Que me sirvan de una vez p'a todo el siglo

Sale al escenario esa señora con moño recatado y toda la sala se llena de terciopelo. Sin desmelenarse ni un solo instante, da su lección de sosegada libertad, guiños exquisitos a la alegría de vivir, chicuelinas a la melancolía. A pesar de los precios (entre las 6.000 y las 3.500 pesetas), el Palacio de Congresos estaba abarrotado y gozoso anoche. Manteniendo su público de siempre, María Dolores Pradera ha dado este año un paso espectacular hacia otros ámbitos, con la cuidadísima producción de Rosa León. Nunca había vendido como ahora. Acaba de salir un triple compacto de toda su obra, y está siendo uno de los éxitos de ventas de estas fiestas. No es extraño porque sabe llegar al corazón de las gentes con una elegancia y una clase de ésas que ya no se estilan.Anoche hizo un concierto de los de toda la vida, con sus músicos elementales y con el sonido tradicional, con las canciones de siempre y con ese poderío majestuoso que sólo tienen las reinas en todo el esplendor de su humildad. Dijo en un momento de su actuación: "Estoy un poco despistada. Pero, la verdad, es que en el siglo XVII también lo estaba bastante". Seguro que lo dijo en serio, porque da la impresión de que ella es ajena al tiempo y a sus vanidades. Lo que canta son verdades eternas; lo mismo le sirven al Papa de Roma que a una timba de canallas. Es un diccionario de emociones, una enciclopedia de ritmos de todos los tiempos. Ritmos latinos, por supuesto.

De forma suave y sedosa, hizo un recorrido luminoso por algunas de las más bellas canciones de la música popular iberoamericana de este siglo al que no le quedan ni dos telediarios. Atacó con Ojalá que te vaya bonito. Cuando interpretó Caballo viejo se le notó un delicado destello de incitación al libertinaje: "Porque después de esta vida no hay otra oportunidad".