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Jesús Campos realiza un ejercicio de estilo escénico sobre la muerte

'Danza de ausencias' se estrena en el Festival de Otoño de Madrid

Danza de ausencias, obra escrita y dirigida por Jesús Campos, se estrenará el próximo día 30 en el Museo del Ferrocarril de Madrid, dentro del Festival de Otoño. El montaje es un ejercicio de estilo desde el punto de vista del autor (cuatro formas de abordar la muerte), escénico (el público viaja a través de salas y escenarios) e interpretativo (cuatro monólogos de Claudia Gravi, José Lifante, Mario Vedoya y Maite Brik).

Suicidio

Cuatro monólogos sin ligazón aparente entre sí. Cuatro escenarios distintos que el público debe recorrer a modo de vía crucis. Cuatro formas distintas de enfrentarse a la muerte. Y cuatro estilos dramatúrgicos: alta comedia, realismo social, sainete y simbolismo. No es la primera vez que Campos se enfrenta a este curioso espacio del Museo del Ferrocarril. En 1998, también dentro del Festival de Otoño, presentó A ciegas, obra en la que los espectadores estaban totalmente a oscuras.En esta ocasión invita al público a un viaje a través del cual recorre cuatro salas con propuestas escenográficas muy distintas, que van desde el tradicional espacio hasta la italiana, pasando por la sala circular, la pasarela con los espectadores a los lados o el escenario transformado en extraña plataforma.

Cada uno de estos espacios sirve a los actores para ofrecer sus monólogos (cada uno, de unos veinte minutos), en los que aparentemente no hay nada en común más que la íntima soledad y el enfrentamiento ante la muerte.

En el primero, la actriz Claudia Gravi plantea la inexplicable y contradictoria relación entre la cultura y la guerra. "Es la primera vez que me enfrento en mi carrera a un monólogo, y la verdad es que impone, es todo un reto para mí, porque los goces y las sombras del personaje son muy difíciles, aunque aparentemente es algo fácil y coloquial".

Después es Jesús Lifante, desde la piel de un jubilado abandonado en verano por su familia, quien, rodeado de elementos funerarios y mortuorios y con un planteamiento espacial diferente, va en busca de la muerte, pero esta vez voluntaria, pues se trata de un suicida. Mientras el monólogo de Gravi es una comedia en la que no falta la ternura, el de Lifante hay que situarlo dentro del realismo social y envuelto en una historia cotidiana.El tercer monólogo, interpretado por Mario Vedoya, muestra en un escenario distinto, y con el público situado desde otra óptica, a un personaje al que le sobreviene la pérdida de la vida desde otra pérdida anterior, la de la realidad. Vedoya ironiza sobre su trabajo en este monólogo al incidir en la dificultad que supone abordar un personaje desquiciado desde la mayor sobriedad.

Por último, es Maite Brik la que finaliza el luctuoso y a la vez lúdico recorrido convertida en símbolo del poder que se perpetúa a través del personaje de una mujer fría, histriónica y sin sentimientos, algo que le supone a la actriz una dificultad sobreañadida. "Soy una especie de Penélope de piedra que trata de posponer continuamente el momento de su muerte, y para ello construye y destruye continuamente su propio panteón; una mujer que no está humanizada, y ello implica que me tenga que comer los posibles sentimientos que inevitablemente me afloran", dice Brik, quien asegura que es el trabajo más difícil que ha hecho nunca, al mismo tiempo que considera que es enormemente bello y muy bien escrito.

Este enredo de escenarios y situaciones responden al deseo del autor de jugar y hacer partícipe al público de ese juego. "La muerte para lo único que tiene sentido es frente a una trayectoria vital", dice Campos al hablar de estos monólogos necrófilos.

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