De la Rúa cambia sus ministros tras la renuncia del Gabinete
El presidente argentino pide al titular de Defensa que se haga cargo de Economía
El portavoz del presidente, Ricardo Ostuni, dijo que "probablemente" esta tarde se harán los anuncios oficiales sobre quiénes son los nuevos ministros que van a jurar sus cargos mañana mismo. El presidente tiene previsto dirigir un mensaje radiotelevisado al país para explicar el alcance de la crisis.
Durante toda la mañana de ayer, De la Rúa mantuvo consultas con los partidos que integran el Gobierno de coalición de la Alianza y con sus colaboradores más cercanos antes de decidir los cambios. Uno de los funcionarios que participó de esas reuniones confió ayer a EL PAÍS que "todos saben que ésta es la última oportunidad, no se discute sólo sobre quién ocupará el cargo, sino las políticas a seguir; en realidad, se juega el futuro de la Alianza".
La renuncia de Machinea ha puesto de manifiesto no sólo la gravedad de la crisis y sus consecuencias sociales, sino también las diferencias políticas abismales que separan al trío conductor de la Alianza: el presidente Fernando de la Rúa; el ex presidente Raúl Alfonsín, líder de la Unión Cívica Radical, y Carlos Chacho Álvarez, jefe del Frepaso, un frente de partidos de centroizquierda.
El pasado viernes, un día después de que De la Rúa inaugurara las sesiones ordinarias del Congreso con un discurso de hora y media en el que revisó su primer año de Gobierno y destacó las "reformas que ningún presidente hizo antes", el ex vicepresidente Álvarez advertía de que "la gente está en otra sintonía" y que "la expectativa de la sociedad está puesta en otro lado". Tres horas antes de que Machinea presentara su renuncia, Álvarez insistía con una réplica tan dura como la de la oposición: "Seguramente habrá muchos que cuando escucharon al presidente en el Congreso decían: bueno, muy bien, pero ¿qué pasa con la reactivación económica, con el crecimiento, qué pasa con el trabajo en Argentina?".
Machinea, el ministro de Economía que asumió el cargo junto con De la Rúa en diciembre de 1999, es otro de los fusibles que saltan en el sistema argentino porque los cables políticos de la Alianza están en cortocircuito permanente. El durísimo plan de ajuste aplicado desde el comienzo, que incluyó subidas de impuestos y rebajas de salarios y contó en principio con el apoyo de los líderes políticos, se volvió en contra del Gobierno y recogió las críticas de Alfonsín y Álvarez. El mercado interno se deprimió aún más.
En octubre el vicepresidente Carlos Álvarez renunció tras el escándalo de los presuntos sobornos pagados a los senadores para que aprobaran la reforma a las leyes laborales. El pánico sucedió al terremoto político, hasta que el Gobierno presentó como un logro y un mérito el haber logrado un salvavidas de 39.700 millones en créditos que encabezó el Fondo Monetario Internacional y en el que participó España con 1.000 millones. Ese blindaje, que garantizaba a los acreedores el cobro de sus deudas, parecía que también iba a derramar confianza y beneficios sobre la economía del país. La subsiguiente Operación Optimismo lanzada por el Gobierno se quedó en puro acto propagandístico. Las encuestas indicaban que la mayoría de los ciudadanos no compraba ese discurso y percibía la ayuda financiera internacional como un salvavidas de plomo.
Un mes más tarde, hacia fines de enero, en las cuevas políticas de la Alianza ya se discutía el relevo de Machinea. El plazo concedido llegaba hasta el mes de marzo.
El pasado 24 de enero, en una entrevista a El PAÍS, el ex vicepresidente Álvarez admitía que el debate interno mantenía a la Alianza al borde de la fractura definitiva. "Cualquier reemplazo del ministro de Economía genera una situación conflictiva en la Alianza. No hay hombres en el banquillo que ayuden a homogeneizar, que sean garantía de la estrategia de crecimiento, que crean en las políticas activas, que no sean fundamentalistas del mercado. Lo que hay en el banquillo son visiones más ortodoxas, más conflictivas para una coalición que quiere seguir diciéndose progresista", decía entonces.
En las reuniones del viernes y en las consultas de ayer, el ex vicepresidente Álvarez tuvo que discutir nuevamente con De la Rúa sobre la posible incorporación al Gobierno de Domingo Cavallo y de López Murphy. De la Rúa estaba dispuesto a "reformular" el cóctel político de la Alianza. Pero la reincorporación al Gobierno de Cavallo provocaría la fractura definitiva de la Alianza, la salida del Frepaso del Gobierno. Pero De la Rúa contaría con el apoyo de los legisladores de Cavallo y con sectores del peronismo para apostar todo a la recuperación económica.
Un líder sin pegada
El jueves por la noche, horas después de que fueran inauguradas las sesiones ordinarias del Congreso, el presidente Fernando de la Rúa aceptó la invitación del periodista Mariano Grondona al programa de mayor audiencia en su género. "No se le ve a usted como a un presidente enérgico, capaz de pegar un golpe sobre la mesa; este país esta acostumbrado a liderazgos fuertes...", planteó el analista al presidente. De la Rúa dijo que su fortaleza debía apreciarse a lo largo de su gestión, donde podía comprobarse qué había hecho y logrado, pero que si hacía falta pegar un golpe sobre la mesa, lo podía dar. Pero la imagen de De la Rúa no se recupera. Cayó del 60% en el comienzo de su gestión al 15% en diciembre. El gobernador peronista de la provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, le dobla en intención de voto para las presidenciales de 2003 y la diputada radical Elisa Carrió, destacada líder parlamentaria que encabeza las investigaciones sobre blanqueo de dinero de los sobornos pagados durante las privatizaciones del Gobierno peronista, triplica a los dos en las encuestas. "Dicen que soy aburrido...", admitía De la Rúa durante la última campaña electoral. El conflicto de fondo no parece ser sólo de imagen. Menem tampoco tenía una imagen respetable en la opinión de los ciudadanos, pero formaba un equipo sólido con el superministro de Economía, Domingo Cavallo. Ambos se complementaban. El matrimonio al mando del Gobierno de coalición, De la Rúa-Álvarez, fracasó porque el régimen presidencialista argentino sólo concede poder y protagonismo al jefe del Estado. Demasiado para De la Rúa, poco para la ambición de Álvarez. Sólo podía funcionar con el soporte y el liderazgo de un ministro de Economía que les resolviera los asuntos duros de la Administración. Álvarez renunció, al fin, a los 10 meses de convivencia y aun cuando ninguno de los dos había pedido el divorcio, ambos empezaron a vivir separados. Machinea también se fue y De la Rúa tiene que elegir bien esta vez o todos los que todavía le apoyan acabarán por dejarle solo y aburrido.
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