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La globalización y la tortilla

Francesc Valls

Los catalanes de Costa Rica reciben a Duran como futuro heredero de Pujol

Los jóvenes del Colegio Seráfico sostenían bajo un sol de justicia las banderas de España, Costa Rica y Cataluña cuando "el ministro catalán", el consejero de Gobernación y Relaciones Institucionales, Josep Antoni Duran Lleida, hizo su entrada en un solar yermo de la localidad de Cartago. El pasado lunes, en su primer día de visita oficial a Costa Rica, el consejero firmó un convenio de cooperación entre la Generalitat y los capuchinos para la construcción de un hospital para enfermos terminales de sida.En el solar en cuestión está colocada una prometedora aunque solitaria primera piedra. Precisamente por ello, la comunidad capuchina de Cartago y sus hermanos de la provincia de Cataluña y Baleares llevan meses movilizándose. Así, la firma del convenio fue un hecho y una fiesta. Como la ocasión lo merecía, todo estuvo a la altura de las expectativas que los religiosos tienen en el proyecto. La banda de música ejecutó con encomiable dignidad los himnos nacionales de España y Costa Rica. Els Segadors fue un play-back de la coral Sant Jordi.

Los discursos tuvieron colores más allá de gris. Los austeros y penitenciales hábitos de los hijos de san Francisco no les impidieron hacer un ratito de inquisidores dominicos con la Administración catalana. El responsable de la comunidad de Cartago pidió a Duran que la Generalitat no sea cicatera en los pagos (60 millones de pesetas de los 75 millones que cuesta el hospital). "Que no se atrasen los pagos porque las tortillas no se hacen con agua, sino con huevos", recordó fray Antonio Lecea. Los capuchinos no quieren que la construcción del hospital se eternice y Duran se comprometió a que no sea así, en un discurso en el que sacó la parte más social del democristiano que lleva dentro.

Duran se comprometió a hacer posible la apetecida "tortilla" y, escorado hacia el discurso social, el consejero criticó la globalización en cuanto que "produce un incremento de la fragmentación y la marginación social, lo que supone una amenaza para la humanidad". "La pobreza atiza las llamas del sida, que alcanza dimensiones dramáticas en África", agregó. Mientras, los gobiernos de los países ricos siguen sin tomar una posición firme en el terreno de la deuda exterior, aseguró. El consejero quiso salvar los muebles de la Administración de las corteses pero contundentes observaciones de los capuchinos, al asegurar que aunque Cataluña no es un Estado "como nación y como comunidad de personas, sí participa en las tareas de ayuda al Tercer Mundo". Duran, que visita Costa Rica en compañía de un grupo de empresarios, recordó que "es bueno que Cataluña se abra económicamente al mundo, pero también debe hacerlo en términos de solidaridad". Y al final el deseo para el centro del sida: "Que haya tortilla cuanto antes". A ese empeño se han comprometido los cargos del departamento de Duran que se encargan de las Relaciones Internacionales -Jordi Llimona- y Ayuda al Desarrollo -Jaume Giner- , a quienes los capuchinos catalanes, con Joan Cañellas al frente, agradecieron sus esfuerzos. El zumo de papaya y los acordes de la copla La Virgen de la Macarena fueron el fin de fiesta castizo y tropical de este primer acto del consejero en Costa Rica.

Duran se entrevistó ayer con el presidente de Costa Rica, Miguel Ángel Rodríguez, y no parecía cansado a pesar del vía crucis a que la compañía Iberia le ha sometido en este viaje. Primero, su vuelo fue desviado por tormenta a Orlando, donde estuvo una hora en la pista, para volver a volar a Miami; allí, tres horas en la sala de inmigración. Después, noche en un hotel del aeropuerto y salida al día siguiente, tras unas cuantas horas de espera. Pues bien, el trato de balsero cubano al que Iberia sometió al consejero y a su séquito no hizo mella. Con el jet lack a cuestas, el también líder de Unió Democràtica tuvo su inesperada recompensa con la visita anteayer (madrugada de ayer en España) al Casal Català de San José de Costa Rica. Su presidente, Antoni Burgés, le dedicó un piropo directo: "Por capacidad de trabajo, simpatía personal e inteligencia, usted es el personaje ideal para ser el próximo presidente de la Generalitat de Cataluña". Desde la pared del local dos presidentes contemplaban la escena. Uno estaba sonriente. Era don Pepe Figueres, presidente de Costa Rica con raíces catalanas, tocado con barretina y fotografiado con una ametralladora Thompson colgada como trofeo de la revolución de 1948 en su finca La Lucha. El otro, serio, era Jordi Pujol con un envidiable aspecto físico.

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