La creación de empleo se debilita
Esta semana hemos conocido dos de los indicadores económicos con mayor impacto en la opinión pública: la Encuesta de Población Activa (EPA) y el Índice de Precios de Consumo (IPC). Los datos de la EPA, del cuarto trimestre de 2000, han sido peores de lo previsto. Este periodo no es especialmente favorable para la creación de empleo, pero tampoco esperábamos que disminuyera (-10.700 personas), pues no lo había hecho desde el cuarto trimestre de 1994, cuando la economía española andaba aún renqueante tras la recesión de 1992-1993. Con los datos de este trimestre, la tasa interanual de aumento del empleo se ha desacelerado desde el 4,2% en el tercer trimestre al 3,5% en el cuarto. Esto nos está indicando que la pérdida de ritmo de crecimiento del PIB a finales del pasado año fue notable, más que la estimada por el Banco de España, aunque es probable que cuando se publique la Contabilidad Nacional el próximo miércoles, esto no se note demasiado en los datos que se difunden a los medios de comunicación, al estar éstos suavizados (las llamadas series de ciclo-tendencia).
El paro siguió reduciéndose en el último trimestre de 2000 porque la población activa disminuyó en mayor cuantía
A pesar de la caída del empleo, el paro siguió reduciéndose en el último trimestre del pasado año (-22.400 personas), lo que se explica porque la población activa disminuyó en mayor cuantía. Es normal que en este trimestre disminuya la población activa, pero no en la medida que lo ha hecho esta vez (-33.100 personas), lo que puede relacionarse con el empeoramiento del mercado laboral, pues, al margen de sus determinantes tendenciales de tipo demográfico, cultural, etcétera, esta variable también guarda una relación directa con la fase cíclica, dado que hay personas que se animan o se desaniman a buscar trabajo en función de la facilidad o probabilidad de encontrarlo.
Por lo que respecta al IPC de enero, el dato fue bueno, pues la inflación cayó por segundo mes consecutivo, situándose en el 3,7%, tres décimas menos que el mes anterior. Este resultado mejoró ligeramente nuestras previsiones, si bien puede atribuirse a los cambios metodológicos en el cálculo del IPC, que contribuyeron con casi una décima a la disminución de la inflación. Ahora bien, la reducción del ritmo de crecimiento de los precios fue debida totalmente a la caída de los de la energía, mientras que el resto de componentes mantuvieron la tendencia alcista. Los alimentos, porque siguen acusando el efecto de las vacas locas; y los bienes industriales y servicios no energéticos, porque continúa el proceso de traslado a los precios finales de los aumentos de los costes de producción ocasionados por las anteriores subidas del petróleo y otras materias primas.
Este proceso no puede darse por terminado, pero, a pesar de ello, la tasa de inflación seguirá cayendo, dado que un año antes se produjeron fuertes subidas de la energía que este año no se van a producir. Esta reducción de la inflación no debe, sin embargo, llevarnos a levantar la guardia y pensar que el problema está solucionado. Sigue siendo necesaria una acción más contundente de la política económica, tanto de tipo estructural como fiscal, y un comportamiento responsable de los agentes económicos y sociales para vencer lo que puede ser el mayor lastre para el crecimiento y la creación de empleo a medio y largo plazo.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros Confederadas para la Investigación Económica y Social (FUNCAS).
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