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Locas sin orejas

Así van a aparecer en los barrancos y lugares apartados las vacas muertas por encefalopatía espongiforme o sacrificadas al dar positivo en las pruebas que detectan esta enfermedad.El ganadero, suele tener, aquí en Andalucía, un reducido número de reses para cría y engorde cuya explotación normalmente se hace por medio de la empresa familiar. Ellos crían los terneros que luego son sacrificados en los mataderos correspondientes y de ahí llegan a las carnicerías donde se despiezan y el cliente compra, compraba el corte deseado.

Sacar adelante uno de esos terneros es costoso y, hasta ahora, se hizo compatibilizando la alimentación con heno y harina de origen vegetal o procedente de los despojos animales. Estos productos estaban homologados y autorizados por los organismos correspondientes y el criador las usaba para el engorde de su ganado. Pero hete aquí que de repente se descubre algo terrorífico: los alimentos traían un asesino dentro que afectaba a los cornúpetas y a quién consumiera su carne.

Como primera precaución se cierran las fronteras a esas carnes sospechosas y más tarde, ante la evidencia de que aquí también ataca el maldito prión se prohíben los piensos. El Gobierno central toma medidas: inversión de 28.000 millones para la eliminación y compra de las harinas asignando a la Junta, un escote de 2.000 millones.

Más tarde prometen ayudas en el plan de las vacas locas por valor de 60.000 millones a repartir gastos con las autonomías. Pero a los pocos días no sólo anuncian un recorte de 7.000 en esas asistencias sino que, por añadidura, dicen que el coste de traslado de las cabezas de ganado e incineración a 850º centígrados han de correr a cargo del ganadero que haya sacrificado los animales que dieron positivo en el test facilitado por el Gobierno autónomo.

Esa familia de cualquier explotación bovina andaluza, que normalmente desarrolla su actividad invirtiendo los créditos conseguidos ve perdido tiempo y dinero. No querrán gastar más en su propia ruina. Pueden adoptar una postura no defendible pero si de fácil comprensión tal como es que el afectado coja un tractor y cargue en él las vacas muertas después de cortarles las orejas -único medio de identificación- para ir a cualquier sitio y abandonarlas.

El consejero de Agricultura, Paulino Plata, tiene razón: el sistema es frágil. ¿Pero no deberían de compartir irresponsabilidades los unos y los otros?

Los recursos agrícolas, administrados ahora en el Gobierno central por Arias Cañete, siempre han sido, en un país eminentemente cultivador y ganadero, el sector olvidado y maltratado. Pongan, pues, remedio pero que no sea, como siempre a costa de los más débiles. Hay que hacer caso a Plata y al presidente de COAG, Miguel López: "Es injusto que los ganaderos deban afrontar el coste de la crisis", como es injusto que tengamos atracado a la puerta de casa, en Navidades, el petardo nuclear.

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