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Crítica:MÚSICA - PIERRE BOULEZ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sobrecogidos por un vendaval de música pura

Los adjetivos se atropellan al intentar dar una impresión del concierto de Pierre Boulez que inauguró anteayer la temporada del Palau valenciano. La experiencia fue sobrecogedora. Fue un concierto magistral, sabio en su pureza, intenso en su despojamiento. Rara vez la belleza compleja de la música, la que se nutre de la inteligencia y se manifiesta en la piel, la que se explica por su misteriosa inmediatez, se muestra tan directa, tan plena de contenidos y sensaciones. Bartók, Berg, Anton Webern, de la mano de Boulez, con la extraordinaria conjunción del Ensemble Intercontemporain, la Camerata Académica de Salzburgo y el Coro de Cámara Accentus, hicieron posible el milagro. Aunque no, no fue un milagro. Fue, sencillamente, una demostración palpable de que la música aún puede ser un faro imprescindible de la cultura y de la vida.A estas alturas de la historia no creo que nadie ponga en duda la riqueza inquietante y desgarrada del Divertimento para orquesta de cuerdas de Bartók, última de sus composiciones antes del exilio a América, o la vibración dramática de la Suite lírica de Alban Berg y, aún mucho menos, la consideración de Anton Webern como una de las referencias imprescindibles del siglo.

Pierre Boulez

Ensemble Intercontemporain, Camerata Académica de Salzburgo, Coro de Cámara Accentus. Christiane Oelze (soprano), Olivier Lallouette (bajo). Obras de Béla Bartók, Alban Berg y Anton Webern. Palau de la Música, Valencia, 17 de octubre.

Las músicas del siglo XX, los clásicos de nuestros días, han encontrado en Boulez su particular mesías de la interpretación. Es un privilegio tenerle en el podio. Tal vez esa luz especial que desprende su dirección se deba a su condición primera de compositor, a que ha sido cocinero antes que fraile. Boulez interioriza la música que interpreta y la muestra -más bien la explica- desde una poderosa concentración expresiva (ni un solo gesto innecesario) y desde una autoridad moral y musical (como apuntaba oportunamente García Navarro) que surge de un conocimiento profundo de la sustancia del sonido.

Ingenuamente, algunos dimos un respingo de contrariedad al comprobar que la coherencia de un programa anunciado centrado en la Escuela de Viena se había roto al sustituir a última hora una obra de Schönberg por el Divertimento de Bartók. La contrariedad se disipó en unos instantes. Fue suficiente que la Camerata Académica de Salzburgo comenzase a tocar la obra de Bartók, con un clasicismo y una vitalidad que la hacían cercana y familiar, sin renunciar en ningún momento al hechizo de una escritura humanista con el dolor latente en primer plano, intensificado en el estremecedor adagio intermedio. Tocaron maravillosamente los salzburgueses del Mozarteum a Bartók y, desde luego, las tres piezas de la Suite lírica de Alban Berg para orquesta de cámara, sacando a la luz el fondo trágico de los pentagramas desde una línea musical transparente e incluso brillante.

La segunda parte del concierto estuvo dedicada a Anton Webern. Se unieron a la Camerata Académica nada menos que el Ensemble Intercontemporain, el Coro Accentus, la soprano Christiane Oelze (impecable de afinación siempre) y el bajo Olivier Lallouette. Un lujo. Webern es además uno de los autores fetiche de Boulez (valga como muestra de lo que digo las grabaciones de la integral de su obra, primero en Sony y, más recientemente, en DG). La identificación Webern-Boulez roza lo sobrenatural. Las cantatas finales -qué maravilla de concisión y de riqueza de ideas musicales-, las sorprendentes variaciones para orquesta, alcanzaron con Boulez y sus efectivos una dimensión artística como pocas veces se escucha en una sala de conciertos. Boulez está este año en un peregrinaje mundial de homenajes con motivo de su 75º cumpleaños. Tengo la impresión de que ha reservado para Valencia una de sus noches más hermosas.

No es exagerado hablar de acontecimiento. Para completar el lado emotivo del concierto hay que señalar que estaba dedicado a Gonzalo Badenes, crítico musical de este periódico y uno de los puntales de la revista Ritmo, desgraciadamente fallecido el pasado mes de agosto. De Badenes se mostraba, a modo de homenaje, una selección de sus artículos en el programa de mano. Fue un gesto admirable de los organizadores recordar su vida entregada a la música en el marco de un concierto tan memorable.

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