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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un plan contradictorio

Que un Gobierno renueve periódicamente su compromiso con la estabilidad monetaria y la prudencia en el gasto público es estimulante para la opinión pública. En el caso de España se agradece todavía más, porque en los últimos 25 años las prácticas presupuestarias no han tenido el grado de calidad y rigor que se advierte en otros países europeos. La revisión del Plan de Estabilidad aprobada recientemente por el Gabinete recuerda que se mantiene ese compromiso, y tiene mayor importancia porque reconoce una cierta desaceleración de la economía hasta el año 2004, cuyo alcance y consecuencias es pronto para determinar.

Las proyecciones suponen que el crecimiento será del 3,2% como media entre los años 2002 y 2004, gracias al cual se crearán 1,8 millones de nuevos empleos; la inversión pública aumentará hasta el 3,8% del PIB, y todo ello, con una inflación del 2%. El plan incluye también la dotación de algo más de un billón de pesetas para el fondo de reserva de las pensiones y una promesa de reducir de nuevo el impuesto sobre la renta a partir del año 2003, recortando el tipo marginal máximo desde el 48% actual al 46%, y el mínimo, desde el 18% al 15%.

El problema de las previsiones macroeconómicas del plan es su indefinición. La tasa de inflación prevista es poco creíble. Por más que el Banco Central Europeo establezca en el 2% el perímetro máximo de crecimiento de los precios de la zona UEM, ningún análisis económico matizado realizaría predicciones y cálculos de aumento del PIB o de gasto público bajo esta premisa. Además, aparece una grave contradicción en el modelo y objetivos del crecimiento. El déficit cero que impone el ministro Cristóbal Montoro no guarda demasiada coherencia con la prioridad política de avanzar en la convergencia real con Europa. Con un crecimiento del 3,2% como media en el próximo lustro, apenas sí se cerrará la brecha de bienestar con nuestros socios si éstos lo hacen en torno al 2%. O el Gobierno ha abandonado la convergencia como prioridad o espera conseguirla con un modelo que suscita muchas dudas; entre ellas, cómo se compaginan la reducción del IRPF, el aumento de la inversión pública, un crecimiento más suave de la economía y el famoso déficit cero.

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Estas contradicciones y la ausencia de detalle sobre las proyecciones de ingresos, gastos y financiación convierten al plan en un documento de buenas intenciones que suscita serias incertidumbres sobre la viabilidad de los objetivos que propone.

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