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Figes explica la revolución rusa como una tragedia para el pueblo

El ensayo histórico está basado en la gente y no en los líderes

Miguel Ángel Villena

Entrelaza esferas públicas y privadas al tiempo que orienta su mirada más hacia la gente que hacia los líderes. Estas dos actitudes han guiado el trabajo de investigación del historiador británico Orlando Figes que acaba de publicar La revolución rusa (1891-1924), uno de los trabajos más ambiciosos sobre esta época clave del siglo XX. "Me han interesado las personas más que las masas", señaló el autor.

En realidad, este historiador británico, nacido en 1961 y profesor del Trinity College de Cambridge, sintió hace años una enorme fascinación por la literatura rusa, en especial por Tolstoi y Dostoievski. Ese interés inicial derivó hacia una atracción por la historia rusa contemporánea. Tuvo la suerte de comenzar a investigar en los archivos soviéticos a mediados de los ochenta, antes del desmoronamiento de la URSS.Por eso, ha jugado después con ventaja para abordar este monumental estudio sobre la Revolución de Octubre."Estaba más interesado en las personas que en los sistemas", aclaró ayer Figes en Madrid, "y además pensé que era difícil encontrar aspectos nuevos de personalidades de la Revolución como Lenin o Trotski. Quería, pues, escribir una historia de la revolución rusa que hablara de la gente. De este modo, he utilizado los archivos de intelectuales como Máximo Gorki, pero también aportaciones de gentes anónimas como el reformador campesino Serguei Semyonov".

La labor de Orlando Figes se inscribe, sin duda, en las corrientes historiográficas que hacen más hincapié en las vidas privadas que en las estructuras generales. Con cientos de miles de muertos causados por la I Guerra Mundial o por los efectos de la revolución, el periodo ruso entre 1891 y 1924 es, a juicio del historiador, "una tragedia de familias, de personas concretas, de esperanzas e ilusiones que no pudieron ser cumplidas". Tiene clarísimo Figes que el ensayo histórico forma parte de la literatura y se propuso escribir el libro de un modo literario. "Los libros de éxito, sean del género que sean, están planteados de una forma narrativa", agregó Figes.

El autor explicó ayer en un coloquio con los periodistas que Marx ya había anunciado en sus últimos años la posibilidad de una revolución en Rusia y no en un país industrializado. "De ahí que Marx", comentó Figes, "considerara al final de su vida que el campesinado ruso podía ser una fuerza revolucionaria".

Antonio Muñoz Molina participó ayer en la presentación de este libro, que abre una colección de ensayo histórico de la editorial Edhasa. El escritor andaluz ha prologado otro texto de esta colección, A treinta días del poder, un ensayo de Henry Ashby Turner sobre el ascenso de Hitler. "El libro de Figes", indicó Muñoz Molina, "subraya que la Revolución rusa ejerció desde el principio, y no sólo desde la etapa de Stalin, una crueldad inconcebible. Fue una guerra a muerte de una minoría contra un pueblo, y, lo que es más grave, con la complicidad de muchos intelectuales occidentales que mintieron, desde los años veinte hasta 1989, sobre la realidad rusa".

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