Actualidad lapona
El erudito sueco me ilustró al norte de su país sobre las semejanzas entre andaluces y lapones. Allí, en Suecia, el Norte es la zona negra de los prejuicios, como aquí y en Italia el Sur, tierra de seres deformados por las malas costumbres, el poco trabajo y el mucho beber, según deduje de las explicaciones raciales del sueco erudito. Mira a los lapones de esta región. ¿No se parecen a los vuestros de allí, de Andalucía? Eso me decía el sueco sudista, precisamente a mí, andaluz o lapón ocasional. Me acordé del sueco sabio la otra mañana, en Barcelona, leyendo la noticia de que Boliden, la empresa sueca de Aznalcóllar, había vertido dos días antes un millón de metros cúbicos de agua sucia de metal pesado en el río Vassara, junto a la mina de cobre de Aitik, en la Laponia sueca: otra vez ha reventado la balsa de veneno en una mina de Boliden. ¿Boliden elige las tierras de los indeseables para derramar su basura mineral?Son costumbres de la gran ciudad del mundo. Camino del aeropuerto, por la autovía del Mediterráneo, veo la desolación de los bloques atestados del extrarradio de Málaga, y su color de mala cara de agonizante, construidos con los peores materiales para las peores formas de vida. Es extraña la vida de los que se atreven a vivir ahí. ¿Cómo podríamos entenderlos? Y siempre cabe mayor desolación, en la misma Málaga, por ejemplo, en los Asperones. Y cada ciudad de Andalucía y del mundo tiene sus antípodas, su territorio maldito de gente disparatada y rara como ornitorrincos, pues no lee ni ama la música de cámara y, en cuanto la oportunidad se presenta, se enajena con cualquier producto químico o natural, como si quisiera perder la conciencia sin disfrutar de la vida auténtica.
Lo más extraño es que estas vidas extrañas forman parte de nuestra vida. Estos palacios del hundimiento absoluto no sólo están aquí: el mundo entero dedica zonas especiales a los vertidos tóxicos y a la exclusión y reclusión de gente poco agradable. Un caso célebre e histórico fue Australia, inmensa isla de desiertos y canguros, antigua Botany Bay, colonia penal para criminales incurables ingleses: ni siquiera los que en las antípodas se redimían y se convertían en pastores o labradores volvían a ser admitidos en la Inglaterra de los justos. Australia fue metáfora de la redención imposible (era imposible volver a la inocencia total, al punto de partida, a la metrópolis que expulsaba a los indeseables) y metáfora de la pura redención: hoy es el paraíso olímpico de Sydney.
Bajo el amparo amenazante de empresas como Boliden y sus débiles diques de contención de residuos tóxicos, a Andalucía y a la Laponia sueca les queda el consuelo y el orgullo de saber que, a pesar de sus peculiaridades raciales y morales, no son todavía lo peor del mundo. No es nada el fango tóxico de la mina de zinc de Aznalcóllar sobre el río Guadiamar, y menos el cobre de la mina de Aitik sobre el Vassara. En las mismas notas de agencia leo que, desde hace más de veinte años, la benemérita Boliden contribuye a la riqueza de algún país suramericano en vías de desarrollo enviándole miles de toneladas de residuos venenosos, plomo, arsénico y cadmio.
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