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TRAGEDIA EN EL ÁRTICO

"Lo más terrible es la incertidumbre"

Angustia entre los familiares de los marinos por el silencio del Gobierno ruso ante la catástrofe

La sociedad rusa está conmocionada: todavía no se había repuesto de la tragedia que supuso el atentado ocurrido en el centro de Moscú la semana pasada, cuando nuevamente el horror se apoderó de la gente, que sigue con el alma en vilo la pesadilla del submarino atómico Kursk. Este horror lo sienten con especial fuerza los familiares de los marineros, que el martes por la noche comenzaron a llegar a Múrmansk, capital de la provincia, y de allí a Severomorsk, base de la Flota del Norte. En ese puerto, un barco-hospital ha sido convertido en hotel temporal para los padres, esposas e hijos de los tripulantes."Las autoridades de la base nos citaron, pero no nos dijeron nada concreto, sólo repitieron lo que informaba la televisión", dijo Viktoria Belogunia, esposa de un oficial del Kursk. Los familiares de los oficiales viven en los alrededores de Múrmansk, en Vidiáyevo, un pequeña villa naval. "No puedo ni llorar. No hay nada más terrible que la incertidumbre y que contemplar el sufrimiento de tus seres queridos sin poder hacer nada por ellos", agregó con impotencia la mujer en una entrevista concedida al prestigioso diario Kommersant.

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Por cuanto la nave se llama Kursk, la tripulación tenía estrechas relaciones con la ciudad y provincia del mismo nombre. Alexandr Rutskói, gobernador de esa región y ex vicepresidente de Rusia, estuvo hace poco en el sumergible y comió el lechón que él mismo había llevado, junto con los marinos, varios de los cuales provienen de Kursk.

Como en los tiempos soviéticos, hay una hacienda estatal de la provincia que periódicamente envía productos alimenticios a la tripulación del submarino. Ahora los estudiantes y profesores de la Escuela Industrial Electro-Mecánica de Kursk siguen angustiados la tragedia que se está desarrollando. De ese centro de enseñanza salen alumnos que se alistan en el submarino, lo que es considerado un honor. Vladímir, ex estudiante de la Escuela Industrial, acaba de regresar después de haber cumplido su servicio militar en el Kursk. "Mis compañeros resistirán", dijo con demasiado énfasis, como si ni siquiera él se lo creyera y quisiera convencerse a sí mismo.

"Lo único que quiero saber es si mi hijo está bajo el agua", dijo ante las cámaras María, madre de un marino que vive en un humilde apatamentito en Kursk, y que no tiene dinero para viajar a Múrmansk y esperar allí el resultado de las operaciones de salvamento. Sólo puede mirar la televisión junto con sus ancianos padres. "No sé si está en el Kursk o no, porque hay tres tripulaciones. Pero nadie me dice nada", dijo angustiada. El submarino tiene dos tripulaciones principales (mientras una está en el mar la otra descansa) y una de reserva.

Muchos rusos ya están resignados a la muerte de los tripulantes del Kursk y optan por rezar y encender velas por sus almas. Especialmente los que recordaban ayer, en su noveno día -cuando, según creen los cristianos ortodoxos, el ángel de la guarda lleva el alma al juicio divino- a las víctimas del atentado ocurrido a principios de la semana pasada en Moscú.

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Pero no sólo hay resignación; también hay amargura y rabia por la actitud del Gobierno y de los militares. Muchos consideran que ésta ha sido pasiva y ha habido desprecio por la gente atrapada en el fondo del mar.

Derechos de Madre, organización que reúne a los familiares de los militares rusos muertos en tiempos de paz, publicó un comunicado en el que denuncia que la verdadera causa de la tragedia ocurrida con el Kursk es el desorden que reina en las Fuerzas Armadas multiplicado por la falta crónica de dinero. Y Victoria, la citada esposa de un oficial, acusó al mando naval de haber retrasado conscientemente la operación de rescate. La explicación es sencilla: "Los grandes jefes en Moscú estaban luchando por el buque; querían salvarlo a costa de la vida de los marinos".

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