que las formas específicas de persecución sufridas por las mujeres sean consideradas causa legítima para la obtención del derecho de asilo en todos los países miembros de la Unión Europea, avanzando así en la construcción de una Política Europea de Asilo acorde con la perspectiva de género. Por otro lado, cada vez más, los programas de cooperación y ayuda al desarrollo integran la cuestión del género como un instrumento fundamental para la eficacia de las acciones y la valoración de sus resultados.

En ese camino hay que contar con el consenso social y, sobre todo, con la voluntad decidida de los responsables políticos y de los Gobiernos.

Frente a la dominación, absorción o predominio de una cultura sobre otras, frente a la negación del mestizaje y del diálogo intercultural, sólo la convivencia basada en el respeto a los derechos iguales de todas y todos permitirá alcanzar una sociedad democrática respetuosa del pluralismo y la diversidad. Frente a las injusticias de la desigualdad y el subdesarrollo, sólo nuestro firme compromiso político con la transformación social y económica hará posible que esa convivencia se asiente a escala planetaria sobre bases de justicia y equidad. Ésos son, a nuestro juicio, los retos de un movimiento, el feminismo, que siempre ha tenido vocación internacionalista y universalista.

Micaela Navarro es secretaria de Igualdad de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE y diputada. Elena Valenciano es eurodiputada del PSOE y titular de la Comisión de Derechos de la Mujer del Parlamento Europeo.

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