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La guerrilla lanza una ofensiva con al menos 24 muertos en la visita de Clinton a Colombia

"Colombia no está sola en la lucha que sostiene contra el narcotráfico", dijo satisfecho el presidente Andrés Pastrana, a modo de balance, minutos después de que despegara del aeropuerto de esta ciudad caribeña el avión con su homólogo Bill Clinton y su numerosa comitiva. Paralelo a este balance oficial de éxito, hay otro doloroso: el de las protestas generadas por la visita del mandatario estadounidense. Un policía murió durante las manifestaciones y se elevó el goteo de muertes en la ofensiva combinada de las guerrillas colombianas. Suman 24 en total.

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Ayer se conocieron nuevos datos de muertes coincidiendo con la visita relámpago de Clinton a Colombia: un policía muerto en disturbios en la Universidad Nacional de Bogotá, víctima de una bomba casera; una familia entera -padres y dos hijas que aparecen en la lista de los 23 muertos que ha dejado la ofensiva de las FARC y el ELN los dos últimos días-, y varios detenidos en una protesta abortada en pleno centro de Cartagena. "Fue una gran equivocación de la guerrilla", dijo ayer Luis Guillermo Giraldo, negociador en la mesa de paz. "Mientras Clinton se reía en Cartagena y abrazaba a gente humilde, llevando un mensaje de alegría, la subversión llevaba un mensaje de muerte". Pastrana enumeró a los "mejores aliados" de Colombia: el Gobierno de Estados Unidos y su presidente. Antes había dicho a la prensa que la ofensiva tendrá lugar en Europa, para conseguir los recursos que faltan para el componente social del Plan Colombia. EE UU aportará 240.000 millones de pesetas.

Para el Gobierno, la visita de Clinton y su comitiva, calificada como "trascendental", fue un éxito. El mandatario, en las más de diez horas que estuvo en La Heroica, como se llama a esta ciudad amurallada, repitió una y otra vez frases dirigidas a calmar los ánimos de los que critican la ayuda norteamericana. "Colombia no es Vietnam. Tampoco se trata del imperialismo yanqui. Mucha de la oposición al plan proviene de las personas que temen que éste sí va a funcionar", aseguró Clinton. Pastrana viajó ayer mismo a Brasilia, a la primera cumbre de mandatarios de América del Sur. En su cartera lleva un mensaje claro del presidente estadounidense a las naciones vecinas de Colombia, que temen que la violencia, el narcotráfico y el desplazamiento harán metástasis en su territorio como consecuencia de la "guerra al sur" que busca erradicar los cultivos de coca en provincias amazónicas.

Clinton reconoció, sin embargo, que si el plan tiene éxito el traspase de problemas se dará "en cierta medida", pero anunció que existen fondos para frenar esos problemas en las fronteras. "Quiero hacer una petición especial a los países vecinos y a sus dirigentes: que apoyen al presidente Pastrana y al Plan Colombia".

La visita del poderoso mandatario planteó más de un conflicto de alto nivel. Cuando la guardia personal de Clinton quiso destacar hombres armados en las torres de la parroquia de San Pedro Claver para garantizar el paseo por la ciudad amurallada que al anochecer realizó la delegación, se generó un revuelo. Después de consultas y llamadas se tomó una decisión: No. Las torres de la iglesia no pueden ser tomadas como garitas. Ésta es la posición que ha mantenido la Iglesia en medio del conflicto y la que mantuvo ante la presencia del mandatario estadounidense.

Clinton y su hija Chelsea lograron una imagen de gente sencilla, cálida. Se salieron del protocolo y de la estricta seguridad para charlar con doña Antonia, la anciana que gracias a su visita tiene hoy casa; bailaron vallenato, y dieron y recibieron besos de niños cartageneros. "La visita fue buena; si este señor tan poderoso vino y no le pasó nada, ahora los turistas no van a temer", dijo un taxista a este periódico. Igual piensan los empresarios del sector.

"El presidente de Estados Unidos estuvo en Cartagena", escribió un profesor en la pizarra de una escuela hecha con desechos de basura, en el populoso sector Nelson Mandela, al sur de esta ciudad. Allí viven 45.000 personas, más del 70% de ellas desplazadas por la violencia de paramilitares y guerrilla que golpea esta costa del Caribe. "¿Cómo se llama el presidente de Estados Unidos?", preguntó el maestro, al empezar ayer las clases. "Clinton", respondió un coro de chiquillos. "¿Y a qué vino?" "A ayudar a los pobres de Cartagena", dijo, con timidez pero segura, una morena de ojos inmensos y pelo ensortijado.

"Lo que nos debe preocupar es que el Plan Colombia conserve su norte, que realmente sea para combatir el narcotráfico y para la vida, no para la guerra", dijo a este periódico el padre Rafael Castillo, secretario de la comisión de paz de Bolívar que se encarga de la problemática de los desplazados en esta ciudad.

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