El premio de Nuevos Realizadores, entre españolas e italianas
Obra documental
Este año en el festival donostiarra, a diferencia de otras ediciones, se aprecia una difuminación de las fronteras que separaban históricamente las películas de la selección oficial de las de Zona Abierta/Zabaltegi, caracterizadas éstas por responder con bastante precisión a propuestas de búsqueda de lenguajes, por una voluntad de riesgo que rara vez tienen las películas de directores consagrados. Es éste un año de paradojas en lo que a la programación del festival se refiere, y esto seguramente mediatizará los dos palmarés. Paradójico resulta, por ejemplo, que la selección oficial se encuentre por debajo del aprobado cuando en Zabaltegi se han visto títulos que hubiesen podido ser incluidos en el concurso oficial. Es el caso, por ejemplo, de la francesa Quand on sera grand, de Renaud Cohen, una confortable comedia llena de hallazgos que aborda un tema muy poco transitado por el cine galo, el universo de los judíos parisinos. O el de la italiana Sangue vivo, de Edoardo Winspeare, segunda película de un realizador maduro y consistente. Y, al revés, sorprende que una película como Alaska.de, de la alemana Esther Gronenborn, cuya más reseñable característica es justamente su búsqueda formal y la innovación -un tanto huera, es cierto- de sus imágenes, esté incluida en la selección oficial.Es tradicional que, a pesar de que algunas obras primerizas se incluyan en ésta, el jurado que concede el premio al mejor nuevo realizador, dotado con 25 millones de pesetas, elija a su galardonado entre las películas de Zabaltegi. La calidad media de esta sección ha sido este año, a diferencia de la oficial, más que aceptable, con algunos hallazgos particularmente interesantes. Y son varias las películas a priori premiables.
No es este cronista quien ha de hacerlo, pero si se viese en ese brete, su voto sería sin duda alguna para La espalda del mundo, la brillante ópera prima del peruano Javier Corcuera, aunque será muy difícil que un jurado acepte premiar una obra documental sobre otras de ficción, ni siquiera aunque el astuto productor del filme, Elías Querejeta, se haya empeñado en proclamar aquí incansablemente, a quien quiera oírlo, que es éste un producto tan de ficción como cualquiera, lo que no sólo no es cierto, sino que pone en mal lugar a un cine tan digno y defendible como es el documental.Así las cosas, y aceptando que el jurado se comporte según la tradición, se le abren buenas perspectivas a una película tan valiente, sobria e impactante como la española El Bola, ópera prima del actor Achero Mañas, una película a contracorriente de lo que se suele hacer en el cine con niños, valiente, y además cívicamente irreprochable en su denuncia de los malos tratos sufridos en la infancia. Y eso, claro está, sin olvidar la poderosa fuerza que emana de la película italiana de Winspeare, posiblemente la más redonda y evocadora de cuantas componen la selección de óperas primas. Entre ellas estará, a buen seguro, el ganador.
Babelia
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