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LA TRANSICIÓN EN YUGOSLAVIA

Una década de crímenes y errores

Sea cual sea su destino, Slobodan Milosevic ha dejado un imborrable impacto en la historia de la última parte del siglo XX. El líder nacionalista serbio se ha pasado una década desafiando a poderes mayores, más fuertes y más ricos que el suyo y resistiéndose al desfile triunfal de los valores de Occidente en el este de Europa. Ha dejado un rastro de destrucción a lo largo de los Balcanes, justo a la puerta de su casa, aislando a Serbia y hundiendo su economía.Acusado de crímenes de guerra por el Tribunal Penal Internacional para los crímenes en la antigua Yugoslavia, también ha conseguido unir a la oposición serbia contra su persona. La misma oposición que le apartó del poder mediante un alzamiento popular.

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Milosevic también pasará a la historia por lograr la unión de los líderes occidentales en 1999 para luchar contra lo que parecía el fatídico destino de los albaneses de Kosovo. Precisamente fue en respuesta a su rechazo de cualquier injerencia, excepto la suya propia, en el profundo colapso de Yugoslavia por lo que se acuñó el moderno concepto de "injerencia humanitaria".

Fue Milosevic, el comandante en jefe de un Ejército de segunda, quien forzó a la OTAN a su primera guerra en sus 50 años de existencia, una década después de que la pacífica implosión de la Unión Soviética pareciera dejar el campo abierto a las democracias occidentales. La historia no necesitará juzgar si este estadista fue un buen o un mal hombre antes de reservarle un lugar significado en ella. Si Milosevic estaba en su juicio para intentar desafiar él solo al nuevo orden, será materia de discusión, pero lo cierto es que su intento de persuadir a su pueblo de que el mundo entero estaba en contra de ellos, fracasó definitivamente el pasado jueves.

Ascensión al poder

El 15 de mayo de 1986, este miembro del partido comunista se convirtió en el presidente de una de sus ramas serbias. Poco menos de un año después, los serbios de Kosovo -que apenas representaban el 10% de la población de la provincia- se manifestaron por las calles de Pristina en protesta por lo que calificaban de persecución a manos del 90% de la población albanesa. Milosevic se alzó en defensor de los manifestantes y se mostró indignado ante las cargas realizadas contra ellos por la policía, entonces mayoritariamente formada por albaneses. Su estrella comenzaba a brillar. A esta maniobra añadió una profunda purga realizada en 1987 tanto en el Partido Comunista de Serbia como en los medios de comunicación de la república.Popular y con buenos apoyos, el político serbio ya estaba listo para lanzarse al asalto de la presidencia del partido en Serbia, que obtuvo en 1988 desalojando a Ivan Stambolic. Entonces volvió la mirada hacia Kosovo, donde se había fundado su despegue y donde había encontrado un filón que no estaba dispuesto a dejar fácilmente. Al verano siguiente se dirigió desde el centro de Kosovo a miles de serbios enfervorecidos para conmemorar la derrota a manos de los turcos hacía 600 años, derrota que marca el nacimiento serbio, según los nacionalistas. Milosevic predijo allí la desintegración de Yugoslavia. Estaba en la cima y en noviembre de 1989 logró la elección como presidente de Serbia. Antes de dos años, Croacia y Eslovenia cumplieron la profecía del presidente serbio y proclamaron su independencia. Milosevic -que había sido elegido, ahora en las urnas, presidente de Serbia el año anterior, envió a su Ejército a aplastar el intento secesionista, pero fracasó. Derrotado, Milosevic no pensaba repetir el error otra vez, y así, cuando en diciembre de 1991 Bosnia -la república yugoslava con más mezcla étnica- proclama su independencia y los serbios de esta república se niegan a participar en el nuevo ente afirmando su propia independencia, el presidente serbio decide intervenir con más dureza. Los paramilitares apoyados por Belgrado llevan a cabo una limpieza étnica sin precedentes en Europa desde la II Guerra Mundial. Sarajevo sufre un largo asedio donde miles de personas mueren por las explosiones de los morteros o la acción de los temidos francotiradores. La situación se enquista hasta que en otoño de 1995 la OTAN actúa por vez primera contra posiciones serbias, aunque sólo en territorio de Bosnia. La acción militar, combinada con la presión diplomática, concluye con la firma de los acuerdos de Dayton el 21 de noviembre de ese año, por los que Milosevic se ve forzado a reconocer a la nueva república de la ex Yugoslavia y que marca una nueva derrota en su proyecto de la "Gran Serbia". Antes de fin de año, cientos de miles de partidarios de la oposición se lanzan a las calles de Belgrado y le acusan de fraude en las elecciones locales. La protesta continúa día y noche, y finalmente Milosevic se ve obligado a reconocer su derrota, aunque de manera parcial. En julio de 1997 es elegido presidente de Yugoslavia, cargo hasta entonces sin peso político, pero Montenegro se niega a reconocerle como tal.

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Aislamiento creciente

A la oposición interna se une un aislamiento internacional cada vez mayor. El mandatario yugoslavo necesitaba un nuevo proyecto para recuperarse en el plano interno. Y entonces volvió a recalar su atención en la provincia que le había catapultado a la primera línea y donde los serbios habían desplazado completamente a la mayoría albanesa. En marzo de 1998, Milosevic rechazó tajantemente los llamamientos internacionales para que finalizara la violencia en Kosovo, donde los mismos paramilitares que actuaban en Bosnia estaban realizando una campaña de terror contra la población albanesa. Además, cada vez había más efectivos policiales en la provincia ante la presencia de una guerrilla albanokosovar apoyada por Occidente, el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK).Sin embargo, la OTAN ha aprendido la lección de Bosnia y se muestra tajante ante el mandatario yugoslavo, quien es cada vez más radical en sus planteamientos de un Kosovo étnicamente puro. Finalmente, en marzo de 1999, tras numerosos tira y afloja diplomáticos, la Alianza Atlántica realiza la mayor operación de su historia y durante 72 días bombardea sin cesar objetivos tanto dentro de Kosovo como en el corazón de Serbia. Instalaciones civiles, como fábricas y medios de comunicación afectos al régimen, son atacados. En junio, Milosevic reconoce su nueva derrota y retira a sus tropas de Kosovo, que cede a la administración de la ONU.

Sólo le queda un último pulso con Montenegro, pero antes quiere reasentar su poder y convoca elecciones un año antes del plazo previsto al creer que la oposición, dividida, no podría hacerle frente. Pero no fue así y el pasado 24 de septiembre las urnas firmaron su sentencia de muerte política.

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