El imparable declive argentino
Una encuesta revela que el 30% de los ciudadanos se iría del país si tuvieran ocasión
Argentina despide el año 2000 con la economía al borde de la asfixia y un pesimismo generalizado en los ciudadanos. Un balón de oxígeno en forma de préstamos de casi 40.000 millones de dólares (7,2 billones de pesetas) le permitirá respirar unos meses y pagar los intereses de la elevada deuda externa. Pero el alivio puede ser efímero para el Gobierno de Fernando de la Rúa, cuya imagen ha caído en picado un año después de su investidura. Ver para creer, debe pensar el presidente.En diciembre de 1999, los analistas económicos pronosticaban que Argentina iba a crecer el 4%. Se ha quedado en cero, ofreciendo uno de los peores resultados de América Latina. Las previsiones también fallaron en la lucha contra el desempleo: se ha encaramado hasta el 15%. Para colmo, la nueva experiencia de un Gobierno de coalición ha recibido un duro golpe con la dimisión del vicepresidente Carlos Chacho Álvarez, principal baluarte de la Alianza.Contrastes de un país que estuvo en la cumbre y que hoy se desliza por la pendiente. En 1910, Argentina era el séptimo exportador del mundo y la décima economía del planeta. El PIB argentino era la mitad del total de América Latina. Los indicadores económicos y el nivel de educación de sus habitantes rivalizaban con Australia y Canadá.
¿Qué ha pasado desde entonces? "No hay que remontarse tan lejos", señala Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Nueva Mayoría. "Hace cinco o seis años, Argentina tenía la economía más prometedora de América Latina. En los años noventa fue el país que recibió más inversión externa, y creció en un 5,5% cuando la región no superó el 3%". Los economistas dan su explicación: pérdida de confianza. En la economía globalizada, la confianza y las expectativas son la clave. Argentina tuvo sucesivas crisis que le afectaron: el Tequila en México, Rusia, la crisis asiática, la devaluación en Brasil...Y las incertidumbres políticas de De la Rúa.
Hoy, una encuesta de Nueva Mayoría señala que el 30% de los argentinos se iría del país si pudiera. Un porcentaje sólo comparable a los años de la dictadura o de la hiperinflación. "Como entonces, hay una falta de perspectivas en el futuro. Esto es lo que hace emigrar a la gente, más que la situación que está viviendo", estima Fraga. Mientras muchos argentinos están más preocupados de pagar el alquiler, de llegar a fin de mes y de tratar de conseguir, si su origen se lo permite, un pasaporte español o italiano o un visado para Estados Unidos, los medios de comunicación hablan estos días hasta la saciedad del blindaje. Palabra mágica para describir el crédito extraordinario de 39.700 millones de dólares que acaba de firmar el Gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros organismos financieros multilaterales, varios bancos locales y el Gobierno de España, que aportará 1.000 millones de dólares.
El blindaje permitirá pagar el año próximo los 15.000 millones de dólares (3 billones de pesetas) a que ascienden los intereses de deuda a medio y largo plazo y financiar el déficit fiscal, que el Gobierno calcula en 6.500 millones de dólares para el 2001. El monto total de deuda pública nacional y provincial y privada asciende a 222.000 millones de dólares (40 billones de pesetas).
"Con el blindaje, el país queda en mejor posición, con un buen pulmón artificial. Pero no resuelve los problemas de la gente ni reactiva por si solo la economía. Entre otras cosas, porque buena parte del dinero que llegará a Argentina ya está comprometido de antemano", opina el columnista Joaquín Morales Solá. "El blindaje es incomprensible para la gente", sostiene Rosendo Fraga. "El ciudadano común no entiende qué es. En crisis anteriores, la gente percibía rápidamente la mejora cuando bajaba la inflación. Con el blindaje se supone que va a bajar el índice de riesgo-país, la economía se va a reactivar y el desempleo va a mejorar. Pero todo esto es un proceso largo hasta que puedan sentirse los efectos".
En resumen, el blindaje es una buena noticia para la clase dirigente política, económica y empresarial, porque muestra que los organismos financieros siguen confiando en Argentina, pero a la sociedad argentina no le dice nada mientras no se traslade a las cuestiones pendientes.
No hay, pues, lugar para la euforia. "Necesita blindaje quien ha sido bombardeado", dice el ministro de Asuntos Exteriores, Adalberto Rodríguez Giavarini. El Gobierno reconoce que con el crédito extraordinario llega la hora de la verdad. Ahora tiene las herramientas para salir de la crisis y ya no podrá escudarse en factores externos como causantes del deterioro económico.
Son hechos irrefutables que Argentina lleva tres años de recesión, "la más larga que ha vivido el país", según Morales Solá, y que la deuda externa acumulada y el déficit público son males heredados. Pero el Gobierno de De la Rúa no se ha caracterizado por su sagacidad a la hora de aplicar y explicar sus remedios. En un año, ha tomado decisiones que han generado amplias protestas, como tres huelgas generales convocadas por los sindicatos. Todo un síntoma para un Gobierno que empieza.
La primera medida impopular fue en enero, con la subida de impuestos que, sin ser general, afectó a los sectores sociales que manejan la opinión pública: las clases media y media alta de la capital federal y el norte de la provincia de Buenos Aires. Después vino la disminución de salarios de los empleados públicos, que cobran más de 1.000 dólares mensuales. Y en julio estalló el mayor escándalo político del Gobierno de la Alianza, después de que Joaquín Morales Solá denunciara en el diario La Nación el soborno, desde el poder, a senadores para la aprobación de la controvertida reforma laboral. "Los nuevos dirigentes políticos hacen lo contrario de lo que habían prometido en campaña electoral; las noticias sólo hablan de meter la mano en el bolsillo a una sociedad que experimentaba desde hacía dos años los efectos de la recesión".
"La única bandera distintiva que enarbolaba la Alianza -la honestidad y la moral pública-, se cayó con el escándalo del Senado, que involucra a senadores de la oposición peronista y del oficialismo y al propio Gobierno, que paga los sobornos", recuerda Morales Solá. "En los 10 años de Menem, también hubo sobornos", subraya el columnista que desveló el escándalo. "El presidente disponía de fondos reservados para que los senadores pudieran votar leyes. ¿Por qué Menem lo pudo hacer y De la Rúa, que lo intentó una vez, no? Menem sabía hacer esas cosas y las hacía mejor, porque nadie se enteraba. De la Rúa lo hizo mal y de manera vergonzante, y se enteró todo el mundo".
El resultado es que el desprestigio de la clase dirigente crece al mismo ritmo que la desconfianza y el pesimismo de la población. "Aquí ha quedado una duda profunda en la sociedad respecto del sistema político a raíz de los supuestos pagos de sobornos en el Senado. Ésta es la gran deuda en el campo político. La agudización de la crisis económica en el último trimestre dejó este tema en un segundo plano. Pero si la economía se calma, este tema volverá al primer plano", vaticina Rosendo Fraga.
Numerosos observadores subrayan que la crisis es, fundamentalmente, de carácter político, no ajeno al estilo y los modos el presidente, "indeciso, dubitativo, lento", según la descripción de Morales Solá. Y el contraste con sus dos antecesores. "Alfonsín y Menem fueron caudillos. De la Rúa no lo ha sido nunca".
La recesión también ha afectado a las empresas extranjeras que, como las españolas, han invertido miles de millones de dólares. Han perdido valor porque sus activos valen menos que hace dos años. Lo que pagó el Banco Santander por el Banco Río en 1998 no tiene nada que ver con lo que vale ahora. La preocupación del inversor extranjero no se ciñe al año que termina o al entrante; su perspectiva es a largo plazo y el temor es que los tres años que quedan del mandato de De la Rúa sean como el 2000.
Crecimiento, seriedad fiscal, creatividad empresarial, mayor productividad y más inversión pública y privada. Éstos son los deseos de quienes gobiernan. Pero la gente ya no confía en ninguna de las promesas de los políticos. La confianza se mide en votos. Y en este terreno, el Gobierno tiene el primer reto ante sus electores en octubre del 2001, con las elecciones al Senado. Hoy lo tendría ciertamente difícil.
La sombra del ex ministro Cavallo
El pasado y el presente. En Argentina se entremezclan con suma facilidad. La sombra de Domingo Cavallo, el superministro de Economía de la primera etapa de Menem y artífice de la ley de convertibilidad que acabó con la hiperinflación, planea sobre el Gobierno y muy especialmente sobre el titular de Economía, José Luis Machinea. Su sillón en el Consejo de Ministros está en arenas movedizas. La gente cree que puede volver Cavallo. ¿Pero no sería una vuelta al pasado? "Es el único economista argentino en el cual creen los mercados, y sólo el 16% de los ciudadanos quieren salir de la convertibilidad. En los momentos de crisis, la imagen de Cavallo se revaloriza. Si Argentina estuviera creciendo al 4% nadie pensaría en Cavallo. El problema es que Cavallo crece cuanto peor anda la economía", dice Fraga.Cuando se habla de Cavallo, en realidad no sólo se está buscando un buen economista y con credibilidad en los mercados, sino a un hombre que tome decisiones en el Gobierno. ¿Próximo ministro en el Gobierno de De la Rúa? "No debería sorprendernos, sobre todo si la economía se complica más". Joaquín Morales Solá es tajante: "El blindaje es la última oportunidad antes de Cavallo, porque Cavallo no sólo sería un ministro de Economía si llegara a este Gobierno. Cavallo sería el Gobierno, y el presidente pasaría a ser una figura más decorativa".
Si la etapa que se abre con el blindaje financiero fracasa y Argentina se acerca de nuevo al abismo, el hoy líder de Acción por la República puede ser la tabla de salvación. La única alternativa es crecer, porque en 2002 habrá nuevos vencimientos de deuda. Si la economía no crece en 2001 tampoco habrá para pagar el 2002, y el blindaje no existe dos veces. El presidente De la Rúa ya ha sondeado a Cavallo para la reforma del sistema tributario de un país que recauda como Haití y gasta como Europa, según ha declarado Vito Tanzi, hasta la fecha reciente director del Departamento de Asuntos Fiscales del FMI.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.