Un delegado a medida
Todo lo que rodea a Manuel Rodríguez de Castro parece hecho a medida: el cargo, su comité ejecutivo y los trajes, magistralmente cosidos por un sastre que, en ocasiones, le toma medidas en su propio despacho. Para el delegado especial del Estado en la Zona Franca de Cádiz, un economista de 37 años, casado, padre de un hijo y militante del Partido Popular (PP), todo en la vida es un problema de volúmenes. Por eso se compara con Isidoro Álvarez, presidente de la primera compañía privada del país, porque lo que importa es el resultado. En ese camino, Rodríguez de Castro deja una suma de 45 facturas del Hotel Ritz de Madrid en los últimos cuatro años. Abonos de almuerzos de trabajo, no de pernoctaciones, sostiene. La colección de asientos que consta en los listados de los informes internos de control presupuestario del recinto fiscal muestra un reguero de viajes y almuerzos en restaurantes de lujo o esplendorosos regalos. El delegado especial no ha querido responder a las preguntas de este medio. Exigió que previamente el periodista le mostrara los documentos internos a los que había tenido acceso.
Antes de aterrizar en la Zona Franca, marcada durante años por la turbulenta gestión de un delegado designado por el PSOE a comienzos de los noventa, Rodríguez de Castro trabajó, al parecer, en la constructora francesa Bouygues; después, como asesor político de la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, en el Parlamento cuando esta era diputada, y, posteriormente, del grupo municipal del PP en Cádiz. Teófila Martínez -quien, paradójicamente, exhibe una gestión municipal austera- preside a la vez el Consorcio de la Zona Franca y ha admitido esta semana desconocer el detalle de los gastos. Se ha remitido a las auditorías de las cuentas generales -que no reflejan específicamente las partidas referidas- y, en todo caso, ha justificado el uso que hace Rodríguez de Castro del dinero público, 'sean los que sean los gastos', porque la Zona Franca 'ha entrado en ganancias'. En concreto, 60 millones de pesetas en 2000. Fuentes conocedoras de la contabilidad dudan de que el beneficio esté directamente relacionado con las actividades promocionales que han acarreado los gastos, en especial la Red Logística Iberoamericana de Comercio (RILCO), un proyecto de comercio electrónico aún nonato que ha obligado al delegado a viajar por todo el Cono Sur. Apasionado de las nuevas tecnologías, figura como administrador único de la empresa Transteech Internacional S.L., registrada el pasado año y dedicada a las telecomunicaciones, Internet, hardware y software, con domicilio social en Mairena del Aljarafe (Sevilla).
Mientras él rubricaba convenios con las zonas francas por Suramérica -algunos de sus viajes los hacía coincidir con la visita oficial de José María Aznar a esos países-, los cinco directores de área y el secretario general del organismo fiscal firmaban en Cádiz, hace un año, un informe conjunto en el que pulverizaban su gestión y arrojaban serias dudas sobre algunos aspectos al señalar la existencia de 'gastos excesivos e innecesarios' o de partidas gestionadas por él 'de difícil justificación'. Tras la publicación del informe por este medio, algunos de los firmantes del mismo han recibido llamadas sugiriéndoles la posibilidad de suscribir otro, de carácter laudatorio a la gestión de Rodríguez de Castro. La petición indirecta ha recibido calabazas.
De cualquier forma, Rodríguez se ha afanado siempre en mantener alto el prestigio de la institución. Para ello se hizo con una vivienda de alquiler a cargo de la Zona Franca, reseñada en la contabilidad como 'residencia oficial del delegado', de la que no disfrutan los delegados de los recintos fiscales de Barcelona o Vigo. Reclamó públicamente el derecho 'a una vivienda digna, como cualquier trabajador'. El alquiler, los gastos de luz, gas, Internet, teléfono, las 70.000 pesetas de pintura, e incluso las 5.243 pesetas de la reparación de la lavadora figuran en los informes de control presupuestario. Hasta las limpiadoras de la Zona Franca y otros trabajadores de la empresa han realizado labores en su domicilio. En 1996, anunció que se rebajaría el sueldo en 1,3 millones anuales para compensar el gasto. Pero todo es cuestión, para Manolo -como le llaman sus íntimos- de volúmenes. Quizás por eso, al tener sospechas sobre la dimensión de las posibles irregularidades cometidas por sus antecesores los acusó de 'malversación de fondos, responsabilidades penales y actitudes dolosas'. Después rectificó, aunque decidió llevar ante la UE la gestión de los dos anteriores delegados para paliar la imagen negativa que la polémica podía ocasionar a la Zona Franca. Sin embargo, el que recibió una llamada de atención tras su primera polémica fue el propio Rodríguez, al que un alto cargo de la Administración le advirtió de la perplejidad que ocasionaban en Madrid sus polémicas nada más aterrizar en el cargo. Corría enero de 1997 y se acababa de publicar que éste reclamaba en el aeropuerto de Jerez el mismo trato que un secretario de Estado, que solicitaba que su coche oficial lo dejara al pie de la escalerilla del avión, que pedía un trato especial en el AVE; se supo que había remitido un fax a un hotel de Nueva York en el que anunciaba su próxima llegada y aconsejaba la adopción de medidas de seguridad ante la llegada de 'un alto cargo del Estado español'.
De las arcas de la Zona Franca salen subvenciones y ayudas a colectivos de lo más variopinto: asociaciones de vecinos, peñas flamencas, colegios de integración, la Embajada de Venezuela; aportaciones para los monumentos de Falla o de Las Marinas de España y colaboraciones económicas para las fiestas de algunos cuerpos de seguridad del Estado o los refugiados de la antigua Yugoslavia.
A sus críticas, responde: 'Sólo se me puede medir por mis resultados económicos'. Cuestión de volúmenes.
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