Nostalgia del pasado
La trayectoria de Bassegoda ha estado vinculada al franquismo y al catolicismo de línea dura
Es pasional, combativo, polémico, erudito y, sobre todo, conservador. En su doble acepción: como conservador de monumentos, como el monasterio de Poblet y la catedral de Barcelona, y por su ideología política. Joan Bassegoda Nonell (Barcelona, 1930) es uno de esos personajes que parecen salidos de otra época. Es común verlo tocado con boina negra y son muchos los que recuerdan el busto de Franco que atesoraba con orgullo junto a otros símbolos del viejo régimen fascista en su despacho de la Cátedra Gaudí, que ha ocupado entre 1968 y 2000.La Cátedra Gaudí ha sido una tribuna que le ha permitido ocupar un lugar preeminente en el contexto de la historiografía de la arquitectura catalana y que le ha facilitado el acceso a numerosos archivos. Todo ello justifica que ni siquiera sus muchos enemigos le nieguen su erudición en sus áreas de interés, especialmente la arquitectura de los siglos XVIII, XIX y principios del XX, y sobre todo Gaudí.
Respetado por unos y odiado por otros, Joan Bassegoda es, a juicio de bastantes de sus colegas, un tipo de historiador positivista, que aporta muchos datos documentales, pero que hace escaso uso de la interpretación histórica. La suya es una historia de anécdotas, de fechas y de datos, ajena a las grandes corrientes historiográficas de este siglo, aunque bien es cierto que sus muchos artículos y libros acaban siendo de cita ineludible dada la cantidad de información que ofrecen. Su catolicismo de línea dura y su defensa del franquismo - "el Valle de los Caídos es muy bueno arquitectónicamente hablando, pero se critica por razones políticas", afirmaba el año pasado en una entrevista- se han filtrado en parte en sus interpretaciones de la vida y obra de Gaudí, de modo que, afirman otros estudiosos, la visión más conservadora del arquitecto ha primado en él.
Cargado de un gran sentido del humor y una notable facilidad para la polémica, que ha ejercido criticando a casi todos los que se han atrevido a restaurar alguna obra de Gaudí sin contar con su colaboración, Bassegoda Nonell es un fiero defensor de la arquitectura clasicista y martillo de herejes para la racionalista. Sus enemigos le atribuyen varias obras racionalistas de consumo y le critican el mal uso del medievalismo en otras obras, como el nuevo convento de Pedralbes. Como polemista ha utilizado todo tipo de tribunas para defender sus posiciones. Desde la Academia de Bellas Artes de Sant Jordi -de la que fue presidente entre 1990 y 1998- a los diarios Abc y La Vanguardia, en los que ha colaborado de forma habitual. También fue conservador del exclusivo Círculo del Liceo, entidad de la que sigue siendo socio y desde la que criticó duramente los proyectos de reforma del teatro.
La jubilación de Bassegoda -casado y sin hijos- como director de la Cátedra Gaudí cierra un ciclo de 150 años en los que su familia ha estado ligada a la Escuela de Arquitectura de Barcelona y también a la historiografía de la arquitectura en Cataluña, a la que su abuelo, su tío y su padre aportaron estudios muy valiosos.
Como profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, en la que ingresó en 1960, el mismo año en que obtuvo su doctorado, Bassegoda Nonell vivió sus peores momentos en los años setenta, cuando en plena ebullición antifranquista un amplio colectivo de estudiantes intentó, sin éxito, que le expulsaran de la escuela porque lo veían como la encarnación del régimen superado.
Pero todo fue flor de un día. Las aguas volvieron a su cauce y por su cátedra han pasado numerosos estudiantes extranjeros, ajenos a la política del país e interesados en el modernismo o en Gaudí. Ha abierto la información que atesora la cátedra a los estudiosos, aunque muchos historiadores le consideran responsable de la escasez de estudios científicos sobre el arquitecto de La Pedrera y la historia de la arquitectura catalana en general.
"Con mi jubilación se acaban los 150 años bassegóticos de esta casa", explicaba él con pena en su última lección magistral, leída el pasado 2 de junio con motivo de la jubilación, a la que se ha visto forzado por la edad más que por la voluntad. Hombre enérgico y, dicen sus conocidos, cada vez más moderado en sus provocaciones, no desaparecerá por completo de la vida pública ya que en 2002, cuando se celebre el Año Gaudí, es seguro que saltará de nuevo a la palestra.
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