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Pancho Amat reivindica la continuidad de la música cubana

El artista presenta su nuevo disco en Zaragoza, Barcelona y Madrid

Está considerado el mejor tresero de Cuba e hizo sonar durante cuatro años esa guitarra de tres cuerdas dobles, típica de la mayor de las Antillas, en la banda de Juan Perro. Pancho Amat, que se dio a conocer con Manguaré y llegó a tocar con Víctor Jara, presenta acompañado por El Cabildo del Son su disco De San Antonio a Maisí, en el que han participado Santiago Auserón y Silvio Rodríguez, hoy en Zaragoza (Strictly Mundial), mañana en Barcelona (Sala La Paloma) y el día 18 en Madrid (La Riviera).

"Todos los juguetes que me regalaba mi madre eran musicales porque estaba en contra de las pistolas", recuerda sonriendo. "Así que me familiaricé pronto con esos tamborcitos y flauticas que les compran a los niños. Mi padre vendía carbón por la calle y un día, tenía yo siete años, un cliente que no podía pagarle un saco de carbón le propuso a cambio un tres que tenía colgado de la pared. Mi padre vio la posibilidad de regalarme un instrumento de verdad y se me apareció con aquello en la casa. No sabía bien lo que me estaba poniendo en las manos".Pancho Amat (Güira de Melena, 1950) admite que se trata de "un instrumento modesto". "Las cuerdas están tan tensas y separadas que no se hace dócil para las escalas; a la hora de sugerir armonías te puede hacer tríadas nada más y tiene un ámbito melódico reducido. Así que hay que echarle imaginación para poder proponerse cosas de más vuelo". Eso consiguieron Isaac Oviedo, Arsenio Rodríguez o El Niño Rivera: "Hay que remitirse obligatoriamente a ellos. Lo mismo que un pianista que quiera tocar Debussy tiene que saber tocar primero Bach y haber pasado por Mozart, Rachmaninov y Chopin. Hay que ver qué hicieron los maestros y luego aportar lo tuyo".

El título del disco, De San Antonio a Maisí, se debe a que "quedan representados en el repertorio casi todos los géneros en los que está presente el tres. Desde el cabo de San Antonio, que es el extremo más occidental de la isla, hasta Maisí, el más oriental". Silvio Rodríguez rescata un número de 1932 de Miguel Matamoros, casi desconocido y de plena vigencia, La cocainómana ("No quiero coca que me sofoco. A mí la coca, mamá, me pone loco"). Y Santiago Auserón canta el popular Al vaivén de mi carreta: "Lo más importante del trabajo con él es que me hizo mirar la música cubana con otra óptica". "Mucha música que nació en Cuba ya es patrimonio de la humanidad", afirma.

Aunque a veces se tiene la impresión de estar oyendo una y otra vez las mismas viejas canciones. "La música cubana tiene sus clásicos y en una fiesta no faltan Yolanda, Guantanamera, Lágrimas negras... Está muy bien esa complicidad, pero no tenemos por qué cantar siempre lo mismo". Pancho Amat lleva gente joven en su Cabildo del Son: "Quiero mostrar que la música cubana tiene una continuidad. Donde no hay viejos no hay historia ni sabiduría ni experiencia. Pero donde no hay juventud no hay desarrollo, no hay futuro, no hay esperanza. No se puede uno detener en una generación porque los elementos que le dieron talla a la música cubana, cuando no había escuelas, están vivos. La gente los lleva dentro".

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