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El nuevo Bilbao se exhibe en Roma con la potencia de la marca Guggenheim

Una exposición y unas jornadas sobre la ciudad celebran la transformación de la capital vasca

Se trata de una compleja metáfora sobre la evolución de la propia ciudad que, en palabras de Pilar Mur, comisaria de la muestra, 'está ligada al deseo de reconocerse de otro modo'.

El Guggenheim, que desde su apertura hace poco más de tres años ha recibido hasta hoy tres millones de visitantes, se ha convertido en un poderoso motor cultural para Bilbao, una fuente de estímulos, sobre todo, para los artistas locales. Pero, al mismo tiempo, la omnipresencia del Guggenheim lo anula todo. 'Se habla sólo del museo y no de los artistas de carne y hueso que trabajan allí', explica Pilar Mur. La galería Rekalde y la Fundación Bilbao 700 han escogido sólo a unos pocos de estos nuevos talentos para mostrar en la capital italiana hasta qué punto la cantera vasca sigue viva. Los elegidos son Charo Garaigorta, becaria de la Fundación Guggenheim; Asunción Goikoetxea, Eduardo López, Iñaki Ria, Juan Carlos Román, Susana Talayero y Begoña Zubero, todos con edades entre los 35 y los 40 años, nacidos o criados en Bilbao y representantes de unos noventa turbulentos que apenas dejan ver su impacto en la obra artística. Ni Pilar Mur, ni Javier González de Durana, de la galería Rekalde de Bilbao, creen que la escalada terrorista y el conflicto que se vive en el País Vasco hayan influido en los artistas plásticos contemporáneos. 'Hay casos de artistas nacionalistas, por supuesto, pero la mayoría vive su vocación como la viviría en cualquier otro lugar del mundo', opinan.

Susana Talayero presenta sus series de Flores y Escenas de niños todavía influida por su experiencia italiana. Juan Carlos Román, que se declara admirador del británico Damian Hirst, trae a Roma sus objetos ornamentales en madera y oro fino, y Eduardo López, una instalación compuesta por 74 cuadros de dos tamaños diferentes. Asunción Goikoetxea juega con las posibilidades del papel heliográfico, e Iñaki Ria muestra en sus fotografías Trajes y bailes y Bolsas para el absoluto, realizadas en astracán sintético, un estilo realista que despierta cierta inquietud en el observador. Begoña Zubero se inclina por retratar a los ángeles y a los demonios de forma estilizada y Charo Garaigorta apuesta por la videoinstalación.

Y si los artistas han conseguido abstraerse del medio ambiente, la plana mayor del Ayuntamiento de Bilbao (el alcalde, Iñaki Azkuna; el asesor de Urbanismo y el concejal de Cultura) se mostró ayer exultante sobre los resultados futuros de la renovación urbana y arquitectónica que ha emprendido la ciudad. Para Juan Ignacio Vidarte, director del Museo Guggenheim, que también intervino en el simposio sobre Bilbao organizado en la Academia de España, se puede decir que los bilbaínos 'están recuperando su autoestima'. Vidarte reconoce que el clima que se vive en el País Vasco, y sobre todo la amenaza terrorista, pesa como una losa sobre la ciudad; 'durante la tregua las cosas marcharon estupendamente', precisa, pero, así y todo, 'Bilbao está mucho mejor que hace 20 años'. Entonces, el hundimiento del antiguo tejido industrial presagiaba un futuro sombrío para la capital de Vizcaya. El Guggenheim lo ha cambiado todo.

Las manchas rojas

El azar ha querido que el desembarco de Bilbao en Roma coincidiera con la pequeña polémica suscitada por la denuncia de The New York Times sobre el estado de conservación del museo. Vidarte lo considera absurdo. 'Las manchas rojas están desde el principio y no tienen nada que ver con la oxidación del titanio, porque el titanio no se oxida'. Las manchas desaparecerán con una buena limpieza, asegura el director, que no es de los que considera útil cualquier clase de publicidad. En todo caso, se trata de un problema menor para un edificio que ha devuelto con creces lo invertido en su construcción. El Guggenheim da trabajo a 4.000 personas y desde que se inauguró en octubre de 1997 ha representado una inversión publicitaria gratuita para Bilbao calculada en más de 3.000 millones de pesetas. La mayoría de los visitantes llegan de fuera del País Vasco, con el porcentaje fundamental -un 35%- procedente del resto de Estado español.

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