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Reportaje:

Las aulas más mestizas

La mitad de los 250 alumnos del instituto Miquel Tarradell del Raval, en Barcelona, son hijos de inmigrantes

En el instituto del Raval Miquel Tarradell los alumnos confraternizan en clase con una muestra riquísima de chicos y chicas extranjeros que constituyen el 50% de los matriculados. Si alguien puede hablar con propiedad de mestizaje cultural son los profesores que enseñan en este vetusto edificio construido en la década de 1930, de acuerdo con la tipología arquitectónica que se estilaba en la época. A la sombra de la fachada recién restaurada juegan en el patio 250 adolescentes con indumentarias de lo más variadas, muchos de los cuales oyeron aquí las primeras palabras en catalán y en castellano de su vida.

El IEP Miquel Tarradell es uno de los 12 centros de Cataluña considerados de atención educativa preferente. Los institutos catalogados así tienen un maximo de 20 alumnos por clase, están dotados con más medios económicos y humanos que los otros y acostumbran a tener unos porcentajes del 30% de la matriculación inmigrante. En el centro docente del Raval se supera ampliamente el número de alumnos foráneos.

Abundan los ejemplos que demuestran que desconocer la lengua del país se supera con rapidez por unos niños ávidos de relacionarse

Los retos a los que se enfrenta el profesorado de este instituto creado en 1996 son variados y no sólo tienen que ver con las dificultades lingüísticas y culturales, sino con unos niveles de aprendizaje también muy desiguales. Abundan los ejemplos que demuestran que desconocer las lenguas propias del país se supera con bastante rapidez por parte de unos niños ávidos de relacionarse cuanto antes con sus compañeros. Sin embargo, resulta más complicado incorporar al grupo a un chaval suramericano que en su país de origen apenas ha pisado antes la escuela. No faltan casos de aprendizajes espectaculares como el de un alumno búlgaro que llegó al Raval en septiembre y que en noviembre ya se expresaba en catalán con gran corrección. Pero no a todos les resulta tan fácil. A una niña que no había salido del desierto del Sáhara hasta entonces, aclimatarse de repente a la rutina escolar se le hizo muy penoso.

Tres meses después de que el instituto Miquel Tarradell abriera sus puertas se hizo cargo de la dirección Josep Ignasi Almirall. Al igual que sus compañeros sabía que se trataba de un centro con unas características muy determinadas donde enseñar resulta altamente gratificante, pero donde se requieren unas condiciones específicas además de muchas ganas y de más horas de dedicación de las habituales. Dificultades nunca faltan, pero la gama es tan variada que resulta imprescindible trabajar en equipo. A un enseñante que se encuentra con un problema inesperado en el aula le sirve de gran ayuda poder analizarlo con los compañeros. Aquí no rige aquello tan manido de 'es tu problema' . Nada de lo que ocurre en el instituto le resulta ajeno a nadie. Almirall define a los profesores así: 'No somos un grupo de amigos, sino de profesionales interesados en resolver las situaciones que se nos van presentando. Requiere tiempo y armonía'. Confiesa que alguna vez se les 'queman los cables' y es entonces cuando 'se agradece que un compañero te eche una mano'.

En un tiempo en el que se habla tanto de la indisciplina en la enseñanza secundaria es estimulante oír a Josep Ignasi Almirall explicar el funcionamiento del instituto que dirige. Con tantas y tan variadas circunstancias como se presenta a diario, la junta directiva del centro considera que con el sistema de expedientes vigente no se puede funcionar: 'Nos saldrían expedientes por las orejas', afirma el director. La dinámica que mejores resultados les está dando es la de resolver los conflictos a través de la mediación. Lleva más tiempo, pero a la larga resulta más efectiva. Sobre el decreto de derechos y deberes que regula los casos de indisciplina en las escuelas opina que 'puede ser una herramienta útil para casos extremos'. Está orgulloso de que en clase no se ha sacado nunca una navaja porque si algo no se tolera en el centro es la falta de respeto. Les da igual que haya chicas que acudan con el chador o que otros lleven chilabas o túnicas peculiares. Sobre la indumentaria hay absoluta tolerancia. Cumplir las mínimas normas de higiene les parece algo de cajón, pero el respeto debido al profesorado y a los compañeros es básico y ahí no cabe mirar para otro lado.

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Mientras hablamos con el director, llama a la puerta un alumno con la voz alterada que dice : 'Profe, venga deprisa, arriba se está pegando el filipino con otro chico'. Acuden a separarlos y, a su vuelta, Almirall comenta que en una pelea conviene enfriar los ánimos cuanto antes. Se les separa y con frecuencia se les hace escribir la causa que la motivó, con lo cual se les obliga a recapacitar.

Los enseñantes de este instituto tienen un mayor desgaste físico derivado, entre otras cosas, de tener que estar muy atentos a cuanto ocurre alrededor. No obstante, el número de bajas laborales por enfermedad es el mismo que en cualquier otro centro.

Los esfuerzos del equipo docente se centraron, durante los primeros cursos, en montar la estructura básica para poder funcionar y, poco a poco, en las reuniones hablan más de temas relacionados con las materias, como en el resto de institutos, lo cual para ellos es un signo de normalidad que valoran. Josep Ignasi Almirall afirma que está claro que, en general, el profesorado de secundaria se encuentra desconcertado porque con la reforma han cambiado sus condiciones laborales sin que nadie les avisara de antemano, y eso lo acusan en todas partes.

La lista de alumnos delegados de clase colgada en la pared demuestra la variedad de nacionalidades: paquistaníes, europeos del Este, magrebíes, filipinos, etcétera. Para los profesores que imparten las asignaturas sólo hay una forma de responder al reto de la inmigración, que consiste 'en arremangarse todo el mundo y a trabajar', dice Almirall, quien está convencido de que en esta cuestión 'sobran discursos retóricos y falta el concurso de todos para facilitar la tarea'. El director pone un ejemplo: no puede ser que para conseguir que reparen el suelo del instituto tenga que insistir tantas veces cuando hay otras cosas que reclaman su atención.

El IEP Miquel Tarradell dispone de un Taller de Adaptación Escolar (TAE) propio -en otros lugares varios institutos comparten un mismo TAE- debido al alto número de inmigrantes que desconocen la lengua autóctona. Según Almirall, el diseño de acogida funciona bien sobre todo para los niños con lenguas no románicas. Los adolescentes que hablan lenguas de raíz latina quedan más desatendidos porque su incorporación a clase es más inmediata, aunque sean casi analfabetos porque en su país de origen apenas fueron a la escuela.

Observando al colectivo de profesores se entiende bien por qué muchos padres inmigrantes idealizan la escuela por la buena acogida que suele dispensar a sus vástagos. Para ellos no hay duda de que constituye la cara más amable que les ofrece el país al que acaban de llegar y la que les resulta más útil para desenvolverse fuera y encontrar trabajo en un entorno menos afable.

En otros centros cercanos del Raval, como el colegio concertado de religiosas de la orden Vedruna, cerca del 40% del alumnado es inmigrante. En este barrio barcelonés, los centros públicos y privados acogen a porcentajes de extranjeros similares, a diferencia de lo que ocurre en otros lugares.

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