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Tribuna:A DEBATE
Tribuna
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Continuación JOSEP MARIA MONTANER

La polémica sobre las obras de la Sagrada Familia ha sido recurrente en las últimas décadas. Es una historia que parte de un grave error: cuando tras la muerte de Gaudí, en 1926, los responsables fueron tan mezquinos que no encargaron la continuación a su mejor discípulo, Josep Maria Jujol, sino a sus ayudantes más mediocres. De ahí arranca una continuidad de calidad y concepción dudosas. Pero, interpretados desde hoy y teniendo en cuenta el valor de dicha obra en la imagen de la ciudad, los argumentos de los detractores de la continuación han ido perdiendo vigencia.El argumento de la autoría es el que cayó antes. Es insostenible atacar la obra porque la mayor parte no haya sido realizada en vida de Gaudí. La empezó Francesc de Paula Villar, la definió en sus directrices generales Gaudí y ha sido continuada por otros autores, tal como ha sucedido a lo largo de la historia y tal como nuestra época de la reproductibilidad técnica de la obra de arte potencia ampliamente.

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Sagrada Familia, ¿por qué y cómo acabarla?

Respecto al significado, al carácter simbólico que tiene la Sagrada Familia como emblema del integrismo y conservadurismo religioso, templo expiatorio de los pecados metropolitanos contemporáneos, es algo que cualquier sociedad es capaz de transformar. Una prisión puede convertirse en museo; una fábrica, en escuela, y un templo, en centro turístico.

Por último, queda el argumento de la calidad, que sigue teniendo cierto peso. Parte de las intervenciones arquitectónicas posteriores y las esculturas de Josep Maria Subirachs son reprobables, pero la potencia de la idea general es capaz de absorber los defectos. Y ahí radica la clave de la polémica: el último tramo de las obras debería recuperar la calidad y el riesgo del primero: la ciudad de Barcelona debería implicarse, debatiendo cómo deben ser la continuación y terminación, encargando un proyecto global a algún autor que pueda reinterpretar hoy lo que Gaudí significó hace cien años.

Fallecidos Enric Miralles y John Hejduk, habría arquitectos, como Elías Torres, Juli Capella, Frank Gehry o la Coop Himmelblau, capaces de dar directrices para que no acabe siendo un símbolo anacrónico y ambiguo, sino una obra decimonónica terminada en el siglo XXI con espíritu vanguardista.

Josep Maria Montaner es arquitecto.

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