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Hamilton y Madison deben ir a Niza

Andrés Ortega

El sistema del Colegio Electoral a través del cual se elige al presidente de EE UU puede parecer desfasado. Y, sin embargo, algunas de las razones por las que se creó tienen gran similitud con las cuestiones sobre reponderación de votos en el Consejo de Ministros de la UE, en el centro de la intensa negociación de esta semana en el Consejo Europeo de Niza. Naturalmente, salvando las distancias que hay entre una federación y este extraño objeto político europeo que no responde a las categorías habituales. En Niza está cómo sopesar el peso de los Estados, la lucha de grandes contra pequeños, y la tensión entre representación de Estados y representación de poblaciones, un debate en Europa en el que faltan unos estadounidenses apellidados Hamilton, Madison y Jay. Invítenlos.Alexander Hamilton, James Madison y John Jay fueron los autores, bajo seudónimo, de los famosos Federalist Papers escritos en defensa de la propuesta de Constitución que salió de la Convención de 1787. El Colegio Electoral es, entre otras consideraciones, una forma de obligar a los candidatos, como observan algunos politólogos, a atender a las minorías, y sobre todo a los Estados pequeños. Quizás en esto se equivocó Gore al centrar su campaña en los Estados grandes, creyéndose que con llevarse todos, salvo la Tejas de Bush, casi bastaría para ganar de largo.

Como es sabido, el Congreso de EE UU, por su parte, cuenta con dos cámaras, con poderes concurrentes pero diferentes: el Senado, en el que cada Estado de la Unión tiene igual presencia, dos escaños; y la Cámara, con una representación de los ciudadanos más proporcional a la población de cada Estado. En el Colegio Electoral, defendido por Hamilton y reflejo de una manera de entender el federalismo, cada Estado tiene un número de compromisarios igual al de los dos senadores más los representantes, y votan en bloque. En 1787, esos tres sabios y los otros que redactaron la Constitución para 13 Estados miembros ya discutieron de la posible ampliación geográfica. Es algo parecido a lo que se discutirá en Niza, ante la ampliación por venir: cómo compaginar en el Consejo la representación de los Estados con la de las poblaciones. Naturalmente, una forma de lograrlo sería con un sistema bicameral: una cámara de los Estados y otra de los ciudadanos. Ésta podría ser el actual Parlamento Europeo, pero, hoy por hoy, no lo es.

Ante el deterioro para los países grandes de la relación entre sus votos en el Consejo y la población que representan, éstos piden una reponderación a su favor. Se puede hacer de forma directa. O, como propone la Comisión Europea, de un modo más sencillo, entendible y que no requeriría una nueva negociación con cada ampliación (aunque sí con eventuales variaciones en las poblaciones) en una Unión Europea que no sabe dónde acabará: una doble mayoría en número de Estados y en número de poblaciones (simple o aumentando el umbral a dos tercios en temas de gran importancia), lo que es un sistema que se aproxima al del Colegio Electoral de EE UU.

Se podría así satisfacer a los grandes -incluso disimular mejor una diferencia institucional entre Francia y Alemania- y a la vez tranquilizar a los pequeños. Pues hay que tranquilizarlos, so pena de que, si se aplica un criterio puramente demográfico y los grandes pesan excesivamente, "la semblanza del gobierno se puede volver más democrática; pero el alma que lo anima será más oligárquica", como alertara Madison ante cuestión similar. Claro que, cuando se examinen los resultados de esta encarnizada lucha por volver a calibrar en Niza los poderes nacionales y las instituciones en la UE, no habría que olvidar la máxima a la que aludía Hamilton: "En aritmética política, dos más dos no siempre suman cuatro". Aquéllos sí que sabían.

aortega@elpais.es

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