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"Si se hunden, lo harán juntos"

Fujimori y Montesinos fueron demasiado lejos y no podían sobrevivir políticamente por separado

"Si se hunden, lo harán juntos. Fueron demasiado lejos y el uno no puede sobrevivir políticamente sin el otro", señalaba a EL PAÍS, hace pocos meses, un buen conocedor de las interioridades del poder en Perú y persona muy próxima al Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). El uno era Alberto Fujimori, presidente de la República; el otro, Vladimiro Montesinos, su asesor en la sombra y jefe de hecho del SIN. Perú vivía uno de los momentos más críticos del último proceso electoral, considerado fraudulento por los observadores internacionales. Fujimori fue reelegido por tercera vez consecutiva en mayo gracias a las maniobras de Montesinos en el recuento de votos, pero, paradójicamente, los comicios marcaron el principio del fin del tándem que gobernó en Perú durante la última década. El pronóstico se ha cumplido. Montesinos es hoy un prófugo de la justicia y Fujimori acaba de anunciar su dimisión. Lo ha hecho a miles de kilómetros de su país, sin dar la cara y a través de sus portavoces en Lima, que dicen ser los primeros sorprendidos. Pero en Perú ya nada sorprende desde que el 14 de septiembre la televisión difundió un vídeo en el que se veía al jefe del SIN sobornando con 15.000 dólares (tres millones de pesetas) a un congresista de la oposición que se pasó a las filas del oficialismo. Un día después, el presidente dirigió un mensaje televisado a la nación en el que dijo que en aquellas condiciones no podía continuar. Anunciaba la convocatoria de elecciones anticipadas y "la desactivación" (que ha resultado ser reorganización) del SIN. Pero ni una palabra que pudiera interpretarse como la destitución de Montesinos.Hernando de Soto, que asesoró al presidente en los inicios de su primer mandato, subraya algunos hechos que abrieron los primeros interrogantes sobre la ruptura entre Fujimori y su asesor. "En vez de despedirlo internamente y anunciárnoslo tuvo que hacerlo a la luz del sol; es decir, en una declaración pública. Lo cual indicó a los peruanos que el presidente no tenía el poder para despedir a su asesor. Ahí nos dimos cuenta de su relativa debilidad". "El segundo síntoma de su debilidad", prosigue De Soto, "fue que él mismo tuvo que proponer que acortaba su mandato de cinco años. El tercer síntoma es que Montesinos no salió disparado, sino que se tomó los días suficientes para recoger opiniones y encontrar un país para refugiarse. Por último, Fujimori demostró no ser capaz de encarcelarlo".

El jefe del SIN emprendió vuelo hacia Panamá el 23 de septiembre, nueve días después del vídeo del soborno. Fujimori respiró tranquilo. Por poco tiempo. El propósito del presidente de dirigir la transición hasta la celebración de elecciones anticipadas estalló por los aires un mes después, con el inesperado regreso de Montesinos a Perú. El hombre más despreciado en su país volvió en contra de la voluntad de Fujimori y reabrió todas las heridas que no habían empezado a cicatrizar. El ya ex asesor aterrizó en una base de la Fuerza Aérea, de donde fue trasladado a un paradero desconocido. Hasta hoy. El presidente empezó a recorrer cuarteles para tranquilizar a la población. "Yo ejerzo el total control como jefe supremo de las Fuerzas Armadas". Pero pocos le creían. El vicepresidente primero, Francisco Tudela, llamado a encarnar la continuación del fujimorismo sin Fujimori, dimitió. Un duro golpe para el presidente, que no ocultó su malestar: "Cuando las papas queman hay que dar la cara".

Montesinos habló a través de una emisora de radio. Lógicamente, la entrevista estaba preparada de antemano para lanzar frases que sonaban a broma de mal gusto: "No he vuelto para desestabilizar ni atentar contra la democracia". El presidente se lanzó en persona a la búsqueda desesperada de Montesinos, que seguía oculto. Se dejó filmar dirigiendo operativos de día y de noche, que terminaron en un estruendoso fracaso. El ex jefe del SIN no aparecía. "Se le busca para ubicarlo, no para capturarlo", decía Fujimori, que admitía la inexistencia de una orden judicial de detención. El ridículo de la búsqueda crecía a la misma velocidad que la sospecha de que el ex asesor contaba con protección militar.

Hasta que el Gobierno suizo hizo estallar una bomba informativa que precipitó los acontecimientos. Montesinos tiene tres cuentas bancarias en la Confederación Helvética por 48 millones de dólares, producto del lavado de dinero. Fujimori nombró inmediatamente al prestigioso penalista José Ugaz como procurador especial para investigar el enriquecimiento y las actividades ilícitas del ex jefe del SIN. Pretendía el presidente marcar distancias con su brazo derecho y para ello propició cambios en el poder judicial que minaran la enorme influencia de Montesinos. Más que el propio Montesinos, el objetivo de la búsqueda parecía ser ahora documentación comprometedora para toda la clase política peruana, incluido el presidente de la República. El propio Fujimori ha reconocido que su ex asesor tiene vídeos que acabarían con la carrera política de ministros y congresistas de todos los colores.

Las medidas para desactivar el poder de Montesinos -cambios en el aparato judicial, en la cúpula militar y en la Mesa del Congreso- acabaron por arrastrar en la caída al propio presidente. Sin la mayoría en el Congreso, con un poder judicial cada vez menos manejable, con un rosario de deserciones en la coalición gubernamental Perú 2000 que precipitan al fujimorismo hacia el abismo, y sin el respaldo del Ejército, que profesa mayor lealtad a Montesinos que a Fujimori, el presidente ha decidido finalmente tirar la toalla. Lo ha hecho escondido en su patria original: Japón. Desde su escondite, su ex asesor difícilmente habrá podido reprimir una sonrisa maléfica.

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