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15.000 + muchos miles: ¿y ahora qué?

El domingo 25 de febrero 15.000 habitantes de les Terres de l'Ebre tomaron pacífica y lúdicamente Barcelona. Estuvieron muy bien acompañados por gentes del Priorat y otros catalanes periféricos, así como por aragoneses y otros vecinos. Y, sobre todo, por muchos -muchos- miles de catalanes metropolitanos. Sin todos ellos, la toma de Barcelona no hubiera sido posible. Con todos ellos, las consecuencias del 25-F para el futuro de Cataluña serán más variadas y profundas de lo que los análisis de urgencia han sido capaces de aprehender.

En primer lugar, les Terres de l'Ebre se han puesto de largo en Cataluña. A falta de instituciones públicas que canalicen su voz, los habitantes del territorio en masa han asumido en primera persona del plural la acción y la expresión de sus deseos e ilusiones: impulsar el desarrollo a partir de las propias potencialidades de la zona, combinando crecimiento económico y calidad de vida. Preservando la calidad y variedad medioambiental, uno de sus principales activos para atraer actividad económica sostenible, y también para atraer intercambio humano y cultural.

Precisamente, en este último aspecto, la demostración proyectó la singularidad cultural del territorio, que es una de sus aportaciones a la riqueza y pluralidad de Cataluña. El hilo musical de la movilización corrió a cargo de diversas bandas municipales, prolijas en marchas festivas, y de la inestimable aportación de Quico, el Celio, el noi i el mut de Ferreries, indiscutibles iconos de la modernización del folclor regional, alrededor de la jota mediterránea. La multitud concentrada en la plaza de la catedral observó con sorpresa y alegría cómo los mismos que vibrábamos con nuestras jotas lúdicas y bandas de música hacíamos también nuestras las notas de sardana que sonaron después. En culturas, como en lenguas, más es mejor que menos.

En segundo lugar, Cataluña está más entera después del 25-F. Quienes se desplazaron a Barcelona regresaron a sus hogares con una doble satisfacción. Por una parte, por el propio éxito de la demostración y del rechazo al Plan Hidrológico Nacional y a la saturación de proyectos de generación eléctrica en el sur. Por otra parte, por la sensación de haber sido escuchados, muy por encima de cualquier previsión inicial, por la Cataluña neurálgica, a la que se venía percibiendo como indiferente hacia los riesgos e incertidumbres de los territorios meridionales. Cataluña ha hecho suyos estos problemas y ha reconciliado el territorio con el país. Por eso, hoy Cataluña está más completa, y esto mejora su capacidad para desarrollarse integralmente.

Ahora el paisaje ya incorpora algunas novedades irreversibles. Primero, en el ámbito más estructural, la organización institucional de les Terres de l'Ebre será una realidad más pronto que tarde. A nadie le puede parecer sensato continuar manteniendo toda esa energía acumulada, una de cuyas expresiones fue la manifestada en Barcelona, sin canales institucionales adecuados. El territorio tendrá voz.

Por lo que respecta a los proyectos concretos en discusión, parece claro que tanto la intrusión de parques eólicos en espacios de interés natural como el proyecto de megacentral de generación eléctrica de Enron han quedado heridos de muerte. Todavía más cuando este diario ha difundido información que indica que la misma empresa está ejecutando proyectos de generación similares en California que, con mayor inversión, reducen el impacto medioambiental a sólo el 10% del previsto para el caso de la central proyectada en Cataluña.

También cuando sabemos que la Consejería de Medio Ambiente aprobó el proyecto de Enron aunque no se incluía el impacto de la red de alta tensión y del gasoducto asociados. ¡Qué desfachatez!

También ha quedado herido de muerte, en Cataluña, el Plan Hidrológico Nacional. Pero las reglas de este partido son más complicadas. Su tramitación legal se desarrollará en las Cortes Generales, donde el Partido Popular goza de mayoría absoluta. Sin embargo, Cataluña tiene mucho que decir: el Gobierno de la Generalitat puede ser una pieza central para desactivar la ejecución del megatrasvase del Ebro contenido en el PHN. Porque en la España de 2000 es imposible ejecutar un plan territorial en un periodo de entre 10 y 15 años con la oposición de Andalucía y Cataluña, además de Aragón, Asturias y Baleares.

La pelota está en el tejado del Gobierno de la Generalitat. Hay que reconocer que su situación es compleja, porque precisamente la estabilidad del Gobierno de CiU depende del apoyo del PP en el Parlament, y hemos podido oír ya que un 'no' al trasvase del Ebro puede dejar al Gobierno en minoría. Difícil elección para Jordi Pujol: o bien avalar en Madrid a sus aliados parlamentarios, o bien defender los intereses de les Terres de l'Ebre: es decir los intereses de Cataluña. Lo primero es tentador, porque puede prorrogar por un tiempo la permanencia de CiU en el Gobierno. Pero, ¡qué lenta agonía! Confío en que el Gobierno optará por defender Cataluña, porque veintitantos años de presidencia no merecen este tipo de epílogos tan contradictorios y, sobre todo, tan tristes.

Germà Bel es profesor de Política económica y diputado del PSC.

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