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Rusia y China rechazan el proyecto de 'guerra de las galaxias'

Los cinco de Shanghai celebraron ayer una cumbre en la capital de Tayikistán, Dushanbé, con dos convidados de piedra: Afganistán y Estados Unidos. El presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo chino, Jiang Zemin, lograron que sus socios tayiko, kirguiz y kazajo -además del uzbeko, en calidad de observador- se sumaran al rechazo del proyecto estadounidense de crear un escudo nuclear, que, en su opinión, alteraría el equilibrio de poder en el mundo.

Además, los seis jefes de Estado coincidieron en que la mayor amenaza para la estabilidad de Asia central procede del régimen de los talibán, cuya "perniciosa influencia" se extiende hasta el Cáucaso ruso. Este foro regional se creó en 1996 para resolver por la vía amistosa los conflictos sobre la delimitación de la frontera entre China y la antigua URSS. Su caldo de cultivo es el interés ruso por mantener su influencia en la zona, y el chino por aumentarla. Con el paso del tiempo, el grupo se ha concentrado en la cooperación económica y estratégica y la lucha contra el integrismo islámico. Ayer, Putin -que el 18 y el 19 de julio visitará China- se entrevistó con Jiang Zemin, con el que coincidió de pleno en que la puesta en práctica de la guerra de las galaxias, con la que Washington pretende conjurar la amenaza de ataques con cohetes desde países irresponsables, pondría en peligro el equilibrio del poder en el mundo, al romper de hecho el tratado ABM de antimisiles balísticos. Ambas potencias nucleares (ayer con respaldo de sus socios de Asia central) defienden un mundo multipolar, más allá de las evidencias de que el siglo XXI se inicia con un único polo hegemónico: EE UU.

Moscú y Pekín no comparten la preocupación estadounidense por la amenaza que pueda llegar, por ejemplo, de Corea del Norte, país que para ellos es más un aliado que un enemigo, como prueba la visita que este mismo mes hará Putin a Pyongyang. Putin sostiene que la forma de conjurar ese supuesto peligro no pasa por el despliegue de un escudo estratégico que sólo protegería a EE UU y rompería el ABM, sino, en todo caso, por un paraguas táctico, basado en cohetes de corto y medio alcance, que destruirían los misiles apenas fuesen lanzados y supondría una protección global.

En realidad, ni Rusia ni China quieren meterse en ese berenjenal, que podría degenerar en una nueva carrera de armamentos. Putin, que logró que la Duma ratificase el tratado START II de desarme estratégico, busca un START III que deje a cada superpotencia atómica con unas 1.500 cabezas nucleares, el máximo que la maltrecha economía rusa se puede permitir.

[Por otra parte, el presidente ruso efectuó ayer una parada imprevista en la base militar de Mozdok, en el Cáucaso norte, y desde la que se dirige la guerra contra los independentistas chechenos. Putin exigió más energía a sus hombres en la lucha contra el terrorismo, informa Reuters].

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