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Reportaje:

'¡Somos el Tercer Mundo!'

Los familiares de las víctimas de la tragedia del Duero descargan su furia sobre las autoridades portuguesas

El primer ministro portugués, António Guterres, fue recibido el lunes con insultos y gritos de 'asesino'. Dos vecinos increparon ayer al presidente de la República, Jorge Sampaio, con nuevas voces: '¡Somos el Tercer Mundo! ¡Esto es un socialismo para ricos!'. El párrroco que ofició el funeral por la primera víctima no quiso pronunciarse sobre la presencia de los políticos después de la tragedia. Otros guardan silencio y esperan con resignación. El presidente portugués intentó aliviar las penas de los infelices y calmar la furia de los indignados.

Dos días después del siniestro la gente no levanta los ojos del Duero. Vecinos, curiosos y familiares de los muertos se apiñan en las márgenes del río a la espera de que los servicios de socorro rescaten los cadáveres y acaben con la agonía. Al menos 70 personas fueron engullidas por las aguas tras el desplome del puente que une Castelo de Paiva y Entre os Ríos. Fue un autobús con 67 pasajeros y un mínimo de dos vehículos ligeros. Algunos vecinos hablaban de un desaparecido en un tercer coche y los responsables de Protección Civil comentaban que el sonar había detectado cuatro objetos metálicos del mismo tamaño. No descartaban un cuarto automóvil.

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El presidente portugués decidió entrevistarse con los responsables del rescate y visitar a los familiares de las víctimas. A la salida de la primera reunión, Manuel Maia y Manuel Asunçao le increparon a gritos: '¡No hay derecho, presidente!'. Rodeado de periodistas, Sampaio no eludió el encuentro: 'Calma, vamos a tener calma; las operaciones de rescate, si no existe un golpe de suerte, van a retrasarse. Lo primero es rescatar los cuerpos, después indemnizar a las familias y, por último, depurar todas las responsabilidades'.

Ambos escucharon en silencio al presidente, pero no aceptaron su opinión. Sampaio abandonó el lugar, pero Manuel Maia seguía indignado: 'Esto parece una película. Todo el mundo sabía que no existían condiciones para transitar por aquí. Esto no es un país civilizado. Las carreteras están llenas de baches, los puentes en mal estado y ya se había alertado de esos peligros. Todo esto se podía haber evitado'. Manuel Asunçao se mantenía en la misma posición: 'Éste es el país de las injusticias; los gobernantes y los ricos se preparan el tren de alta velocidad, el nuevo aeropuerto de Lisboa o las autopistas que necesitan. Mientras tanto, los pobres seguimos abandonados en el resto del país'.

Cada grupo de personas tiene familiares o amigos muertos. Todos aguardan soluciones, aunque existen prioridades. Guilherme Albes ha perdido a sus padres en la tragedia. ¿Qué opina? 'Nada, qué voy a decir. Sólo queremos que localicen los cuerpos. Eso es lo prioritario, luego ya veremos'. Otros callan. Lloran o se rebelan. Están cansados de responder a decenas de periodistas, portugueses y extranjeros. En la escuela de Raiva, la aldea que ha perdido a 33 personas, se encuentra un joven que ha perdido a 9 familiares. ¿Qué va a decirle al presidente? '¡Basta ya!' Es su única respuesta.

No es el único caso trágico. Todo lo contrario. El presidente portugués ha visitado a dos jóvenes que perdieron a sus padres; a dos ancianos en silla de ruedas que perdieron a tres hijos o a decenas de abatidos por el desastre. El alcalde de Castelo de Paiva, el socialdemócrata Paulo Teixeira, reconoce que un matrimonio, cuya identidad no revela, ha perdido a sus cinco hijos. Cada pregunta es un drama.

A la salida de la escuela primaria de Raiva -una aldea que ha perdido su propio nombre (la rabia)-, Jorge Sampaio vuelve a conversar con los periodistas: 'Las familias tienen que resistir a una prueba tan difícil. Se están poniendo todos los medios, pero si los responsables de las operaciones creen que son necesarios más, pediremos más. Ahora hay que localizar los cuerpos y dar una ayuda sólida a las familias. Más allá de los resentimientos, he pedido a las familias que esperen del presidente de la República una investigación clara y exhaustiva para depurar todas las responsabilidades'.

Las explicaciones alivian las penas, pero no acaban de convencer a los afectados. Menos aún a los indignados. Joaquím Cunha, el párroco que ofició ayer el funeral de la primera víctima rescatada, es suficientemente claro: 'Después de tantas reclamaciones, los políticos deberían haber resuelto todo esto; no debería haber ocurrido'. Sobre las visitas políticas de todos los colores en estos días, el párroco también es suficientemente claro: 'Sin comentarios, que ya es bastante comentar'.

Un grupo de militares portugueses navega ayer por el río Duero en busca de las víctimas del accidente ocurrido el domingo.
Un grupo de militares portugueses navega ayer por el río Duero en busca de las víctimas del accidente ocurrido el domingo.REUTERS

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