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Un muerto y 11 heridos al desplomarse un edificio en el centro de Madrid

El inmueble debía pasar antes de julio la preceptiva inspección técnica de casas antiguas

La víctima mortal, cuya identidad no había sido facilitada a última hora de la tarde de ayer, es un hombre de mediana edad que fue hallado bajo los escombros en un lugar marcado por los perros adiestrados para la búsqueda de personas atrapadas. Un joven de 21 años permaneció cuatro horas bajo los escombros y gracias a un teléfono móvil pudo comunicarse con su familia hasta que fue rescatado.

Cuatro de los heridos fueron trasladados a centros hospitalarios por las lesiones sufridas. De ellos, las heridas más graves las sufrió una mujer de 51 años, ingresada en el hospital Gregorio Marañón con numerosas fracturas, y otra persona de unos 25 años, que fue trasladada al hospital Clínico con politraumatismos.

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Las primeras investigaciones apuntan a que la causa del siniestro pudieron ser las obras de reforma que se estaban haciendo en la planta baja del edificio, ocupado por una popular tienda de lencería y otro local en el que también se estaban haciendo obras.

Primero cayeron cascotes de la cornisa. Instantes después, todo se vino abajo, según varios testigos. 'Ha sido como una explosión controlada de esas que se ven por la televisión', explicaba ayer Juan Manuel Jiménez, que en ese momento repartía propaganda en la puerta de los grandes almacenes que se encuentran justo enfrente del lugar del siniestro. 'La gente se ha puesto histérica y ha empezado a correr despavorida', contaba el testigo.

Segundos antes de caerse el edificio, el semáforo que regula el cruce de la calle de Alberto Aguilera -perpendicular a Gaztambide- con la de la Princesa se puso en verde para los peatones. 'Eso nos ha salvado. Estábamos cruzando la calle cuando hemos oido que unos cristales estallaban detrás de nosotros', explicaba Lucía Díaz, una estudiante que pasaba por allí con dos amigas. 'Al darnos la vuelta hemos visto cómo nos perseguía una enorme nube de humo y hemos empezado a correr. Un chico que conducía un coche se ha puesto muy nervioso porque no podía avanzar por culpa de la gente', relataba Lucía.

Los bomberos seguían anoche rastreando la zona por la sospecha de que pudiera haber alguna otra persona bajo los escombros.

El edificio había sido construido en la primera mitad del siglo XX. Según datos del Ayuntamiento, se trataba de un inmueble protegido y debía pasar la Inspección Técnica de Edificios antes de julio de este año. Fernando Macías, jefe del departamento municipal de Protección de la Edificación concluyó, tras examinar el inmueble, que no presentaba grietas anteriores al derrumbe.

El edificio desplomado ayer en el barrio madrileño de Argüelles.
El edificio desplomado ayer en el barrio madrileño de Argüelles.EFE

Cuatro horas bajo los escombros conectado a un teléfono móvil

Los perros encargados del rescate marcaron dos puntos bajo los escombros del edificio. Era la señal inequívoca de que allí había alguien. Primero se encontró el cadáver de un hombre. Luego se detectó que había alguien más bajo aquel enjambre de cascotes. Era Ángel Gómez Gata, un fontanero de 21 años, que se encontraba bajo cuatro metros de escombros pero con vida. A través de su teléfono móvil avisó de que estaba atrapado. Primero llamó a su novia y luego a su familia. Ellos le pusieron en contacto con los servicios de emergencia. Ángel Gómez explicó por su móvil que estaba bien, pero que le dolía la pierna y la espalda, pero tenía aire para respirar. Se había quedado atrapado mientras trabajaba en las obras de reforma de un local comercial. Cerca de treinta miembros del Cuerpo de Bomberos trabajaban a ritmo frenético para desescombrar a mano la zona bajo la que se encontraba el joven. La operación se realizaba con mimo por el temor a nuevos derrumbes. Ángel, a diferencia de sus compañeros de obra, no tuvo tiempo de escapar. El desplome del edificio le pilló en cuclillas, refugiado bajo el hueco que le dejó una tabla de madera -probablemente una viga o una puerta- que le presionaba el cuerpo. Sin embargo, esa madera fue su salvación. Sin ese parapeto, los cascotes de ladrillo, el hormigón y el acero le habrían aplastado. La tabla, además, le abrió una bolsa de aire suficientemente grande para respirar. 'Tranquilo. Respira profundo, Ángel. Que sólo son tres minutos...', le decía Emilio, el portavoz del Samur. Él, como otros compañeros, trataban de calmar al obrero mientras se realizaba el rescate. Luego llegó Rosa Suárez, una psicóloga que apoyó a Ángel en su calvario. Hubo un momento en el que el hombre estuvo a punto de perder los nervios. 'Ha habido momentos en los que él no quería tener ninguna comunicación y estaba muy nervioso. Para ayudarle, le dijimos que pensara en algo agradable, que intentara alejarse mentalmente de la situación porque le iban a sacar enseguida. Pero él decía que no iba a aguantar. Luego ha hablado con su novia y se ha animado'. Pasadas las seis de la tarde, los bomberos consiguieron apartar los escombros y sacarle del lugar. Tenía graves heridas en la pierna derecha y en la pelvis, pero su vida no corría peligro .

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