Restauración salvaje
Los responsables del Servicio de Patrimonio Histórico de la Diputación actúan todavía con criterios de intervención superados conceptualmente por erróneos y métodos y productos, condicionados por afinidad con una empresa determinada, poco adecuados para la conservación de la piedra. Su total falta de sensibilidad se aprecia de la forma dañina como clavan el cartel institucional en la fachada.Pero lo más visible para cualquier visitante, y representa un atentado cultural, es la brutalidad con la que se ha intervenido y cuyas consecuencias son merecedoras de denuncia ante la justicia, artículos 321 y 322 del nuevo Código Penal. Es inadmisible alterar caprichosamente la arquitectura de un monumento mutilado groseramente la celosía de la balaustrada del coro para colocar una parte del órgano nuevo por el que existía un indisimulado y extraño interés. Jamás se ha visto en ninguna iglesia una salvajada semejante. Además, interrumpe el diálogo visual y de luminosidad entre el rosetón superior con la nave de la iglesia.
Es una barbaridad que los bajantes de aguas pluviales y sus protectores destrocen el basamento de las pilastras del pórtico y se dejen en este estado que evidencia la torpeza. Si por razones de urbanidad es necesario poner rejas en todo el pórtico, éstas no tiene por que ser pseudo-medievalistas para crear confusiones, lo mismo que la barandilla de la rampa de acceso a la nave. Esto hace veinte años que está superado en la metodología de intervención en los elementos monumentales, pero a la Diputación no le interesa.
El caótico entorno de la catedral, con unas absurdas tiendas incrustadas ente los contrafuertes, con parcheos bajantes de PVC. Una ciudad que apenas hace un mes ha celebrado su 700 aniversario ¿no puede dedicar algo de dinero y muchísimo más de sentimiento a restaurar correctamente su catedral y dignificar su entorno cincundante.
En estas obras se denota una absoluta y preocupante carencia de sensibilidad de sus responsables. Restaurar, no significa solo limpiar e iluminar para que la feligresía diga ¡qué bonito ha quedado!- Iñaki Uriarte. Bilbao.
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