Cumbre bajo mínimos
Nadie se hace ilusiones a propósito de la cumbre de urgencia prevista hoy en Egipto y arrancada con fórceps por la diplomacia internacional para sentar juntos a Ehud Barak y Yasir Arafat con Clinton y el líder egipcio, Mubarak, entre otros. Tras 17 días de violencia ciega entre palestinos e israelíes, que ha colocado a la región ante su crisis más grave en una década, la aspiración máxima de una comunidad internacional dominada por el pesimismo es que la reunión de Sharm el Cheik sirva para detener el derramamiento de sangre y dar un respiro a una situación prebélica. No sólo el momento no es el indicado para escarbar en la sustancia de las negociaciones fracasadas en julio pasado en Camp David; es que, además, tanto el primer ministro israelí como el dirigente palestino llevan al balneario egipcio agendas poco compatibles.En los últimos días, y cediendo a formidables presiones en sus respectivos ámbitos, Barak y Arafat se han descartado mutuamente como interlocutores de paz. Y se han hecho más débiles respecto a los más radicales de su propio campo. El acosado líder israelí sugiere ya un Gobierno compartido con el halcón ultraderechista Ariel Sharon. Arafat ha excarcelado a la práctica totalidad de los dinamiteros de Hamás.
Arafat no puede permitirse fisuras ante su interlocutor hebreo. Acude a Egipto bajo la presión formidable de haber puesto la inmensa mayoría de las víctimas. Hamás, la Yihad Islámica y otros influyentes grupos exigen el encono de la lucha. La mayoría de los dirigentes árabes son favorables a la paz, pero su falta de legitimidad democrática les hace muy vulnerables a las emociones desatadas en sus calles contra el enemigo israelí. El líder palestino busca la protección internacional de su causa, el levantamiento del cerco hebreo a sus territorios y algún tipo de satisfacción moral en forma de investigación sobre el origen de la escalada represiva israelí.
Barak pretende obtener de los palestinos en Sharm el Cheik básicamente seguridad: fin de las algaradas, desarme de los grupos más violentos, reencarcelamiento de sus jefes, y castigo para los responsables del linchamiento de sus soldados. En el frente diplomático, Israel teme los presupuestos incendiarios de la cumbre de la Liga Árabe, prevista para este fin de semana, y quiere seguridades de moderación.
En este escenario de precariedad, la buena noticia es que unos y otros hayan decidido encontrarse. Pero construir una paz real queda para otro momento. Y llevará mucho tiempo después de la voladura de la escasa confianza mutua, tan trabajosamente acumulada.
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