Los técnicos reclaman un plan conjunto de conservación
Después de la euforia, la reflexión. Pocos días después de que la Unesco haya incluido en la lista de Patrimonio de la Humanidad (el pasado día 30) dos conjuntos monumentales catalanes, los restos de la antigua Tarraco romana -el teatro, el anfiteatro, la torre de los Escipiones, el foro, el circo, el Pont del Diable, las villas y el arco de Barà- y las iglesias románicas de la Vall de Boí, ya han surgido voces reclamando más atención para esos dos tesoros, ahora ya legado de todo el género humano. Arqueólogos y técnicos del patrimonio subrayan que la inscripción significa sobre todo un compromiso para la conservación de los monumentos. Para la antigua Tarraco se reclama la unificación de criterios sobre el tratamiento de los restos arqueológicos. En cuanto a las iglesias de la Vall de Boí, la inscripción en la lista ha estimulado la reivindicación de que retorne a su lugar de origen el arte románico de la zona depositado en diferentes museos catalanes.
Ya se ha notado. Los responsables municipales que acudieron la pasada semana a Cairns (Australia), donde recibieron la inscripción de los monumentos romanos de Tarraco en la lista de Patrimonio de la Humanidad, se apresuraron el pasado sábado a anunciar la inminente ampliación de un plan, presentado en 1998 ante la Unesco, que implicaba la intervención conjunta de la Administración central, autonómica y local y que por el momento todavía no ha visto la luz. De hecho, los responsables de los organismos técnicos y arqueológicos de la ciudad son los que menos se han dejado llevar por la euforia de la designación y alertan de que la distinción de la Unesco significa ante todo un compromiso para la conservación de los monumentos y que Tarragona todavía requiere de una unificación de criterios sobre el tratamiento de los restos arqueológicos.El teatro, el anfiteatro, el monumento funerario de la torre de los Escipiones, el foro, el circo, el acueducto conocido como el Pont del Diable, la necrópolis, la Villa dels Munts, la de Centcelles y el arco de Barà, son los vestigios de la Tarraco romana distinguidos por la Unesco. Capital administrativa, militar y cultural del Imperio romano en la Península, el emperador Augusto permaneció en Tarraco durante dos años, lo cual marcó su monumentalidad.
El alcalde de la ciudad, Joan Miquel Nadal (CiU), explica que lo que ha premiado la Unesco es la imbricación de la ciudad actual con la antigua, "su excepcionalidad en este sentido". El alcalde asegura que el objetivo una vez conseguida la distinción "es continuar invirtiendo en la preservación y aumentar la sensibilidad, tanto de los ciudadanos como de las instituciones, en la conservación de los monumentos". Nadal asume las reservas de arqueólogos y técnicos y recuerda que al plan anunciado el pasado sábado se une la culminación, inminente, del mapa arqueológico de Tarragona, que significará la unificación de directrices para la intervención urbanística con los restos romanos y tal vez evitará encendidos debates como los que surgieron cuando unos restos humanos acabaron exhibidos en los bajos de un centro comercial a la salida de la ciudad.
El plan datado en 1998 incluye la puesta en marcha del Museo Necrológico Paleocristiano, que lleva cinco años cerrado al público y cuyo proyecto fue presentado en 1997. Ahora, algunas voces -entre ellas la del director del Museo Nacional Arqueológico, Josep Maria Tarrats- defienden una relectura de este proyecto. El museo es otro de los damnificados por décadas de buenas intenciones y pocas acciones, y tal vez la designación de Patrimonio suponga un revulsivo para él. El proyecto para la nueva sede del MNAT fue redactado hace 13 años por los arquitectos Martorell-Bohigas-Mackay.
La restauración del teatro romano sigue la misma tónica y lleva 25 años esperando una intervención en condiciones. El Pont del Diable ha suscitado asimismo debates y denuncias por la falta de acondicionamiento de su entorno. El Ayuntamiento ha sido el principal inversor para la dignificación de los monumentos en comparación con la aportación de la Generalitat o del Gobierno central. La designación de la Unesco ha sido su recompensa, máxime después del vía crucis que ha tenido que soportar después de ver como se rechazaba su candidatura por dos veces. Además, en la designación de la pasada semana se reconoció desde Icomos, el organismo asesor de la Unesco, que se habían equivocado al retrasar la concesión, según dijo el arqueólogo municipal, Ricardo Mar.
La comarca quiere el regreso del románico de los museos
Desde que la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad, el pasado 30 noviembre, las nueve iglesias románicas de la Vall de Boí (Alta Ribagorça), se ha creado en la comarca un estado de opinión favorable al retorno de las pinturas murales, frontales, retablos, imágenes y otros objetos ornamentales que están depositados en diferentes museos de Cataluña. De momento, el debate sobre esta vieja reivindicación está en una fase incipiente, pero promete subir de tono a medida que la Generalitat avance en el proceso de restauración de los templos.El románico de Boí es el más impresionante del Pirineo catalán por la pureza arquitectónica de sus líneas, la unidad de estilo y su integración en el paisaje, unos valores que, además de su buen estado de conservación, le han valido el reconocimiento internacional. Carme Polo, directora del proyecto presentado ante la Unesco, ha recogido un deseo de este organismo internacional y ha propuesto crear un frente común para exigir, cuando las medidas de seguridad lo permitan, la devolución de los tesoros artísticos depositados principalmente en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) y en los museos diocesanos de La Seu d'Urgell, Lleida y Vic.
Hace ahora 80 años, a raíz de la expatriación de unas pinturas de Ramon de Mur a Estados Unidos, la Junta de Museos de Barcelona arrancó con una novedosa técnica italiana el conjunto de frescos románicos de las iglesias de Boí ("por 1.800 duros", según recuerda Carmeta Torrelles, una vecina de Taüll de 84 años) y los trasladó a Barcelona. Inicialmente, fueron depositados en el Museu del Palau de la Ciutadella, para pasar en 1931 al nuevo MNAC, donde pueden ser admirados. En su lugar original se colocaron unas reproducciones.
Nadie cuestiona hoy, y la Unesco así lo ha entendido también, que gracias a aquella medida las pinturas se salvaron de un expolio casi seguro. Las dos iglesias más ricas en arquitectura y pinturas murales son las de Sant Climent y Santa Maria de Taüll y la de Sant Joan de Boí. A la primera pertenecen unos espléndidos frescos pintados en el año 1123, entre los que destaca el Pantocrátor, posiblemente la pintura románica más conocida y admirada del mundo.
Las posibilidades de que todo este patrimonio retorne a su lugar original son escasas no sólo porque figura como adquirido o cedido en propiedad, sino porque la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Generalitat no está por la labor. Su responsable, Marc Mayer, no es partidario de devolver las pinturas porque técnicamente "es muy complicado" y porque sacarlas del microclima en el que encuentran ahora podría dañarlas. Mayer aseguró, refiriéndose a los restos de pintura mural hallados recientemente en el presbiterio de Sant Climent, que del valle "no volverá a salir nada más".
Otra cosa son los frescos descubiertos a principios de la década de 1970 en las paredes de Santa Maria. Los vecinos impidieron en un primer momento que los técnicos las tocaran sin una autorización por escrito del entonces recién llegado obispo de Urgell, Joan Martí Alanis. La carta de éste, con fecha 24 de julio de 1971, decía: "Una vez terminada la restauración arquitectónica de la iglesia y consolidadas las pinturas, éstas deberán colocarse de nuevo en su lugar de origen". Los vecinos de Taüll quieren que las pinturas vuelvan cuando las medidas de seguridad lo permitan.
El alcalde de la Vall de Boí, el convergente Joan Perelada, cree que ahora no es el momento para plantear una reclamación de esta índole. Dice que la prioridad es que la Generalitat acabe el proceso de restauración arquitectónica de todas las iglesias.
Durante este año, las nueve iglesias románicas habían sido visitadas hasta finales del pasado mes de octubre por unas 80.000 personas.
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