La cumbre de Egipto logra un acuerdo de mínimos que trata de acabar con la violencia
Treinta horas e incontables entrevistas después, Ehud Barak y Yasir Arafat se comprometieron ayer en Sharm el Sheij (Egipto) a adoptar "medidas concretas e inmediatas" para terminar con la violencia de las últimas semanas. El primer ministro israelí aceptó el repliegue de sus tropas a las posiciones anteriores al 28 de septiembre, cuando se iniciaron los disturbios, y el presidente palestino le prometió a cambio restablecer la ley y el orden en los territorios bajo su control. Fue un pacto de caballeros. No hubo firmas ni apretón de manos; ni siquiera un documento oficial. Tan sólo una declaración de intenciones leída por el presidente estadounidense, Bill Clinton, el principal mediador en esta crisis.
"Reparar los daños llevará tiempo y tendremos que trabajar duro para consolidar lo acordado", reconoció Clinton antes de leer el texto pactado. "Nuestro principal objetivo era acabar con la violencia actual y restablecer la paz", asegura la declaración, forjada con la ayuda, además de Clinton, del presidente egipcio, Hosni Mubarak; el rey Abdalá de Jordania; el secretario general de la ONU, Kofi Annan, y el alto representante europeo para la Política Exterior, Javier Solana. El texto recoge el compromiso de Arafat y Barak para eliminar los puntos de fricción y poner fin a la violencia, su aceptación de un comité que investigue cómo se desencadenaron los disturbios y su disposición a fijar una fecha para la reanudación de los contactos en el plazo de dos semanas. "No nos hacemos ilusiones", advirtió Clinton. Salir de la crisis exige que "se eviten las recriminaciones y que se mire hacia delante".
"La verdadera prueba de todos estos esfuerzos y compromisos será su puesta en práctica", manifestó Barak antes de volver a Jerusalén. "Hemos logrado nuestros objetivos, pero estamos hablando de un importante cambio en la situación que aún está por producirse; si esta ausencia de interlocutor [para la paz] se prolonga, sabremos qué hacer", añadió sin ocultar su escepticismo por la capacidad de Arafat para mantener el acuerdo. "Nosotros haremos todo lo que esté en nuestra mano", enfatizó.
El líder palestino abandonó el centro de conferencias sin hacer declaraciones. A su llegada a Gaza repitió lo mismo que por la mañana había dicho a los informadores en la entrada del recinto: "Lo más importante es que esta reunión sirva para que se cumplan los acuerdos anteriores: Oslo, El Cairo, Wye y Sharm el Sheij". Sus colaboradores no ocultaron, sin embargo, una cierta decepción. Les preocupaba la ausencia de algo tangible que ofrecer a su gente.
El presidente de Egipto, copatrocinador y anfitrión de la cita, ya preveía esa dificultad. "El resultado alcanzado tal vez no satisfaga las expectativas de nuestro pueblo, pero sienta las bases para ir más allá si existen buenas intenciones", advirtió Mubarak en su breve alocución en la clausura de la cumbre. Adelantándose a la declaración que poco después leería Clinton, el veterano dirigente árabe subrayó algunos gestos que deberían materializarse en los próximos días: repliegue de tropas, levantamiento del bloqueo y reapertura del aeropuerto, el puerto y las carreteras de los territorios.Entre los mediadores internacionales reinaba una moderada satisfacción. "No está mal después de todo lo que ha pasado en las últimas semanas", declaraba a EL PAÍS el enviado especial de la UE para la zona, Miguel Ángel Moratinos. "Se ha avanzado en cuestiones de seguridad: retirada, alto el fuego, etcétera", destacaba el diplomático español, que ha participado muy directamente en las difíciles negociaciones de la cumbre.
"No ha sido fácil", reconocía, por su parte, el alto representante de la UE para la Política Exterior, Javier Solana: "Se ha necesitado la tenacidad y perseverancia de los participantes para obtener resultados". Solana destacó que se habían alcanzado los objetivos de la declaración de Biarritz. "Ahora necesitamos que lo que se ha puesto sobre el papel se haga realidad sobre el terreno", manifestó en un ejercicio de realismo y consciente de las dificultades que afrontan israelíes y palestinos en casa.
En parecidos términos se expresó el secretario general de la ONU, Kofi Annan, que ha logrado que por primera vez se acepte la participación de ese organismo internacional en el conflicto de Oriente Próximo. "La desconfianza mutua es profunda. Hay heridas en las familias y comunidades afectadas que puede costar una generación que curen", manifestó Annan.
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