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SANIDAD

Cuestión de horas

No hay mucho tiempo. El diagnóstico genético preimplantacional requiere rapidez y mucha precisión. Icíar Belil lo sabe bien. Ella y sus compañeras pasan muchas noches en el laboratorio de la Dexeus, como los miembros del equipo de Josep Santaló, de la Unidad de Biología Celular de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyo laboratorio realiza la parte más compleja del diagnóstico para la mayor parte de los centros que ofrecen esta técnica en España.El primer paso es fecundar un ovocito por microinyección de esperma, porque la mayoría de las veces no es fácil obtener los óvulos y hay que asegurar la fecundación. Al cabo de unas 70 horas, el embrión tiene entre seis y ocho células, y está en la fase previa a la compactación. Si se dividiera, cada una de esas células podría dar lugar a un ser diferenciado. Es el momento de realizar una biopsia a una de las células.

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Se sujeta el embrión succionándolo con una cánula de punta roma, para no dañarlo, y con otra cánula se hace desprender la célula. Una vez aislada, se somete a un proceso de fijación. El embrión, mientras tanto, sigue su desarrollo. Para realizar la prueba genética, el procedimiento más habitual es el llamado FISH (fluorescent in situ hibridation), que consiste en marcar con sondas luminosas los cromosomas que se pueden analizar, que no son todos.

"Es un proceso complejo y laborioso. Hay que tener en cuenta que las imágenes de los cromosomas se proyectan sobre una figura del tamaño de una lenteja que tiene 400 veces el tamaño real de la célula", explica Icíar Belil.

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