'Si no hiciéramos cine social, haríamos el ridículo'
La resaca y la sorpresa la digirió ayer Achero Mañas en casa, con su hija Laura, de seis años, y su familia, que acaba de perder a su padre, el escritor Alfredo Mañas, a quien Achero dijo sentir durante la ceremonia de las sorpresas 'más cerca que nunca'. La noche anterior no se había separado del niño Juan José Ballesta, también premiado como mejor actor revelación, que lucía un traje que le hacía parecer un niño de San Ildefonso. A las tres de la madrugada, el chaval de Parla (Madrid), a quien el director seleccionó tras un casting con cientos de niños, era la estrella de las televisiones y contaba a quien le quisiera oír el método de su maestro para meterle en situación. 'Achero me decía que tenía que llorar y que había tres posibilidades: o salía de mí, o me echaba colirio o me metía una hostia. Al final salió de mí, para eso me pagan', comentaba el infante. Y es que Mañas siembra tempestades y recoge premios.
Pregunta. ¿Se ha repuesto usted de la resaca que le ha convertido en el hombre del día?
Respuesta. Resaca, en absoluto. Me acosté pronto, porque tenía que pasar el día con mi hija. Tampoco quería celebrar nada, pasara lo que pasara, porque está muy reciente la muerte de mi padre. Más que el hombre del día soy el pequeñito del día. Como dicen mis amigos: '¡Han triunfado los de las pateras!'. Se referían a los más débiles, a los que tenían menos posibilidades, y eso es lo que más ilusión me hace.
P. Otra vez, en los premios Goya, David vence a Goliat. ¿Por qué a los académicos les gustan tanto las óperas primas?
R. Parece que se repite lo de Amenábar, con Tesis; Fernando León, con Barrio, o Benito Zambrano, con Solas. La Academia es joven y son conscientes de que, si apoyan a la gente con menos fuerza, ayudan al cine, a que haya de todo. Creo que han sabido muy bien repartir y han tenido muy en cuenta que La comunidad ya ha ganado mucho en taquilla, que José Luis Garci puede concurrir a los oscars y también ha hecho dinero con You're the one y que nosotros éramos los que más lo necesitábamos. Pero está bien que se repartan los premios y que haya para todos.
P. Éste es un país en el que se encumbra para aplastar. ¿Está preparado?
R. Estoy preparado para trabajar en cuanto se pasen las celebraciones. Tengo muy presentes las palabras que me dijo Diego Galán en el pasado Festival de San Sebastián: 'La vanidad dura más que el éxito'. No se me olvida. Voy a disfrutar el premio unos días, porque hay que disfrutar este segundito de gloria, pero voy a centrarme en el trabajo, a ponerme al ordenador rápido.
P. Y tras la ceremonia, ¿qué sintió con más calor, los abrazos o las miradas asesinas?
R. Los abrazos, por supuesto. Ayer no hubo miradas asesinas. La gente de películas rivales se acercó a saludarme. Sentía que a la película se la quería. Incluso el apoyo de los medios de comunicación. Me contaron que en la sala de prensa se jalearon los premios de El Bola y eso me hizo mucha ilusión.
P. ¿Álex de la Iglesia también le felicitó?
R. A Álex no le ví en la fiesta ni en la ceremonia. Me lo encontré al salir, en un callejón oscuro, cuando los dos nos íbamos. Yo le hice un gesto y le felicité por lo que había ganado su película. Él me devolvió el saludo con otro gesto.
P. ¿Le han llovido ya las ofertas?
R. No. Pero no voy a aceptar ofertas. Voy a seguir trabajando con Tesela, la productora que ha hecho El Bola y que ha confiado en mí. Juan Antonio Félez me ha ofrecido unas condiciones muy razonables para hacerla, y la siguiente será también con él, porque, aunque me puedan dar más dinero en otro sitio, no quiero ganar más y trabajar con problemas. La relación en el aspecto humano ha sido muy satisfactoria con ellos. Son una empresa recién creada que necesitaba un reconocimiento y les ha venido este mismo año, merecidamente.
P. ¿Qué está preparando?
R. No me gusta hablar de ello, porque se puede torcer o por lo que sea, pero así, a grandes rasgos, se titula Noviembre, y trata de un grupo de teatro independiente. Lo quiero rodar como un documental en el que los actores hablan de la compañía con distancia, 20 años después. Y el personaje principal es el director, que es un hombre idealista, anacrónico, brillante y grotesco al tiempo, un Quijote cargado de razón a veces y de falta de ella otras.
P. El niño Juan José Ballesta, protagonista de El Bola, parecía mucho más en su salsa que usted en la recogida de galardones.
R. ¡Qué va! Lo que pasa es que no se vio, pero el niño lloró y todo, le dio un ataque de llanto. Pero es que es un profesional y tiene una capacidad de control sobre sus emociones que no es normal a su edad. Le dieron una cámara para que rodara la ceremonia e hizo entrevistas hasta a Ana Obregón. Lo hicimos para que se calmara, así le teníamos controlado.
P. El Bola habla de los malos tratos, ¿no teme que le acusen de oportunista?
R. Nunca nos ha pasado. Y eso que yo temía que pudiera ocurrir. Escribí el guión hace tres años, después de mis experiencias con menores marginados y en centros de acogida en cortos como Cazadores o Metro. También estaban presentes mis experiencias con otros niños de mi barrio, Carabanchel, en mi infancia. Pero no ha pasado nunca eso, pese a que, cuando empezó a surgir el tema en los medios de comunicación hace dos años, tuve miedo de que nos acusaran de apuntarnos al carro, pero no, por suerte.
P. ¿Qué tipo de niños estamos criando?
R. Niños en una sociedad competitiva y violenta. Es cierto que siempre ha existido violencia, pero deberíamos tender a que fuera menor. Por ejemplo, que se pueda alistar al Ejército a niños con 14 años cuando su derecho al voto es a los 18, según denuncia la ONU. De todas formas, la educación es muy difícil. Hagamos lo que hagamos, siempre habrá cosas que nos saldrán mal. Debemos centrarnos en motivar al niño y en que tenga capacidad de elección, no adoctrinarle.
P. Su película se adscribe al cine social, que tan bien ha cuajado en Europa en los últimos años. ¿Cree que en España estamos todavía verdes en compromiso?
R. Lo mejor es que haya variedad. Hemos vivido un momento de euforia en el que se ha hecho de todo. Creo que deben verse todo tipo de temas, estilos y generaciones, como la de José Luis Borau, que, aunque sea mayor, ha hecho una película joven y fresca como Leo. Se hace cine por inquietud personal, no para ganar premios. Además, la frescura no tiene que ver con la edad. Cervantes escribió El Quijote con 66 años. Dentro de esa variedad, por supuesto, tiene que existir cine social, preocupación por contar el mundo que nos rodea; si no, hacemos el ridículo.
P. Con los Goya, su película volverá a los cines. ¿Es para lo único que sirven estos premios?
R. Sirven para la salud del cine español. Para sostener la industria y repartir juego y promocionar nuestras películas. Pero yo, sobre todo, tengo que agradecer a nuestra distribuidora, Nirvana, que haya aguantado la película tres meses y medio en algunas salas, aunque ahora, con los premios, saldrán más copias.
P. ¿Usted era o es actor?
R. Vocacionalmente era actor. Pero también tenía la faceta de la escritura, que volqué en la escritura cinematográfica, porque era el medio que mejor conocía. Ahí he encontrado un hueco para mis historias. Nunca pensé en ser director, quería escribir; ahora sé que es mi vocación también, porque es el vehículo para contar mis ideas y mis sentimientos.
P. ¿Algún día se dirigirá a sí mismo en alguna película?
R. No quiero. Eso es una esquizofrenia excesiva. El director no pararía de discutir con el actor, y viceversa; soy muy autocrítico. Aunque nunca digas de esta agua no beberé. Lo que no descarto es interpretar alguna película con alguna historia o un director que me interese.
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