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Dólares para la chatarra nuclear rusa

EE UU financia la planta de tratamiento de residuos radiactivos de los submarinos rusos

ENVIADO ESPECIALLa tragedia del Kursk sonó como una campana de alarma que hizo recordar el peligro potencial de los submarinos atómicos en caso de accidente. Pero los que ya han dejado de surcar los mares representan una amenaza mucho más real, que puede convertirse en auténticos Chernóbiles y producir una gigantesca catástrofe ecológica. Para combatir este peligro se acaba de inaugurar, gracias a un acuerdo entre Rusia y EE UU, la primera planta de tratamiento de los desechos radiactivos de los submarinos nucleares de la Flota del Norte condenados al desguace.

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Rusia tiene 135 submarinos atómicos fuera de funcionamiento, y dos tercios de ellos se encuentran en el noroeste del país. Cada sumergible significa unos trescientos metros cúbicos de desechos radiactivos líquidos y unos cincuenta metros cúbicos de sólidos que hay que tratar. La planta de Severodvinsk, ciudad secreta ubicada a 35 kilómetros al suroeste de Arjánguelsk, será la encargada de procesarlos para convertirlos en un producto seco que puede ser almacenado en depósitos especiales.

Severodvinsk es oficialmente una ZATO, abreviación rusa para Formación Administrativa-Territorial Cerrada, lo que significa que la entrada a esta ciudad de 240.000 habitantes no es libre, sino que se necesita un permiso especial dado por los militares. La razón es muy sencilla: aquí se encuentran importantísimos astilleros que se dedican a fabricar los submarinos atómicos para la Marina de Guerra rusa. Por ejemplo, Sevmash o SMP -abreviaturas de Empresa de Construcción de Maquinaria del Norte-, donde fue construido el Kursk, que ahora se encuentra en el fondo del mar de Bárents después del accidente ocurrido en agosto pasado. A fines de septiembre, en Severodvinsk se inauguró un pequeño monumento y un paseo de abedules en memoria de los 118 tripulantes del Kursk. Hasta 1957 esta ciudad a orillas del mar Blanco se llamaba Mólotovsk, en honor del ministro de Exteriores de Stalin. Su actual nombre se lo debe al Dvina del Norte, río que desemboca cerca de la ciudad.

La precaria situación económica de Rusia hacía imposible la construcción de semejante planta, y los 17 millones de dólares que cuesta (3.400 millones de pesetas) han sido dados por EE UU. Washington ha financiado también el desmantelamiento de los últimos cinco submarinos estratégicos que se realizaron en Zviózdochka (Estrellita), la gigantesca empresa encargada de reparar los sumergibles.

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La nueva planta de Zviózdochka tiene una capacidad para tratar unos 4.000 metros cúbicos de desechos radiactivos líquidos anuales que al final del proceso se convierten en 100 metros cúbicos sólidos que son almacenados en una instalación contigua construida por Rusia. Las aguas radiactivas llegan a la planta desde el depósito financiado por los noruegos, que comenzó a funcionar la primavera pasada. La capacidad de la planta permite tratar al año los desechos de cuatro o cinco submarinos. Antes, esas aguas eran vertidas en el mar o incluso en la canalización urbana.

En total, Rusia ha puesto fuera de servicio 185 sumergibles nucleares, de los cuales ha desmantelado 50. El problema es que la mayoría de los 135 restantes no son estratégicos y, por tanto, su desmantelamiento no cuenta con la financiación estadounidense. Washington está interesado en pagar sólo por aquellos tipos de submarinos que llevan misiles balísticos destinados a atacar blancos en EE UU, y, como explicó Thomas Kuenning, director de la Agencia para la Reducción de la Amenaza de Defensa (DTRA), ya ha corrido con los gastos del desmatelamiento de 15. Kuenning confía en que a finales de mes el Gobierno ruso diga cuántos de estos submarinos piensa desmantelar en 2001 y firmar el contrato correspondiente, a más tardar, en diciembre. Kuenning explicó a EL PAÍS que EE UU está interesado en continuar ayudando a los rusos a deshacerse de los submarinos estratégicos y espera que en total sean 31 los que desmantelen. O sea, que de esa cifra de 135 sumergibles nucleares que esperan el desguace, 16 son estratégicos.

Desde un punto de vista ecológico, la mayor amenaza ahora proviene de los más de cien sumergibles nucleares no estratégicos fuera de servicio. Se trata de submarinos, como el Kursk, destinados a combatir a los sumergibles y buques de EE UU y de la OTAN. Pero Rusia simplemente no tiene dinero para desmantelarlos. De ahí que haya pedido a EE UU que le ayude a solucionar este agudo problema. Washington ha respondido que lo estudiará, pero sus especialistas sostienen que esa decisión la debe tomar el Congreso, y éste no los considera una amenaza directa.

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