La cerrazón israelí mantiene la diáspora de los refugiados

Más de tres millones y medio de palestinos desplazados por las guerras de 1948 y 1967 (de los que más de un millón viven en campos de refugiados) esperan volver un día a sus casas. Las cifras son confusas y los censos no son exactos, pero la desesperanza es siempre la misma: ya sea en el campo de Neirab, cerca de Alepo (Siria), o al norte de Talbieh (sur de Jordania), se palpa idéntica sensación.Israel se opone categóricamente al retorno de los refugiados, a pesar de la resolución de las Naciones Unidas del 11 de diciembre de 1948, que estableció el "derecho de retorno" de los desplazados palestinos (sea en 1948 o en 1967) o, en su lugar, el pago de compensaciones económicas para aquellos que no quieran volver y prefieran continuar en alguno de los 59 campamentos de su tierra de asilo: Jordania, Líbano, Siria o los territorios autónomos palestinos.

Los diferentes foros de negociación que han tratado de solventar el problema se han estrellado contra la cerrazón israelí, que en el mejor de los casos parece dispuesto a aceptar el retorno simbólico, por razones de reunificación familiar, de algunos de los desplazados. De todas formas, el primer ministro israelí, Ehud Barak, se ha mostrado tajante y alega que "Israel no acepta ninguna responsabilidad moral o política" al respecto. En opinión del Gobierno israelí, el tema de los refugiados debe ser resuelto por la comunidad internacional en el país donde vivan.

El drama de los desplazados, grandes olvidados de los Acuerdos de Oslo, es una cuestión lacerante, sobre todo en algunos países de acogida como en Líbano, donde tienen negados determinados derechos y vetado el ejercicio de algunas profesiones. Esta discriminación, sin embargo, contrasta con la de Jordania y Siria, donde los refugiados palestinos gozan de todos los derechos.