El libro digital sigue siendo un invento minoritario
Nuevos clientes
El libro digital es un invento atractivo, pero sigue siendo un fenómeno minoritario. Son pocos los autores que se han atrevido a sacar sus obras directamente por Internet. El más conocido es el autor de novelas de terror Stephen King, y los resultados han sido mixtos. Para no quedarse al margen de un mercado potencialmente lucrativo aunque técnicamente complicado, las editoriales norteamericanas han creado páginas web donde se pueden descargar sus obras directamente aunque siempre pasen antes por el papel. King fue el primero en lanzarse en esta aventura. El pasado mes de marzo publicó por Internet el cuento corto Riding the bullet, del que se compraron 400.000 ejemplares en su primer día en el ciberespacio. Este verano volvió a intentarlo con menos éxito con The plant, esta vez en su propia página web.
Otros autores, como Patricia Cornwell o el propio Dalai Lama, han publicado ciertas cosas en la red, pero su producción sigue siendo en formato tradicional.
Todas las editoriales han lanzado parte de sus catálogos por Internet. La principal cadena de librerías norteamericana, Barnes and Noble, empezó a comercializar obras clásicas, el pasado verano, con la esperanza de atraer nuevos clientes. Random House ha anunciado que, a partir de 2001, publicará una lista selecta de sus autores, directamente por Internet. Simon and Schuster lanzó hace poco la versión digital de los best sellers de la autora de novelas romántico-policiacas Mary Higgins Clark. Time Warner lanzó hace unos meses su propia librería cibenética, iPublish.com. La idea de libro digital no es sólo poder descargar un texto desde Internet, sino reproducirlo en un aparato del tamaño de un libro normal para poder leerlo en cualquier parte. Por ahora sólo se han vendido unos 50.000 de estos aparatos en Estados Unidos y se calcula que, de aquí a cinco años, apenas alcanzarán los dos millones de compradores, una cifra demasiado pequeña para crear un mercado realmente interesante.
Los problemas técnicos siguen siendo un gran obstáculo. El libro digital no está todavía a punto. Antes de lanzarse de lleno en Internet, las editoras deben, además, encontrar sistemas y códigos lo bastante seguros para evitar la piratería. Simon and Schuster ha reconocido que los hackers consiguieron el pasado verano hacerse gratuitamente con Riding the bullet.
Se plantea también el tema de los derechos de autor. Microsoft tiene previsto abonar ciertos porcentajes a los escritores cuyas obras se difundan por la Red, pero también implica nuevas negociaciones y nuevos tipos de contratos.
Babelia
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