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El Centro Galego revisa el lugar del coche en la pintura española a través de Dalí, Tàpies y Arroyo

Xosé Hermida

Si hay un objeto que simbolice el espíritu del siglo XX, más incluso que la televisión, sería el automóvil. No hay más que echar un vistazo a los pintores representados en la exposición que ayer se inauguró en el Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC): de Dalí a Antonio López, de Tàpies a Gordillo o de Arroyo a Canogar.

La muestra, titulada Garaje. El automóvil en la pintura española del siglo XX, organizada por la Fundación Eduardo Barreiros, llega ahora a Galicia (origen del empresario e inventor) y se ha presentado con anterioridad en la Fundación Carlos de Amberes, de Madrid. El comisario es el historiador del arte Jaime Brihuega, para quien el problema no fue tanto encontrar material como atenerse a los límites que siempre impone una exposición. A la inauguración asistieron el presidente de la Xunta, Manuel Fraga, y la presidenta de la Fundación, Mariluz Barreiros.

En un siglo, el mundo se ha vuelto vertiginosamente veloz, pero no es el coche el único responsable. 'El ferrocarril, por ejemplo, supuso una revolución enorme', declara Brihuega, 'en pocos años, acortó las distancias en el mundo de forma fabulosa'. ¿Qué es, entonces, lo que tiene el automóvil específicamente para que nos parezca un símbolo más acabado? Brihuega apunta a su carácter de instrumento individual. 'En el ferrocarril la mirada es colectiva. El automóvil, sin embargo, reúne los atributos de la individualidad y la posesión. En el coche sentimos como si el tiempo y el paisaje fueran nuestros. Por eso es un símbolo tan importante en la publicidad'.

Arroyo, por ejemplo, escogió un automóvil como motivo para pintar en 1970 El regreso de Companys a Barcelona, y Dalí veía en el coche 'un falo erecto'. En la exposición está más presente la pintura figurativa, por motivos obvios, pero también hay lugar para la abstracción. Porque a veces el coche se evoca sin necesidad de mostrarlo, incluso en territorios tan alejados de la abstracción como el que pisa Antonio López, quien representa al automóvil a partir de su ausencia: la famosa imagen de la Gran Vía de Madrid completamente desierta. Las miradas de los pintores nos muestran el automóvil como un objeto ambivalente. 'Nos comunica, nos facilita la vida cotidiana, nos da libertad de movimientos, pero también puede ser nuestra mortaja', dice Brihuega.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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