Un servicio desbordado y en obras
El servicio de urgencias del Hospital Comarcal de Melilla queda en la parte trasera del edificio, pero nada, salvo una cola casi perenne de unas diez personas en la calle, indica que eso sea un servicio de urgencias. No hay ningún cartel o señalización; sólo una puerta destartalada y un vigilante de seguridad que la custodia. Gran parte de la gente prefiere aguardar su turno fuera, en el porche, en lugar de en la sala de espera, porque dentro están en obras y hay "ruido y desorden", según los enfermos. "Preferimos esperar fuera porque dentro es un caos. Están de obras y todo está por medio: cables, montones de ladrillos... no hay ninguna valla para aislar a los enfermos de todo el desorden. Es tercermundista", explica un hombre de unos 60 años, que lleva 30 minutos esperando turno.
La mayor parte de la gente que espera para ser atendida tiene aspecto humilde. Muchos son rifeños. En Melilla, el que tiene posibilidades acude al servicio de urgencias de la aseguradora privada Asisa, a menos que su dolencia sea grave y requiera un tratamiento que el seguro privado no pueda dar.
Cada poco tiempo la puerta se abre y una celadora dice en voz alta el nombre de la persona a la que le corresponde entrar. El paciente se apresura a entrar en el edificio.
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