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Patrimonio de la Humanidad

La Unesco ha reconocido al Palmeral de Elche como Patrimonio de la Humanidad y la noticia ha llenado de satisfacción a los ilicitanos y a quienes estimamos la ciudad. Durante varios días, Elche ha celebrado el nombramiento, sucediéndose las felicitaciones y las muestras de alegría. Los ilicitanos se sienten muy orgullosos de sus huertos de palmeras, y éste es un sentimiento muy justificado. La imagen que la ciudad ofrece al visitante que se acerca a ella por primera vez es magnífica. La palmera tiene la virtud de teñir el paisaje de un exotismo particular, muy agradable. Si se tiene la suerte de contemplar la ciudad desde una cierta altura, la vista gana muchos enteros y puede advertirse la importancia del palmeral en el conjunto de la trama urbana. Esta mezcla de los árboles con el tejido urbano es lo que hace de Elche una ciudad única en el mundo.Estos huertos de palmeras vivieron, años atrás, un momento de incertidumbre que los puso al borde de la desaparición. Hubiera sido desastroso para la ciudad. Elche experimentó, en aquel tiempo, un crecimiento extraordinario y la presión de los constructores fue tremenda. Faltaba suelo para edificar nuevas viviendas. Los huertos, muchos de ellos bien situados, eran un terreno apetecible. Para sus propietarios, resultaban difíciles de mantener y el rendimiento que les proporcionaban era escaso. Se vendieron algunos de estos huertos y, en otros casos, dejaron perecer centenares de palmeras. Afortunadamente, la situación se remedió antes de que se consumara el desastre. Muchas personas participaron en esta tarea de recuperación que no estuvo exenta de tensiones, como ocurre siempre que hay dinero por enmedio.

El mantenimiento del Palmeral como Patrimonio de la Humanidad es uno de los empeños más difíciles que cabe imaginar. Conservarlo, requerirá un gran coraje y una cantidad de dinero considerable. El Palmeral -digámoslo con todo el respeto- es un anacronismo y cuando se quiere mantener en uso un anacronismo, hay que estar dispuestos a pagar la factura. El Ayuntamiento sostiene, en este asunto, una actitud muy decidida. Uno, que sigue la actualidad con cierta atención, puede dar fe de ello. Se han registrado avances importantes. Se ha logrado, sobre todo, un cambio en la mentalidad del ilicitano, que es lo realmente importante y constituye la mejor garantía para el futuro. Otras cuestiones muy alabadas, como las experiencias de laboratorio sobre nuevas variedades y la producción de dátiles, me parecen más quiméricas y de futuro incierto.

No todo el mundo está de acuerdo con la manera en que ha actuado el Ayuntamiento de Elche. En los últimos días, hemos leído las declaraciones de algunas personas que discuten estas soluciones. No les parece bien a estas personas que los huertos se conviertan en jardines y desaparezca una forma de vida asociada a la palmera. Respeto profundamente a estos conservadores y comprendo su actitud. Pero desconozco qué solución podría darse a su demanda. Tampoco ellos han apuntado ninguna, más allá de la crítica. Tal vez alguno desee negociar con el Ayuntamiento el alquiler de estos huertos y trasladarse a vivir en ellos, con sus familias, y adoptar el modo de vida tradicional. Desde luego, sería la mejor garantía para su conservación.

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