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Almería

Dicen los astronautas que las tres únicas cosas que se distinguen perfectamente desde el espacio interestelar son la muralla china, la deforestación de la selva amazónica y los invernaderos de El Ejido. Muchos almerienses se quejan precisamente de esto, de que lo único que se vea de Almería sea El Ejido. Para quienes hace un año desconocían su existencia, el nombre de Almería ha quedado irremediablemente asociado al de El Ejido, y éste reducido a sus disturbios; sus gentes identificadas para siempre con aquella masa enardecida, asilvestrada y humeante. Conviene por tanto repetir que no todos los almerienses corrieron hace un año detrás del moro y que la mayoría sintió dolor y vergüenza de lo que los astronautas y los no astronautas vimos horrorizados por televisión.Almería es mucho más que los invernaderos ejidenses; incluso El Ejido, con uno de los mejores festivales de teatro de España, es algo más que sus cultivos intensivos. Pero al mismo tiempo, y éste es el drama, si no hubiera sido por los plásticos, Almería y El Ejido seguirían siendo invisibles desde el exterior. Han sido muchos años de invisibilidad, y los almerienses hacen bien en sentirse orgullosos de que por fin se les vea y en recordar que en muy poco tiempo han pasado de ser miserables a tener una de las rentas per cápita más altas de Europa.

De esto precisamente, de haber olvidado rápidamente su pasado de emigrantes, es de lo que les acusan quienes conocieron aquella Almería invisible. Todavía dura el alboroto que provocó la semana pasada en Almería la emisión en La 2 del reportaje Bienvenidos al Paraíso. Para unos el documental ponía el dedo en la llaga y revelaba la sordidez que siempre trae aparejada la prosperidad rápida. Para otros obviaba una vez más el esfuerzo realizado por los almerienses. Es cierto, pero el reconocimiento del milagro no implica la ignorancia de la maldición.

La discusión sobre la objetividad del reportaje es una exquisita sutileza que no nos podemos permitir sin responder primero a las brutales preguntas que suscita el documental. ¿Es verdad que las relaciones laborales bajo los plásticos son tan diáfanas que, como decía uno de los agricultores entrevistados, allí no se necesita para nada la mediación de un comité de empresa? ¿Es verdad que Almería se ha convertido en un paraíso para las mafias de la inmigración y la trata de blancas? ¿Es verdad que los laboratorios manipulan genéticamente las semillas para obtener los prodigios de la naturaleza que exige el mercado? ¿Es verdad que el Parque Natural del Cabo de Gata está siendo lenta, pero inexorablemente devorado por los invernaderos ilegales sin que la Administración haga nada, prefiera no hacer nada, para impedirlo?

Una nota oficial del PP de Almería, el partido al que pertenece ese fino intelectual, ese eterno postulante al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia que es Juan Enciso, alcalde de El Ejido, resume su actitud ante la atrocidad y su capacidad, o su voluntad, para ir a la raíz de los problemas. En este comunicado el PP mostraba su profundo desagrado ante la intolerable, insostenible y a todas luces injuriosa afirmación de que en El Ejido no hay quioscos de prensa. Será que no los ven los astronautas.

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