'La vache qui rit'
En los tebeos de nuestra infancia había una historieta semanal que se titulaba Anda y ríase usté con el Arca de Noé. No quiero decir con esto que el nacionalismo, que es de lo que les voy a perorar, sea una cuestión de animales ni mucho menos un asunto que mueva a risa sino que hay veces -¿raras?, ¿felices?- en que concurren ambas circunstancias. Ha ocurrido en Galicia. El Bloque Nacionalista de allí está sumamente cabreado porque está convencido de que no puede haber sólo vacas locas en Galicia. A su entender se trataría de una maniobra del Gobierno -central- destinada a discriminarles negativa pero muy negativamente una vez más. Colocándoles la locura en el Finisterre buscarían hundirles ante la opinión. Que haya una vaca loca de verdad resulta lo de menos porque el relato sagrado que necesita el nacionalista no puede admitir ni la casualidad ni la vaca, en él sólo cabe el agravio. Así pues, no hubo una res que perdió el juicio en Galicia sino un Gobierno que ha perdido la vergüenza.Y el Norte. No quiero ni pensar en las consecuencias que traería el hecho de que a las vacas del territorio Galeuska, y sólo a ellas, les diera por ponerse espongiformes de sesos. ¿Se imaginan? Los acérrimos hablarían de la vaca como carta otorgada y los acerrimísimos de auténtico desembarco de los rebaños de ocupación hispanofranceses, por mucho que las vacas fueran suizas, holandesas o euskaldunes. La culpa ya no la tendrían los piensos de harina animal sino los piensos de harina gubernamental y hasta el pienso luego existo. Sí, corren malos tiempos para las vacas. Ya no sirven para dar leche ni carne tampoco para dar lástima sólo sirven para metáforas políticas. En el ya de por sí poblado imaginario nacionalista acaba de hacer irrupción la vaca. Si ya no lo estaba. ¿Recuerdan las vacas del pueblo, riau, riau?
Pues bien, frente a estas vacas gordas cebadas en la victimización, el resentimiento y el disfrute de inmensos años de poder, están las vacas flacas. El otro día vi una. Curiosamente fue en un lugar tan poco campestre como Madrid. Procedía también de un sitio muy lejano aunque tampoco del campo sino de un campus. El campus de la universidad de Cornell. A modo de cencerro traía un libro colgando del cuello. Un libro en cuya portada figura un cerrojo, el cerrojo de encerrar a quienes mugen distinto. El de limpiar. La vaca, no por cierto sagrada, se llamaba Azurmendi, Mikel Azurmendi. El libro Y se limpie aquella tierra. Como el título indica, trataría de explicar cómo la identidad vasca se construyó no sólo contra el distinto sino a base de limpiarse de distintos. Cosa que no ocurrió en la prehistoria, como pretende la prehistoria sagrada. Pero tampoco en la edad de Piedra, como pretende la edad de Piedra sagrada sino principalmente en el s. XVIII, al menos sobre una base ideológica. Un poco antes se había limitado a desembarazarse solamente de seres tan poco recomendables como judíos, moriscos y marranos. Pero no quiero hablar aquí del tolón-tolón sino de la vaca.
La vaca fue desencajonada bajo estrictas medidas de seguridad porque los ultralimpiadores en activo podrían intentar su tienta, de modo que el Círculo de Bellas Artes -lugar reservado para el bramido- más parecía el círculo de tiza caucasiano si no aquel ruedo ibérico de infausta memoria. Vaca y Minotauro a un tiempo -la editorial también era toro- Mikel nos habló una vez más del laberinto. Del laberinto que le ha encerrado dejándole al mismo tiempo fuera. Del laberinto que le ha extrañado como a un extraño y le arrojó más allá de las fronteras arrojándole más allá de la vida para que se consuma. Y se está, vaca por eso flaca, consumiendo. Cuando los amigos volvimos a ver al amigo nos quedamos impresionados por el trabajo que el destierro había hecho en su rostro. Y nos dolió y nos dolimos con él. Los causantes de tanto dolor y tanta miseria puede que se regodeen al saber de tanto estrago, también se reía Goebbels cuando llamaba a los intelectuales que huyeron del nazismo "cadáveres de vacaciones" pero Goebbels y el nazismo cayeron. ¿Flaca?, la vaca que ríe la última ríe mejor. Y a queso.
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